"Ya está. Lo tengo. El rostro de Jesús que siempre he buscado. Tiene un aire ingenuo, como Tintín. Pómulos rosados, dos puntitos tiernos, traviesos... y un bigote fino y risueño, como yo. Estamos en marzo de 2020. Estoy confinado en París. Y dibujo constantemente, sin parar. Durante años di vueltas, iba de un extremo al otro. Pero este encierro, la soledad, hace que mi mano nunca deja de dibujar... saca cosas de mí", escribe Benoît Donon en La Vie.
Donon nació en la región de Versalles (Francia), en una familia católica no muy expresiva, donde la fe no se mostraba con palabras, sino con actitudes. Es el mayor de cuatro hermanos y ya desde pequeño tuvo una gran sensibilidad y sentido artístico. "Siento que el trabajo de las manos es más importante que el trabajo intelectual", reconoce.
Su fuerza compensa mi debilidad
A los once años, Benoît empezó a recibir clases de arte en un centro social, luego hizo cursos en la Escuela de Bellas Artes de Versalles, donde crearía moldes de yeso, con formas de pies, manos, rostros, el busto de Sócrates, Luis XIV, etc. "Siento que estoy creando algo único que viene de mí. Esto eso es lo que me pide la vida: dejar algo estrictamente personal. Y no tener éxito en mis estudios a toda costa", explica.
La belleza y el arte han sido siempre fundamentales en la vida de Donon, pero más importante aún ha sido su fe. "A los seis años, cuando hice la primera comunión decidí que Jesús sería mi 'amigo imaginario'. Era un amigo imaginario más interesante que otros porque estaba convencido de que existía. Jesús estaba vestido con una toga, llevaba el pelo largo, comía higos, caminaba sobre la arena y… usaba sandalias. Un hombre que usa sandalias está siempre de vacaciones y solo nos puede comprender y ayudar", comenta.
El artista se fue haciendo mayor y, en la adolescencia, comenzó a estudiar Teología a la par que Historia del Arte. "Me encontré con las representaciones pictóricas de un Jesús majestuoso, real y fuerte. Cuando expulsa a los mercaderes, va con el látigo, derribando todo lo que encuentra a su paso. Me dije que su fuerza compensaría mis debilidades, que podría vengarme cuando alguien me hiciera daño", recuerda.
Sin embargo, a los 25 años sufre un duro golpe. "Experimento un rechazo total y tengo la sensación de no ser nada. Comencé a trabajar en el mercado del arte, me convertí en asistente de anticuario y me refugié en esa belleza que seguía hablándome de Dios. Nunca consideré que Él fuera la causa de mi infelicidad, siempre he estado convencido de que me ama tal como y soy, incondicionalmente. Es el único que cumple sus promesas: una promesa de amor, de confianza. Dios es fiel", comenta.
Jesús, en la silla de al lado
"Cada día, como con el amigo imaginario de mi infancia, sigo sus pasos, como en un baile. A veces me acerco, a veces me alejo, y tomo otros caminos; incluso piso sus pies o los culpo por no acercarse más. Querer experimentarlo requiere mucho abandono. Es aceptar que gran parte de tu vida no te pertenece", expresa Benoît.
A los treinta años, se incorporó a una consultora y poco después se convirtió en director de recursos humanos. "Descubrí un mundo profesional muy difícil: a menudo, en las entrevistas, sacaba una tercera silla y, en secreto, invitaba a Jesús a sentarse entre nosotros. Muy marcado por la Regla de San Benito, trato de ver a Dios en cada persona que me encuentro", relata el artista.
Siete años después, murió uno de sus tíos abuelos. Era un hombre discreto, alegre, un músico de renombre especializado en canto gregoriano. Vivía solo, en una casa donde cada habitación estaba decorada según un tema y llevaba los nombres de los santos. Al no tener hijos, le dejó la casa a él… al igual que sus amigos. Algunos de los cuales eran enmarcadores artesanales.
Benoît dejó su trabajo y se puso a estudiar Gestión. "Al verme dibujar, uno de mis profesores me susurró: '¡El dibujo es para compartir!'. En 2018 publiqué una historia gráfica sobre el Papa Francisco. Un año después, me hice cargo de un taller de enmarcado en el distrito siete de París. Anhelaba este trabajo tan manual que me pone cara a cara conmigo mismo, es decir, a solas con ese Jesús que pone sus manos en las de su carpintero", explica.
"Al ver la angustia que tenían algunas personas cercanas durante el confinamiento, tuve el deseo de compartir mis dibujos en las redes sociales, para decir: 'Déjate conquistar por esta ternura, ve a buscarla, date cuenta de que eres amado. Juega la carta del amor de Dios'. Éditions Nouvelle Cité escribió un libro sobre ello y acepté, para mostrar el modo en que Cristo puede actuar en cada vida", comenta.
Aquí puedes ver un vídeo sobre su último libro.
"¿Quizás por eso le puse un bigotito a Jesús? Creo en su cercanía, en su humanidad. Dibujarlo así, casi ingenuamente, a mi semejanza, es quizás una manera de acercarlo a mí. A cada uno de nosotros", concluye.
En 2023, el diseñador y enmarcador publicó Un cuaderno de ternura, donde cuenta cómo, durante un viaje a Italia, se encuentra con un rostro de Cristo, que fue como un "flechazo". "Me encontré con sus ojos risueños, sus pómulos todavía rojos y una mirada traviesa. La pintura se había descolorido pero su mirada me decía: ¡vete!".