Desde hace años, la Fondation Jérôme Lejeune, que preside en Francia Jean-Marie Le Méné [también tiene existencia en España: Fundación Jérôme Lejeune] mantiene una batalla constante ante los tribunales franceses para proteger a los embriones humanos de la ley que permite experimentar con ellos. Consiguió un gran triunfo cuando se admitió su personación como parte interesada. Luego, caso a caso, no todo han sido victorias, pero, en la estela de Jérôme Lejeune (quien siguió esa misma línea de combate en todos los terrenos), han conseguido mantener abierta la conciencia de que, desde la concepción, todo ser humano merece respeto.

Lo que ha bastado para ser señalados y acusados desde los medios sistémicos, como recientemente hizo Le MondeLucie Pacherie, portavoz, jurista y responsable legal de la Fundación Jérôme Lejeune cuenta esta historia en La Nef:

Defender el embrión ante los tribunales

10 de agosto de 1989 en Maryville (condado de Blount, Tennessee, Estados Unidos): "Ahora tenemos la prueba de que no se trata de piezas de recambio que extraer según nuestras necesidades, ni de material experimental que tirar después de su uso, ni de bienes perecederos que congelar o descongelar a voluntad, ni de propiedades que intercambiar o vender. Como genetista, diría que un ser humano muy joven [...] no puede ser propiedad de nadie, porque es el único en el mundo que tiene la propiedad de construirse a sí mismo. [...] La ciencia tiene una idea muy sencilla del hombre; en cuanto es concebido, un hombre es un hombre".

Así concluyó Jérôme Lejeune su demostración científica ante el juez Dale Young durante un juicio histórico. Tres días antes había sido llamado urgentemente para declarar en un caso de divorcio. El juez tenía que decidir si sus siete embriones congelados eran bienes que había que liquidar, como deseaba el padre, o niños muy pequeños que había que poner bajo custodia, como reclamaba la madre. Jérôme Lejeune no dudó en declarar ante los tribunales sobre la humanidad de los embriones. Y la defensa de estos jóvenes seres humanos por parte del pionero de la genética moderna tuvo éxito, ya que el tribunal dictaminó que "los embriones humanos no son objetos de propiedad. La vida humana comienza en el momento de la concepción. [...] Está claro que lo mejor para el niño o los niños in vitro es que su madre, la señora Davis, tenga la oportunidad de llevarlos a término mediante la implantación. [...] Se le concede la custodia temporal".

Las citas entrecomilladas anteriormente provienen de la propia obra que escribió Jérôme Lejeune sobre este juicio y su intervención en él: 'El embarazo/recinto concentracionario según las actas del proceso de Maryville', donde juega con el doble significado de la palabra 'enceinte' (embarazo y recinto) para evocar la deshumanización de los campos de concentración como analogía del deshumanizador trato dado a los embriones congelados, cuya humanidad él defendió científicamente.

El papel natural de la Fundación

Veinte años más tarde, era natural que la Fundación Lejeune asumiera la defensa de los miembros más jóvenes de la especie humana ante los tribunales franceses. Sobre todo porque el Consejo de Estado reconoció que la Fundación Lejeune tenía interés en actuar -único en este ámbito- por el hecho de que "financia proyectos de investigación [...] que preservan la integridad del embrión humano, de conformidad con los principios enunciados en sus estatutos".

En 2008, cuatro años después de la primera revisión de la Ley de Bioética, la nueva Agencia de Biomedicina (ABM) emitió las primeras autorizaciones para la investigación con embriones humanos y sus células madre. Hay que recordar que la investigación sobre el embrión humano o sobre las células madres implica la destrucción del embrión. Además de este escándalo ético, la Fundación tuvo conocimiento de un escándalo jurídico: la ABM expedía autorizaciones que no se ajustaban al marco legal. Así pues, desde hace más de quince años, la Fundación Lejeune controla y examina estas autorizaciones, y en algunos casos las somete a los tribunales administrativos. De este modo se ha creado una jurisprudencia única sobre el embrión humano.

José Javier Esparza ha escrito una impactante biografía del gran genetista francés: 'Jérôme Lejeune: amar, luchar, curar' (LibrosLibres).

Algunos críticos, como un reciente artículo de Le Monde, dirán que se trata de un acoso procesal, que se trata de "retoques" o que la Fundación pierde todos estos recursos. En quince años, de 300 autorizaciones emitidas, 61 han sido sometidas a los tribunales, todas ellas estimadas (por tanto, ningún recurso abusivo), y 8 han sido anuladas definitivamente.

Un trabajo útil

Este trabajo ha estado lejos de ser inútil. En primer lugar, porque estos recursos han permitido plantear numerosas cuestiones jurídicas sobre un régimen jurídico impreciso de la investigación. Sin la Fundación Lejeune, la justicia no se habría preocupado por el embrión humano, y la Agencia de Biomedicina nunca se habría sentido observada u obligada a ser más rigurosa. La salvaguardia es real. En segundo lugar, porque la Fundación Lejeune ha permitido a los tribunales administrativos anular autorizaciones manifiestamente ilegales por varios motivos, entre los que destacan: la falta de motivación, la falta de trazabilidad de las células madres, la falta de verificación del consentimiento de los padres, el incumplimiento de la obligación de preferir la alternativa al embrión, la violación de la prohibición de crear embriones transgénicos, la falta de autorización de conservación de embriones con fines de investigación.

No es normal que un organismo estatal sea tan negligente en este ámbito opaco, deliberadamente reservado a los expertos. La Fundación Lejeune está realizando un ejercicio democrático que exige transparencia. Es un trabajo que ayudará a la sociedad francesa a darse cuenta un día de que "un hombre es un hombre" y que merece un respeto absoluto.

Traducción de Verbum Caro.