Aquí vemos al general Miaja que tiene a su izquierda al lider comunista catalán Comorera, y a su derecha al coronel Ardid y al teniente coronel Ortega. Todos saludando con el revolucionario puño en la sien
Los que se consideran herederos políticos del Frente Popular, suelen denominar “militares republicanos” a los que combatieron en la guerra civil, haciendo frente a los militares sublevados, también denominados “fascistas”.
Esto, que sería normal en ellos, pues todo sistema politico trata de ocultar, no ya sus crímenes, sino sus errores, no lo es tanto (no debería ser tan normal) en la indefinida “derecha”, denominándola así para entendernos sin entrar en detalles. “Derecha” que se une a ese carro de la desinformación más sectaria. Porque no hay en el mundo una “derecha” más indefinida, desmotivada ideológicamente y cobarde, como la que disfrutamos en estos pagos.
Aquellos militares, desde los generales hasta los grados más modestos, que combatieron en ese ejército llamado astutamente “republicano”, son considerados hoy como gente noble, que promete lo que jura y que trata de salvar a una repúbica democrática. Y fueron muchos los generales considerados hoy “republicanos”. No olvidemos que de las doce Divisiones Orgánicas, sólo dos generales se sublevaron.
Como somos muy moderados, vamos a echarles alguna flor a estos militares “republicanos” diciendo que, quitando los estómagos agradecidos, los beneficiados por aquella república ya metida en el Frente Popular (elementos como Hidalgo de Cisneros, Mangada, Barcelo, Pérez Farrás, Sediles…), es decir, los sectarios, vamos a considerar que hubo otros que, al no estar de acuerdo con el alzamiento, pero sin una razón sectaria definida, pensaron que no había razón alguna para esa sublevación y, de alguna forma, se opusieron y lucharon contra ella. Pero eso es sólo admisible en los primeros momentos.
De algunos de ellos se ha llegado a decir que eran, no ya católicos practicantes, sino fervientes católicos. Es más, no conocemos el caso de ninguno de estos militares “republicanos”, que siendo calificado de católico, no fuera además “practicante” y “ferviente”. Pero una vez pasados los primeros momentos, cuando el Alzamiento, al fracasar, dio paso en la revolución marxista, esa que buscaban los partidos que se sublevaron el 1934 y que ahora eran el apoyo y base del Frente Popular al que consideraban una especie de trampolín para la Dictadura del Proletariado (¡Hemerotecas…!), unirse a las masas marxistas, las que asesinaban, robaban o destruían, cuando ya se veía claro cual era la jeta de aquella república del Frente Popular, ponerse a su lado no merece ni siquiera un moderado comentario.
Negrín con Rojo, Lister y otros “militares republicanos"
Es cierto que aquel régimen criminal y podrido trató por todos los medios, de cara al exterior, de dar una imagen de legalidad republicana, pero el sentimiento de la masa miliciana, al ser revolucionario, recha-zaba la bandera tricolor y prefería las suyas, las rojas o rojinegras. Y aquellos militares “repu-blicanos” que al principio
del conflicto acompa-ñaban como asesores o jefes de presuntos Esta-dos Mayores, a elemen-tos como el Campesino, Lister, Durruti… dificil-mente podían creer que estaban defendiendo a un república democrática. Y cuando eran testigos directos, casi desde el principio de la guerra, de que se estaba sovietizando aquel ejército popular hasta el punto de cambiar estrellas por barras, emblemas por la estrella roja de cinco punta, con comisarios políticos sobre ellos, y se cambiaba el noble saludo militar por el zafio puño en la sien…, podían haberse dado cuenta de lo que se estaba jugando era la sovietización de España. Quedarse en el lado “rojo” ya no tiene excusa.
Yo no sé que sentiria el general Riquelme que dirigía (?) el sitio del Alcázar cuando, después de la mina que hundió todo un torreón, la bandera que clavaron en sus ruinas era una bandera roja ¿Dónde estaba la republicana? ¿”Republicana”? ¿Y de qué república?. O los generales Pozas, Miaja y otros cuando veían desde sus despachos o puestos de mando la ola sovietizada plagada de banderas y símbolos rojos y marxistas.
Uno de los personajes más alabados entre estos militares es el que empezó la guerra como comandante y la acabó de general. Nos referimos a Vicente Rojo. Conservamos cinco libros de los que editaba en una editorial propia, junto con su compañero el entonces capitán Alamán. Indudablemente era Rojo un gran profesional, ilustrado en el tema militar, traductor de autores extranjeros, hombre trabajador y de los llamados “de orden”. Su cambio de rumbo después de la visita que hizo al Alcázar apenas tiene una explicación lógica. Alguno ha dicho que encontró la ocasión de dirigir su guerra y de poner en práctica, de forma directa, su saber profesional. Una especie de “juego de la guerra” pero de verdad. Es posible, pero al igual que su jefe Miaja, es responsable Rojo de haber mirado para otro lado cuando se asesinaba a más de un millar de compañeros, crímenes dirigidos y organizados por un Delegado de Orden Público que estaba, como él, a las ordenes de Miaja. ¿Era esa la república democrática que defendían?
Para lavarle la cara a Rojo se han dicho de él las cosas más inveriosímiles como, por ejemplo, que en su Cuartel General tenía su propio capellán que le decía misa diaria. Como ya no hay peligro para el valeroso cura, nos gustaría conocoer el nombre de tan enigmático y atípico personaje. Porque suponemos que Rojo estaba también al tanto de la brutal persecución religiosa que le impedía ser un practicante religioso fuera de su “cura privado”, ya que no había iglesias para practicar ni curas para ejercer como tales.
Otro “practicante y fer-viente” era el coronel Escobar, que a las órdenes del general Aranguren, Jefe de la Guardia Civil en Barcelona, permitió la matanza de sus compañeros del Regimiento de Cazadores de Caballería y de frailes en el convento de Carmelitas de la Diagonal, teniendo allí, y bajo su mando, a dos compañías de guardias civiles que mantuvo inmóviles.
Si la revolución estaba en marcha ¿cuál era el papel de estos militares “republicanos”?
¿Qué pasaría por la cabeza de Vicente Rojo que le provoca esa triste mirada? ¿Sería la humillación revolucionaria del saludo denominado “agarrarse el cuerno”?
Cuando el coronel Casado se sublevó contra el nefasto y sovietizado Negrín, trató de devolver a los componenentes de aquel ejército “republicano” los símbolos que podrían definirlos como auténticamente republicanos: el saludo, los emblemas y, sobre todo, el grito de”¡Viva España” que había sido proscrito en documentos y en actos oficiales, ya que el oficial era el “Viva la República”, aunque el más frecuente en mítines y calles era el de “Viva Rusia”.
Cuando vemos las fotos de estos “legalistas” rodeados de una horda feroz e indisciplinada, o saludando con el puño cerrado, no sabemos que sentimos más, si desprecio o lástima. Y cuando vemos las fosas de sus compañeros asesinados por centenares en Paracuellos….
Jesús Flores Thies
Coronel de Artillería-retirado