La Primera Misa en Chile, de Pedro Subercaseaux
El territorio chileno se caracteriza por su gran extensión de norte a sur (cuatro mil kilómetros) que sirven de marco a numerosos contrastes climáticos, biológicos y orográficos. Entre la gran variedad de culturas aborígenes destacaban los araucanos, denominación común que abarca a los Picuches (“gentes del norte”), los Mapuches (“gentes de la tierra”) y los Huiliches o Veliches (“gentes del sur”).
Tras la llegada de los españoles, los araucanos aprendieron rápidamente los nuevos modos de luchas y desarrollaron técnicas guerreras basadas en la sorpresa y en la invención de armas, lo que les permitió obtener éxitos militares en numerosas ocasiones. Se ha llamado a Chile «el Flandes indiano», por las continuas rebeliones indígenas y los esfuerzos a que obligó a los conquistadores y pobladores.
Una vez conquistado, Perú se había convertido en un centro expansivo del que partiría la primera expedición a Chile protagonizada por su verdadero descubridor: Diego de Almagro quien, no obstante, abandonó el territorio en 1536. Para los que regresaron, Chile representaba un país duro, paupérrimo y hostil pero no faltó quien fijase sus miras en él. En efecto, apenas transcurridos tres años del regreso del Adelantado, apareció alguien que, seguido de centenar y medio de soldados, emprendería la conquista de Chile: Pedro de Valdivia.
El hombre y su designio
Oriundo de Castuera, en la comarca de La Serena de Extremadura y de condición hidalga, Pedro de Valdivia había salido de su hogar en 1535 al enrolarse a las órdenes de Jerónimo de Alderete que reclutaba gente para Venezuela. Esta empresa le desilusionó y tan pronto como supo que Francisco Pizarro necesitaba hombres de guerra para continuar la conquista de Perú, no dudó en pasar a la Nueva Castilla para alistarse bajo su bandera. Valdivia fue bien recibido por Pizarro y pronto se le vio como uno de sus consejeros más estimados.
Al romperse la antigua amistad entre Pizarro y Almagro, la postura de Valdivia fue la moderación pero una vez tomado un acuerdo era el primero en cumplirlo y, en consecuencia, preparó el ejército de Hernando Pizarro. La victoria pizarrista trajo consigo su encumbramiento y recibió una encomienda y tierras en el Valle de la Canela. Lo ocurrido entonces nos da la verdadera dimisión del hidalgo de extremeño que no se conformó con lo que hubiera calmado las expectativas de otro que no hubiera sido forjado al temple del viejo lema familiar: «La muerte menos temida, da más vida»:
«Tan alta llegó a ser su situación, que pronto comenzaron las murmuraciones. ¿Cómo puede ser, decían, que este guerrero de la última hora, que no participó en las penurias de la conquista, haya recibido lo que no obtuvieron los primeros? Y lo achacaban a motivos torcidos.
Cuando el marqués Pizarro, en viaje de inspección, recorrió la región en 1539, llevaba, entre otros, el propósito de conocer la verdad de tales rumores, que no sólo se extendían a la persona de Valdivia. Se produjo entonces una escena impresionante. El experto guerrero no compareció ante el gobernador para pedir mercedes ni para ostentar méritos. Solicitó únicamente autorización para emprender la conquista de Chile».
La marcha hacia Chile: la llegada al Mapocho
Sólo con seis compañeros -y unos mil indios auxiliares- salió Valdivia del Cuzco. Poco a poco se fueron sumando otros, hasta constituir un pequeño ejército que, al fundarse Santiago, contaba ya con 150 hombres. La ruta seguida fue la de los desiertos de la costa. En el valle de Copiapó tomó posesión de la tierra que bautizó con el nombre de Nuevo Extremo o Nueva Extremadura, recordando su región natal. De allí en adelante el camino se hizo más fácil y a fines de 1540 llegaban al lugar en el que nacería la ciudad cabecera del Nuevo Extremo: Santiago.
Tras la llegada de los españoles, los araucanos aprendieron rápidamente los nuevos modos de luchas y desarrollaron técnicas guerreras basadas en la sorpresa y en la invención de armas, lo que les permitió obtener éxitos militares en numerosas ocasiones. Se ha llamado a Chile «el Flandes indiano», por las continuas rebeliones indígenas y los esfuerzos a que obligó a los conquistadores y pobladores.
Una vez conquistado, Perú se había convertido en un centro expansivo del que partiría la primera expedición a Chile protagonizada por su verdadero descubridor: Diego de Almagro quien, no obstante, abandonó el territorio en 1536. Para los que regresaron, Chile representaba un país duro, paupérrimo y hostil pero no faltó quien fijase sus miras en él. En efecto, apenas transcurridos tres años del regreso del Adelantado, apareció alguien que, seguido de centenar y medio de soldados, emprendería la conquista de Chile: Pedro de Valdivia.
El hombre y su designio
Oriundo de Castuera, en la comarca de La Serena de Extremadura y de condición hidalga, Pedro de Valdivia había salido de su hogar en 1535 al enrolarse a las órdenes de Jerónimo de Alderete que reclutaba gente para Venezuela. Esta empresa le desilusionó y tan pronto como supo que Francisco Pizarro necesitaba hombres de guerra para continuar la conquista de Perú, no dudó en pasar a la Nueva Castilla para alistarse bajo su bandera. Valdivia fue bien recibido por Pizarro y pronto se le vio como uno de sus consejeros más estimados.
Al romperse la antigua amistad entre Pizarro y Almagro, la postura de Valdivia fue la moderación pero una vez tomado un acuerdo era el primero en cumplirlo y, en consecuencia, preparó el ejército de Hernando Pizarro. La victoria pizarrista trajo consigo su encumbramiento y recibió una encomienda y tierras en el Valle de la Canela. Lo ocurrido entonces nos da la verdadera dimisión del hidalgo de extremeño que no se conformó con lo que hubiera calmado las expectativas de otro que no hubiera sido forjado al temple del viejo lema familiar: «La muerte menos temida, da más vida»:
«Tan alta llegó a ser su situación, que pronto comenzaron las murmuraciones. ¿Cómo puede ser, decían, que este guerrero de la última hora, que no participó en las penurias de la conquista, haya recibido lo que no obtuvieron los primeros? Y lo achacaban a motivos torcidos.
Cuando el marqués Pizarro, en viaje de inspección, recorrió la región en 1539, llevaba, entre otros, el propósito de conocer la verdad de tales rumores, que no sólo se extendían a la persona de Valdivia. Se produjo entonces una escena impresionante. El experto guerrero no compareció ante el gobernador para pedir mercedes ni para ostentar méritos. Solicitó únicamente autorización para emprender la conquista de Chile».
La marcha hacia Chile: la llegada al Mapocho
Sólo con seis compañeros -y unos mil indios auxiliares- salió Valdivia del Cuzco. Poco a poco se fueron sumando otros, hasta constituir un pequeño ejército que, al fundarse Santiago, contaba ya con 150 hombres. La ruta seguida fue la de los desiertos de la costa. En el valle de Copiapó tomó posesión de la tierra que bautizó con el nombre de Nuevo Extremo o Nueva Extremadura, recordando su región natal. De allí en adelante el camino se hizo más fácil y a fines de 1540 llegaban al lugar en el que nacería la ciudad cabecera del Nuevo Extremo: Santiago.
Pedro de Valdivia por Zuloaga (Palacio de la Moneda)
Las expediciones y encomiendas
La fundación de Santiago (febrero-1541) era la piedra inicial de la obra de Valdivia y, para indicar que se trataba de algo más que de un campamento, a las pocas semanas instituyó su Cabildo y nombró a sus componentes (7-marzo-1541). Tras numerosas vicisitudes, al recibir un pequeño refuerzo, se pudo comenzar la exploración y pacificación de las tierras.
Para asegurar las comunicaciones terrestres con Perú, el capitán Juan Bohón fundó una ciudad a 500 kilómetros de Santiago, bautizándola con el nombre de la comarca natal de Valdivia: La Serena. Hacia el sur se llegó hasta el río Bío-Bío (1546) pero sin atravesarlo y se hicieron expediciones por mar.
La consolidación y la confirmación jurídica
Hacia 1547 la obra de Valdivia no se veía aún asentada: dos ciudades, un puñado de conquistadores y pobladores, el señorío sobre algunos miles de indígenas de lealtad dudosa, cultivos que proveían apenas de lo indispensable y algunas explotaciones de oro. Esto era lo que podía exhibir Valdivia y por ello era necesario un nuevo impulso. La oportunidad se la ofrecería el licenciado Pedro de la Gasca, enviado por el monarca con extensas facultades para poner orden en las provincias del Perú, donde Gonzalo Pizarro se había alzado. La Gasca comenzó por atraer el concurso de quienes podían ayudarle y Pedro de Valdivia partió hacia Perú en su socorro e interviniendo, con no poca parte, en la derrota de Pizarro.
La Gasca le premió en nombre del rey con la gobernación del Nuevo Extremo, haciéndole al mismo tiempo Capitán General de sus provincias, título que fue confirmado por Carlos V (31-mayo-1552).
La fundación de Santiago (febrero-1541) era la piedra inicial de la obra de Valdivia y, para indicar que se trataba de algo más que de un campamento, a las pocas semanas instituyó su Cabildo y nombró a sus componentes (7-marzo-1541). Tras numerosas vicisitudes, al recibir un pequeño refuerzo, se pudo comenzar la exploración y pacificación de las tierras.
Para asegurar las comunicaciones terrestres con Perú, el capitán Juan Bohón fundó una ciudad a 500 kilómetros de Santiago, bautizándola con el nombre de la comarca natal de Valdivia: La Serena. Hacia el sur se llegó hasta el río Bío-Bío (1546) pero sin atravesarlo y se hicieron expediciones por mar.
La consolidación y la confirmación jurídica
Hacia 1547 la obra de Valdivia no se veía aún asentada: dos ciudades, un puñado de conquistadores y pobladores, el señorío sobre algunos miles de indígenas de lealtad dudosa, cultivos que proveían apenas de lo indispensable y algunas explotaciones de oro. Esto era lo que podía exhibir Valdivia y por ello era necesario un nuevo impulso. La oportunidad se la ofrecería el licenciado Pedro de la Gasca, enviado por el monarca con extensas facultades para poner orden en las provincias del Perú, donde Gonzalo Pizarro se había alzado. La Gasca comenzó por atraer el concurso de quienes podían ayudarle y Pedro de Valdivia partió hacia Perú en su socorro e interviniendo, con no poca parte, en la derrota de Pizarro.
La Gasca le premió en nombre del rey con la gobernación del Nuevo Extremo, haciéndole al mismo tiempo Capitán General de sus provincias, título que fue confirmado por Carlos V (31-mayo-1552).
«La fundación de Santiago», óleo de Pedro Lira (1858)
Avance, dispersión y muerte de Valdivia
Una vez llegados los refuerzos de hombres y de armas, con su situación jurídica asegurada y domeñados, en general, los indígenas de la zona central, era el momento de empezar realmente la conquista y población de Chile: a principios de 1550, Valdivia comenzó la expedición hacia las tierras de allende el río Bío-Bío poniéndose de manifiesto dos grandes dificultades: una naturaleza que hasta entonces sólo se había entrevisto y un grupo aborigen distinto que los españoles llamaron “araucanos” y que resultaron expertos guerreros.
Al mismo tiempo comenzaba Valdivia una expansión pobladora ambiciosa: un rosario de ciudades, establecidas unas por él y otras por sus lugartenientes, cubrió con una malla, no del todo firme, el territorio araucano. Nacieron así Concepción (1550), Valdivia (1551), La Imperial (1551), Villarrica (1552), Los Confines (1553), además de los fuertes y pequeños poblados fortificados: Arauco, Tucapel y Purén, entre otros. También se realizaron expediciones, como la de Villagra, para alcanzar un mejor conocimiento del territorio y los indígenas de la región nuevamente poblada fueron dados en encomienda.
Parecía así que las tierras propiamente araucanas se sometían, pero esta política resultaría contraproducente pues diseminados en ocho ciudades el millar de soldados españoles capaces de empuñar las armas, fueron fácil presa de un nuevo embate de los indios. A fines de 1553 estallaba un alzamiento general encabezado por Lautaro que había sido caballerizo de Valdivia. A su ingenio se debió un sistema de ataque contra los españoles que consistía en una guerra de desgaste: mediante sucesivas oleadas de guerreros, el exiguo número de españoles diseminados por la campiña perecían arrollados por sucesivos grupos de refresco que caerían sobre ellos hasta aniquilarlos. Tras la batalla de Tucapel (25-diciembre-1553), sucumbió el propio Valdivia a manos de los indígenas.
El balance final de la sublevación araucana fue un auténtico desastre: el país había quedado devastado, muchas ciudades fueron arrasadas y, al desaparecer Pedro de Valdivia, quedaba la Gobernación acéfala y sumida en la anarquía pues cada cabildo se erigió en autoridad dentro de su jurisdicción. Pasarían años antes de que se solventase la situación y se sentaran las bases definitivas del Chile actual forjado sobre el designio que concibiera Pedro de Valdivia, una figura que ha despertado general interés y admiración por los rasgos que le definen en medio de sus compañeros de gesta. Como puso de relieve Jaime Eyzaguirre
«No es un místico del océano como Colón, ni un valiente esquilmador analfabeto como Pizarro, ni un retrasado producto de la romántica caballeresca medieval como Diego de Almagro. Sin lograr desprenderse por completo de algunos matices de la Edad anterior es, sobre todas las cosas, un hijo del Renacimiento: diplomático, político, esteta del gobierno y de la guerra».
Lecturas recomendadas:Una vez llegados los refuerzos de hombres y de armas, con su situación jurídica asegurada y domeñados, en general, los indígenas de la zona central, era el momento de empezar realmente la conquista y población de Chile: a principios de 1550, Valdivia comenzó la expedición hacia las tierras de allende el río Bío-Bío poniéndose de manifiesto dos grandes dificultades: una naturaleza que hasta entonces sólo se había entrevisto y un grupo aborigen distinto que los españoles llamaron “araucanos” y que resultaron expertos guerreros.
Al mismo tiempo comenzaba Valdivia una expansión pobladora ambiciosa: un rosario de ciudades, establecidas unas por él y otras por sus lugartenientes, cubrió con una malla, no del todo firme, el territorio araucano. Nacieron así Concepción (1550), Valdivia (1551), La Imperial (1551), Villarrica (1552), Los Confines (1553), además de los fuertes y pequeños poblados fortificados: Arauco, Tucapel y Purén, entre otros. También se realizaron expediciones, como la de Villagra, para alcanzar un mejor conocimiento del territorio y los indígenas de la región nuevamente poblada fueron dados en encomienda.
Parecía así que las tierras propiamente araucanas se sometían, pero esta política resultaría contraproducente pues diseminados en ocho ciudades el millar de soldados españoles capaces de empuñar las armas, fueron fácil presa de un nuevo embate de los indios. A fines de 1553 estallaba un alzamiento general encabezado por Lautaro que había sido caballerizo de Valdivia. A su ingenio se debió un sistema de ataque contra los españoles que consistía en una guerra de desgaste: mediante sucesivas oleadas de guerreros, el exiguo número de españoles diseminados por la campiña perecían arrollados por sucesivos grupos de refresco que caerían sobre ellos hasta aniquilarlos. Tras la batalla de Tucapel (25-diciembre-1553), sucumbió el propio Valdivia a manos de los indígenas.
El balance final de la sublevación araucana fue un auténtico desastre: el país había quedado devastado, muchas ciudades fueron arrasadas y, al desaparecer Pedro de Valdivia, quedaba la Gobernación acéfala y sumida en la anarquía pues cada cabildo se erigió en autoridad dentro de su jurisdicción. Pasarían años antes de que se solventase la situación y se sentaran las bases definitivas del Chile actual forjado sobre el designio que concibiera Pedro de Valdivia, una figura que ha despertado general interés y admiración por los rasgos que le definen en medio de sus compañeros de gesta. Como puso de relieve Jaime Eyzaguirre
«No es un místico del océano como Colón, ni un valiente esquilmador analfabeto como Pizarro, ni un retrasado producto de la romántica caballeresca medieval como Diego de Almagro. Sin lograr desprenderse por completo de algunos matices de la Edad anterior es, sobre todas las cosas, un hijo del Renacimiento: diplomático, político, esteta del gobierno y de la guerra».
- EYZAGUIRRE, Jaime: Ventura de Pedro de Valdivia; Espasa-Calpe, Madrid, 1967.
- DELGADO, Jaime: Pedro de Valdivia; Historia 16, Madrid, 1987
- PEREZ BUSTAMANTE, Ciriaco: “Valdivia en sus cartas”, Revista de Indias 51(1953).
- Luis Vicente PELEGRÍ PEDROSA: «América en Castuera: el impacto del Nuevo Mundo en una villa extremeña», Diputación Provincial, Badajoz, 1993; Capítulo III de Ángel David Martín Rubio sobre el lugar de nacimiento de Valdivia y su genealogía.