Ángel Bipendu es una religiosa que se ha convertido en un auténtico ángel para miles de habitantes de la localidad de Zogno, que con 9.000 habitantes y ya más de 90 muertos es de las más afectadas por el coronavirus en toda la provincia italiana de Bérgamo.
Esta religiosa natural del Congo y de la congregación de las Discípulas del Redentor llegó hace 16 años a Italia y comenzó a estudiar Medicina “porque Dios lo quería” y porque sentía que podía ser más útil así” para un día poder volver a África y poder ser de gran utilidad en un país donde un médico es un bien muy preciado.
12 horas diarias atendiendo enfermos
Lo que nunca hubiera podido imaginar es que se convertiría en un ángel pero en Europa, primero en buques de la Guardia Costera italiana asistiendo a migrantes como doctora del Cuerpo de Emergencias de la Orden Malta y ahora jugándose la vida visitando diariamente durante más de 12 horas en sus casas a los enfermos de coronavirus o que piensan que están contagiados.
En una entrevista con Cristina Cabrejas para la agencia EFE, esta religiosa y médico puede atender en sus domicilios en una doble vertiente, tanto física como espiritual. "No soy yo quien sigue las emergencias, son las emergencias que me persiguen a mí", relata esta monja
Ella asegura de manera rotunda que no tiene “miedo” de contagiarse al estar más de 12 horas diarios con enfermos de coronavirus y sobre todo cuando el virus ha causado ya numerosas víctimas en Bérgamo entre médicos y sanitarios.
"Perdidos y solos"
"Yo trabajaba en la localidad de Villa D'Alme (en la provincia de Bérgamo) como médico de guardia nocturna y allí me tocó la emergencia, pero no tenía miedo por mí, tenía miedo porque yo era la única que salía de mi comunidad y temía que podía infectar a las demás hermanas", explica.
Para poder ayudar a los enfermos y no poner en riesgo a sus hermanas pidió permiso a la superiora para poder "aislarse" y no ser motivo de contagio y "poder estar más tranquila, más en contacto con los enfermos y ayudando".
"En las dos primeras semanas de la emergencia, la situación era muy difícil tanto para la gente como para los médicos. Las personas por miedo, por desconocimiento de lo que tenían, se quedaban en casa sin ayuda. Además muchos de sus médicos tuvieron que guardar cuarentena, o se enfermaron o incluso murieron. Se encontraron perdidos y solos”, explica sobre la situación que vivió.
Ahora como médico de las Unidades Especiales de Continuidad Asistencial (USCA), "vamos a los domicilios a cuidar a las personas enfermas de coronavirus, o que se sospecha que tienen síntomas y aún no han realizado las pruebas, o aquellas a las que es necesario activar una unidad especial para acompañarlos en el hospital porque necesitan ser ingresadas".
"Además de ser médico, soy monja"
En su labor como sanitaria nunca oculta su condición de religiosa y aunque debajo del traje de protección no puede llevar su hábito asegura que siempre que entra en una casa se presenta: “además de ser médico, soy una monja”.
Además, señala que hay gente que se “sorprende” y “no se lo cree”. Cuenta que “cuando estaba en las guardias nocturnas y veían a una monja siempre me preguntaban dónde estaba el médico” y que “alguno le dijo que las monjas tendrían que estar en el convento a esas horas de la noche".
Sin embargo, Ángel dice que “no hago nada malo. Yo cuando estoy en comunidad soy monja y hago lo que se me requiere, pero cuando estoy en el ambulatorio hago lo que el Estado me pide".
La realidad es que muchos pacientes o familias que han perdido a sus seres queridos es consolador tener una religiosa cercana. "Son muchos los pacientes que han muerto sin sacramentos, eran católicos y eran personas ancianas que iban a misa, a quienes les hubiera gustado tener la extremaunción, pero no se ha podido. Siempre que he tenido que ir a certificar una muerte, pido también si les gustaría que rezásemos un momento. Nunca lo han rechazado”, agrega, recalcando que "soy yo la que he rezado siempre por todos los pacientes", añade.