Las Juventudes Socialistas han ideado una campaña con el título poco académico de “Dale una patada al Diccionario”. Exigen la retirada del Diccionario Biográfico Español, publicado por la Real Academia de la Historia, y la dimisión de su Director, el ilustre profesor Gonzalo Anes. La muchachada socialista se queja de la “falta de objetividad y veracidad” de la obra que puede “herir la sensibilidad de muchos”, y está recogiendo adhesiones. El éxito de lectores que estos jóvenes auguran al Diccionario es de agradecer. Pero es obvio que estos voluntariosos cachorros socialistas no lo han leido.
En la misma senda, el pasado día 27 se debatió en la Comisión de Educación del Senado una Moción de Entesa Catalana de Progrés (PSOE-ERC-IU), que defendió Joan Saura, en la que se pedía “la retirada de los 25 tomos del Diccionario y la paralización de la edición de los 25 restantes”. También exigía “una rectificación pública de la Real Academia de la Historia por manipular la Historia, ensalzar la valentía del caudillo y ocultar la represión del régimen franquista”.
He escrito media docena de biografías para ese Diccionario sobre personajes liberales del siglo XIX. Como académico correspondiente de la Historia y conocedor del mecanismo seguido en la confección del Diccionario, considero injusta y desproporcionada la generalización de ataques de trazo grueso que está recibiendo.
La Real Academia de la Historia se fundó en 1738 por Real Cédula de Felipe V. Desde entonces, en sus cerca de trescientos años de trayectoria intelectual, nunca se había producido una polémica como ésta. Al menos por ello el hecho no debe ser tomado a la ligera.
En 1991 se publicó un antecedente del actual Diccionario Biográfico Español que ahora ha causado polémica: el Diccionario Biográfico dirigido por Miguel Artola, historiador de indudable prestigio, miembro de la Real Academia de la Historia. Este Diccionario fue financiado por el Ministerio de Cultura siendo ministro Jorge Semprún y Presidente del Gobierno Felipe González. En la entrada “Franco” no se dice que fuera “dictador” ni siquiera “autoritario”. No se produjo entonces ninguna polémica. ¿Por qué ahora sí? Está claro: Zapatero ha desbocado la llamada “Memoria Histórica” y cualquier despropósito se cobija bajo su sombrilla.
La Exposición de Motivos de la Moción de Entesa Catalana de Progrés está llena de incorrecciones, de medias verdades, incluso de falsedades. Parece que quienes la proponen sólo conoce el Diccionario por lo publicado en algunos medios de comunicación. No lo han leído.
La Exposición de Motivos recoge que el Diccionario considera al régimen de Franco “autoritario y no totalitario” y da a entender que el autoritarismo es algo así como una suavización del totalitarismo. Pero la cercanía estrecha entre autoritarismo y totalitarismo está ya en autores tan característicos como Hannah Arendt y Raymond Aron. La recogen historiadores españoles y extranjeros que entienden -y no me pronuncio al respecto- que una dictadura, y el franquismo lo era, que genera él mismo fórmulas hacia su cambio, es un sistema -“totalitario” o “autoritario”- pero de tratamiento singular. Ese camino lo llamó un conocido catedrático de Derecho Político “ir de la ley a la ley”. El caso de España es un claro ejemplo de régimen que transitó desde periodos férreos de totalitarismo a periodos más suaves que desembocaron en la transición y en la democracia yendo “de la ley a la ley”.
También se refiere la Exposición de Motivos, para descalificarlas, a las leyes que, según los periodos, “institucionalizaron” la dictadura de Franco. Que la Ley de Principios del Movimiento -como ocurrió con la Ley de Sucesión- supuso un marco institucional -no constitucional- en las etapas sucesivas y distintas de la dictadura, es una evidencia. Han tratado ese tema profesores tan poco sospechosos como Tierno Galván y Aranguren, entre otros. Es a lo que me refería al tratar sobre sistemas que permiten pasar “de la ley a la ley”, que es lo que ocurrió en España y que desembocó en la transición. Desde aquella Ley de Sucesión se accedió a la Monarquía parlamentaria y democrática que recogería después la Constitución Española de 1978. La Ley de Reforma Política hizo el “harakiri” a las viejas formas y dio pasos ciertos para acceder a la democracia. La Exposición de Motivos de la Moción olvida que en España no se produjo ruptura sino reforma. El dictador murió en la cama.
Se queja la Exposición de Motivos de que en el Diccionario se “ensalza” la valentía de Franco como militar. Pero ese es un aspecto que no puede ser valorado con rigor sino desde la percepción de quienes lo consideraron valiente en su día -los propios militares- que le otorgaron siendo oficial la Medalla Militar Individual en la llamada “guerra de África”, bastantes años antes de la guerra civil. Entiendo que si se incluye en la biografía es porque así lo reconoció el propio estamento militar. En el Diccionario se ensalzan justamente los valores militares de jefes del Ejército Popular de la República como, entre otros, los generales Rojo o Miaja.
No es del todo exacto que España “reculó” -curioso término que se emplea en la Exposición de Motivos- en lo cultural durante la larga dictadura, al menos esa generalización no es una afirmación objetiva. De hecho los grandes autores de la cultura española, que venían de antes de la República, de ésta y de la guerra civil, publicaron sus mejores obras, por meros motivos cronológicos, durante los años posteriores. Así Buero Vallejo (salió de la cárcel y al poco fue galardonado con el Premio Lope de Vega, un premio oficial), José Hierro (salió de la cárcel y al poco recibió el Premio Nacional de Literatura, un premio oficial), o Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso, entre tantos, que publicaron, fueron reconocidos, llegaron a la Real Academia Española y obtuvieron los Premios Nacionales de Literatura que convocaba el régimen. Podrían ponerse numerosos ejemplos. Cuando se opina que cuarenta años, nada menos, fueron un erial cultural es una desmesura además de una falsedad.
El historiador Luis Suárez Fernández, que firma la entrada “Franco” en el Diccionario, es autor de uno de los más completos estudios sobre el personaje: “Franco y su tiempo”, y trabajó efectivamente en los fondos de la Fundación Francisco Franco. Es curioso que se le acuse por ello. Historiadores franceses, ingleses y norteamericanos han investigado sobre el estalinismo en los archivos soviéticos y a nadie con rigor se le ha ocurrido pensar por ello que eran estalinistas. Los tratadistas que escriben o han escrito sobre el periodo de la Alemania nazi, entre los que hay primeros especialistas norteamericanos, ingleses y franceses, que han puesto en su lugar todos los periodos de aquel régimen ¿alguien con rigor los consideraría nazis? Que al autor de esa biografía no sea antifranquista no le inhabilita, si se diese el caso, para escribir la biografía del dictador. Precisamente el Diccionario, como demostraré más adelante, ha encargado las biografías a especialistas próximos a los personajes biografiados. Puede ser una decisión acertada o desacertada, pero se ha hecho así. Y supone un ejemplo de libertad y pluralismo.
Un mero enunciado de los autores de algunas biografías del Diccionario desmiente lo afirmado en la Exposición de Motivos. Se han buscado autores cercanos o expertos en los biografiados, en muchos casos ideológicamente afines. Algunos ejemplos:
La biografía de Marcelino Camacho la firma José Babiano Mora, del Patronato y de la Comisión Ejecutiva de la Fundación 1º de Mayo. La biografía de Buenaventura Durruti la firma Diego Camacho Escámez, conocido como “Abel Paz”, historiador militante del anarcosindicalismo. La biografía de Nicolás Redondo Urbieta la firma Rubén Vega, autor propuesto por la Fundación 1º de Mayo. La biografía de Felipe González la firma Juan Luis Cebrián, ex-director de “El País”, reconocido amigo del ex-Presidente. La biografía de Domingo Malagón Alea la firma Victoria Ramos Bello, directora del Archivo Histórico del Partido Comunista de España (PCE). La biografía de Pablo Iglesias la firma Joan Serrallonga Urquidi, Catedrático de Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona. Ha centrado su actividad investigadora en el estudio de las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera en la época contemporánea y en el análisis de la guerra civil. Entre sus publicaciones destaca “Pablo Iglesias. Socialista, obrero y español”. La biografía de Largo Caballero la firma Juan Francisco Fuentes Aragonés, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid. Las biografías de Lluis Companys y de Francesc Macià las firma Josep Sánchez Cervelló. De todo el movimiento obrero catalán ha sido responsable el equipo de María Teresa Martínez de Sas y Pelai Pagès, coordinadores de la obra “Diccionari Biogràfic del Moviment Obrer als Països Catalans”.
Aurelio Martín Nájera, de la Fundación Pablo Iglesias, especialista en diputados de la República, y perteneciente al Comité Técnico de la “Cátedra del Exilio” republicano, ha biografiado a socialistas y exiliados. En este marco, participaron autores como Fernando Serrano Migallón, de la Universidad Autónoma de México que ha elaborado la biografía de republicanos en el exilio y la de Jesús Galíndez, delegado del Gobierno Vasco en el exilio en la República Dominicana, asesinado por orden del dictador dominicano Leónidas Trujillo. Joseba Aguirreazkuenaga Zigorraga, Catedrático de Historia Contemporánea en el País Vasco, junto con Susana Serrano Abad, José María Beascoechea y otros, han escrito sobre parlamentarios vascos. La biografía de Tarradellas la firma Josep M.ª Bricall Masip, que fue Secretario General de la Presidencia en el primer gobierno provisional de la Generalitat de Cataluña (1977-1979) y consejero de Gobernación del mismo gobierno (1979-1980). Juan José del Águila, magistrado en la actualidad y en su día miembro del grupo de abogados de Atocha, ha biografiado a todos sus compañeros asesinados, así como al coronel franquista Eymar. José Luis de la Granja Sainz es autor de la biografía de Sabino Arana y de la entrada relativa al nacionalismo vasco. Marie-Ángele Orobón, experta en republicanismo de la Universidad de la Sorbona, firma la biografía de Anselmo Lorenzo Asperilla. Susanna Tavera, experta en anarquismo e historia de la mujer, que tiene publicada una monografía de Federica Montseny, ha redactado su biografía.
Es curioso que la Exposición de Motivos disienta de la afirmación de que “un pronunciamiento militar fallido desembocó en una guerra civil”. Esto lo afirman historiadores de diferentes nacionalidades que han escrito sobre la guerra civil. Y más curioso aún es que se diga, como afirmación contraria a la anterior, que fue “un golpe militar”. “Pronunciamiento militar” y “golpe militar” son conceptos sinónimos; ignorarlo supone desconocer otro Diccionario muy útil: el de sinónimos. En el siglo XIX se utilizaba comúnmente el término “pronunciamiento” y en el siglo XX el de “golpe”. Esa es la diferencia. Los militares que se sublevaron contra la República, Franco era uno de ellos, fueron responsables de un “golpe” o de un “pronunciamiento”, pero lo que convirtió aquel hecho en una guerra civil fue que fracasó.
Niega la Exposición de Motivos -¿por qué?- que las fuerzas leales a la República eran, al menos durante un periodo de la guerra civil, notoriamente superiores a las sublevadas. Pero esa evidencia también está en la Historia y se incluye en la “Historia del Ejército Popular de la República”, en las “Memorias” de Hidalgo de Cisneros, jefe de la Aviación republicana, o en las “Memorias” de Azaña, de Prieto o de Zugazagoitia entre cientos de referencias bibliográficas. Negarlo es una imprudencia histórica que demuestra, una vez más, ignorancia.
Hitler, en efecto, apoyó a los sublevados, y lo hizo Mussolini (que no se cita en la Exposición de Motivos) pero también está muy estudiada la ayuda financiera y en material bélico de la Unión Soviética a las fuerzas leales a la República (en España incluso se llegaron a fabricar aviones “chato” y “mosca”). En cuanto a tropas combatientes, voluntarios de 54 países en número de 60.000, movilizados por la Komintern o Comintern (Internacional Comunista), se integraron en las Brigadas Internacionales. Según el Informe del Foreign Office, finales de 1938, esta masa combatiente era superior a la ayuda conjunta alemana e italiana a lo largo de la guerra: la alemana Legión Cóndor (aviación, repuestos y componentes mecánicos) y el C.T.V. italiano, con cerca de sesenta mil voluntarios. Que la Exposición de Motivos hable de la ayuda hitleriana a la España de Franco y no mencione la ayuda de la Unión Soviética y de la Komintern o Comintern estalinista a la España republicana es una prueba de falsificación histórica, que es precisamente lo que la Moción denuncia en el Diccionario Biográfico Español.
Que la Exposición de Motivos diga textualmente: “El Diccionario Biográfico Español es una recopilación de ideas que forman parte del pensamiento fascista español, cuya versión sesgada se pone también de manifiesto en las loas vertidas a José María Aznar” es un despropósito, una desmesura, y prueba el sectarismo de la Moción y la falta de rigor de quien la propone. Que en la biografía de Aznar se diga que la oposición de entonces utilizó políticamente el hundimiento del Prestige se considera una manipulación. Pero fue así. Hay hemerotecas.
Por último, que la Exposición de Motivos acuse de reescribir la Historia a la máxima Institución histórica del país, en la que hay académicos de todos los colores, es sencillamente una nueva prueba de desconocimiento y de ignorancia. Lo que ha hecho la Real Academia de la Historia, y no sólo con subvenciones públicas, es conseguir un Diccionario Biográfico Español con más de 40.000 entradas que hasta ahora no existía y está a la altura de obras similares que gozan de prestigio en el mundo.
Quienes acusan a la Real Academia de la Historia de reescribir la Historia son precisamente quienes llevan años tratando de reescribirla. Dice bastante del talante de estos detractores del Diccionario que quieran censurar más de 40.000 entradas biográficas porque no les gusta el tratamiento de alguna de ellas. ¿Y Séneca? ¿Y Viriato? ¿Y los españoles del siglo XI? ¿Y Berceo? ¿Y los españoles del siglo XIII? ¿Y Cervantes y los clásicos? ¿Y Jovellanos? ¿Y Pi i Margall? ¿Y Castelar? ¿Y los escritores de la generación del 98? ¿Y los del 27? ¿Y Prieto, Durruti, o Largo Caballero, cuyas biografías firman afines? ¿Y nuestros Premios Nobel ? ¿Piden que se guillotinen todas sus biografías al exigir en la Moción que se retiren los 25 tomos publicados del Diccionario Biográfico Español y que se paralice el curso editorial de los 25 tomos restantes?
En cuanto a que la Real Academia de la Historia rectifique públicamente “por manipular la Historia, ensalzar la valentía de Franco y ocultar la represión del régimen franquista”, la petición es un disparate. Estos volúmenes no son una Historia de España; son un Diccionario Biográfico Español. No se puede rectificar un todo porque haya alguna parte que no satisface a algunos. Ya hablé del asunto de la valentía. Que se oculte la represión del régimen franquista no es cierto; aparece en decenas de entradas. Además no se trata de una Historia del régimen sino de una biografía, entre decenas de miles, de un personaje histórico. Todas las biografías están firmadas y sus responsables son sus autores. La Editorial no es responsable.
Me espanta pensar que Entesa Catalana de Progrés, Grupo Parlamentario en el que esta integrado el PSC, la referencia catalana del PSOE que gobierna en España, lo que quisiera es que este Diccionario Biográfico fuese algo así como la célebre Enciclopedia Soviética, que ese sí era ejemplo de unanimidades. Pero este Diccionario se asemeja a otros Diccionarios Biográficos considerados ya clásicos en los que cada entrada tiene su responsable y a nadie se le ocurriría pedir que se censurase ésta o la otra biografía porque por meros motivos ideológicos no les gustan. Y mucho menos a nadie se le ocurriría exigir que se destruyese o se suspendiese su edición.
La Historia deben hacerla los historiadores. No otorguemos etiquetas de sabios o de necios dependiendo de que coincidamos o no con lo que escriben. Seamos rigurosos y serios. Y seriedad y rigor es lo que le falta, y en grado sumo, a la Moción. Y le sobra sectarismo e ignorancia. Queda recordar que en el transcurso del debate en el Senado la Moción recibió una enmienda transaccional y se aprobó por 13 votos contra 12, con los votos en contra del Partido Popular.
Hay que leer más y anatemizar menos. O, mejor, no hay que anatemizar nada.Publicado en As de bastos