Este sábado, unos cuantos vecinos de Brével, localidad de mil quinientos habitantes en el noroeste de Francia, asistieron a la bendición y reposición de un crucero en una de las vías de entrada de la localidad. Fue instalado a principios del siglo XX, pero hace veinte años el ayuntamiento lo retiró para ampliar y arreglar la carretera. Las autoridades municipales de entonces prometieron al agricultor dueño del terreno que reinstalarían el monumento, pero por unas razones o por otras eso jamás se verificó.

Ateo y cumplidor

Años después ganó la alcaldía Alain Gagne, independiente de adscripciones políticas pero miembro de un grupo "librepensador", en cuanto tal contrario a todo tipo de dogmas religiosos. Podía haber prescindido de lo acordado por sus predecesores, pero actuó con sentido de la responsabilidad institucional. "A mi llegada, en 2014, me comprometí a cumplir aquella promesa. En el campo, el respeto a la palabra dada es más importante que una firma sobre un pedazo de papel. Soy completamente ateo, no tengo ninguna pertenencia religiosa. Pero respeto los compromisos", explica Alain a Le Parisien.

Aunque pasaron años, Gagne no olvidó su promesa. Llegado el momento de cumplirla, tenía una restricción: no podía acudir al presupuesto municipal, por tratarse de una imagen religiosa. Así que se puso al mando de las operaciones y coordinó a diversos vecinos para que colaborasen gratuitamente.

Un carpintero jubilado se encargó de la cruz de roble. Y el mismo alcalde fabricó el pedestal. Talló y pulió la piedra durante semanas, y llegado el momento de ponerla como fundamento, lo hizo personalmente, aunque con ayuda: "Hubo que cavar un agujero de 60 centímetros de profundidad. Un amigo vino a echarme una mano con su excavadora".

Un Crucifijo venido desde Lourdes

Faltaba el Jesús Crucificado, que también tiene su historia. Se responsabilizó de ese apartado Jean-Michel Harent, un consejero municipal del pueblo de al lado, Boissy-Mauvoisin, a dos kilómetros de Bréval. Estaba gravemente enfermo y hace dos años acudió a Lourdes a pedirle a la Virgen su curación. Allí adquirió el crucifijo por 80 euros, que pagó de su bolsillo. Al volver, se lo entregó al alcalde... y al poco tiempo murió.

Así que sus familiares sintieron una emoción especial cuando, junto a Alain y otros vecinos, asistieron a la bendición del nuevo monumento. Con una satisfacción muy particular para el alcalde, además de la de haber hecho honor al compromiso adquirido por sus predecesores y asumido por él mismo: "¡No le ha costado nada a las arcas municipales! ¡Solo un dolor de espalda para mí!", bromea.

Su gesto fue encomiado por el párroco. "Ha obrado como alcalde de una forma muy hemosa", elogia el padre Olivier Laroche: "Ha honrado su promesa, y eso es digno de alabanza".