Este libro que el amable lector tiene entre sus manos, no debería ser necesario. Y no debería serlo porque los pueblos tienen la necesidad, al menos de cuando en cuando, de recordar sus gestas y de sentirse orgullosos de su pasado; y eso suele formar parte de los programas educativos en las sociedades que no se avergüenzan de sí mismas y que asumen su historia sin censuras ni disimulos. Si lo es, si este libro resulta en alguna medida necesario, es porque la historia de España nos está siendo raptada desde hace mucho tiempo –demasiado- un plan de estudio tras otro, por una administración tras otra.
Muchos españoles -me atrevo a aseverar que, sin duda, una mayoría- no han oído hablar de casi ninguno de los episodios que aquí se relatan. Episodios que llenarían de legítimo orgullo a muchos pueblos no necesariamente dotados de menor bagaje histórico que el nuestro; no pocos de los protagonistas que por aquí desfilan tendrían en esos países asegurados sus monumentos, sus estatuas y sus placas; y sus nombres figurarían en los libros de texto de los bachilleres.
Por supuesto, nada de esto sucede en España, acaso por no contrastar el ajado rostro de nuestra contemporaneidad con la tersura de aquella heroica juventud que, lejos de ensoberbecernos, hoy nos sonroja. Hasta el punto de que hemos terminado por olvidar, no ya aquello que nos hizo grandes sino, simplemente, aquello que nos hizo. La historia de España viene siendo reiteradamente impostada cuando no, más sencilla y letalmente, falsificada.
¿Cuántos españoles saben que fue un compatriota nuestro el descubridor de las fuentes del mítico Nilo? ¿Se les ha explicado que las colonias hispanas de América del Norte eran tierra de promisión para los esclavos negros que huían de las plantaciones inglesas? ¿O que hubo un día en que un puñado de españoles asentados al otro lado del mundo consideraron muy seriamente la tarea de emprender la conquista de China? ¿Alguien les ha contado que las legendarias ruinas de Persépolis fueron identificadas por un español, que un madrileño se convirtió en el primer diplomático europeo en Asia, al ser enviado a la corte del poderoso Tamerlán para cerrar una alianza contra los turcos, o que el primer hombre que alcanzó la Antártida fue un marino español? ¿Sabían que otro español, anticipando el argumento de una célebre película en tres siglos y medio, fue capturado por los indios y se hizo uno de ellos, llegando a convertirse en jefe militar maya?
Y en otro orden de cosas, ¿cuánta gente ha oído hablar de Menéndez de Avilés, siendo que se trata del que fuera, quizá, el más grande marino del siglo XVI? ¿Cuánta, sabe que las californianas San Francisco y Los Ángeles son ciudades de fundación española? ¿Y que los españoles erigieron San Agustín, la primera población del territorio de lo que hoy son los Estados Unidos?
No es solo el desconocimiento entendido como ignorancia. Es el desconocimiento como humus del que se nutren las voraces y devastadoras plantas del pesimismo y el derrotismo.
El desastre de la Armada Invencible ha alojado en nuestro inconsciente colectivo el barrunto de nuestra inferioridad. A partir de ahí, se ha alimentado un complejo que hunde sus raíces en una decadente y deprimente visión, de acuerdo a la cual los españoles somos indefectiblemente inferiores a los europeos.
La verdad es, sin embargo, muy otra. Hasta el siglo XX, Inglaterra no ha conocido derrotas más amargas que las que les fueron infligidas por España entre los siglos XVI y XVIII. Los reveses más duros para la flota de Su Graciosa Majestad los sufrieron en la campaña de 1589 y en el sitio de Cartagena de Indias en 1741, ambos a manos de los españoles (y no olvidemos que para esta última aglutinaron la armada más poderosa que había visto la historia hasta la reunida para el desembarco en Normandía en 1944). Otros muchos golpes han recibido de las tropas españolas, por tierra o por mar. ¿Por qué seguimos considerando al corsario Drake, tenido por el más temible de nuestros enemigos, como el gran burlador de nuestro imperio cuando, en realidad, acumuló un rosario de fracasos ante los españoles que, finalmente, terminaron costándole la vida?
Nos cuesta reconocernos en aquellos españoles que alumbraron nuevos mundos. Nos cuesta entender que hubo un día en el que los españoles dominaban los mares y las tierras, doquiera se dirigiera la vista. En el que el océano Pacífico, la mayor masa de agua del planeta, era conocido como “el lago español”, y las islas de las antípodas llevaban nombres de vírgenes y santos españoles. Y en que las costas de América eran más seguras para los buques hispanos que las de la misma península ibérica.
Como corolario, recientemente una literatura nihilista y desengañada –en ocasiones, muy estimable, todo hay que decirlo- ha pretendido un retrato desgarrado de los españoles que protagonizaron aquellas hazañas. Reduciendo las cosas a su más inmediata naturaleza material, quieren despojarlos así de todo noble propósito, como si aquellas banderas y crucifijos que coronaban las flotas y expediciones españolas apenas hubieran sido sino los disfraces de una mascarada que trataba de ocultar una sórdida ansia de poder, de sangre y de gloria militar.
Vayan las páginas que siguen para recordar a quienes las lean que, como en toda empresa humana, hubo en la española multiplicidad de razones y motivos. Pero que los más altos no sólo tuvieron entre nosotros franca acogida, sino que fueron la polar de nuestros mejores esfuerzos.
Pues no sólo hicimos lo que a continuación se relata, sino que lo hicimos antes que nadie. De eso trata este libro.
(Prólogo del autor)
De los españoles, alguien como Nietzsche dijo que eran un pueblo que quiso ser demasiado. En este libro se dan algunas razones para considerar que quizá el filósofo alemán no anduviese tan errado.
¿Sabía usted que fue un español el descubridor de las fuentes del Nilo?
Y muchas más cosas…
una guerra entre España y Rusia en la que no se disparó un tiro;
(Prólogo del autor)
FICHA TÉCNICA | COMPRA ONLINE | |||
Título: | Antes que nadie | Libros Libres | ||
Autor: | Fernando Paz | |||
Editorial: | Libros Libres | |||
Páginas: | ||||
Precio | 20 euros | |||
De los españoles, alguien como Nietzsche dijo que eran un pueblo que quiso ser demasiado. En este libro se dan algunas razones para considerar que quizá el filósofo alemán no anduviese tan errado.
¿Sabía usted que fue un español el descubridor de las fuentes del Nilo?
¿Y que hubo un día en que el Océano Pacífico era conocido como “el lago español”?
¿Sabía que a fines del siglo XVI se consideró seriamente la conquista de China?
¿Y que un español estuvo a punto de gobernar Camboya?
¿Sabía que las grandes derrotas inglesas de la edad moderna fueron infligidas por España?
¿Qué el más grande marino del siglo XVI fue español y fundó la primera ciudad de los actuales Estados Unidos?
¿Qué los españoles fuimos los primeros en alcanzar Alaska?
¿O que enviamos embajadas a Asia central para establecer alianzas contra los turcos?
Y muchas más cosas…
una guerra entre España y Rusia en la que no se disparó un tiro;
un español que se erigió como jefe militar de los mayas en lucha contra los españoles; un buque que se pierde en el océano y que deja una huella genética imborrable;
un español que se convierte en el primer embajador europeo en Asia;
unos españoles que llegan a Méjico antes que Cortés;
un español que es el primero en alcanzar tierra antártica;
otro, que redescubre la olvidada isla de Pascua;
la conquista de Guinea, en una carrera contra el pesimismo…