Rajesh Mohur creció en la isla Mauricio, en el Océano Índico, a unos 800 kilómetros al este de Madagascar. Como la mayoría de mauricianos, Mohur era de religión hindú. Creció hablando criollo (el idioma local) y estudiando sánscrito (antiguo idioma utilizado en el hinduismo).
La familia Mohur pertenecía a la casta sacerdotal brahmán, la más alta de las cuatro castas de la sociedad hindú (sacerdotes e intelectuales; guerreros y gobernantes; comerciantes y artesanos; campesinos y trabajadores). De hecho, el padre era un sacerdote que llegó a ser presidente de la Asociación Hindú de la isla Mauricio.
"Buscaba a un Dios vivo"
"Mi padre solía enseñarme las oraciones y las escrituras hindúes", relató Mohur hace un tiempo, en una entrevista de la que se hace eco ahora National Catholic Register. Cuando el joven tenía 16 años, su padre lo envió a la India para que continuase su educación en Gujarat, la ciudad en la que nació el líder Mahatma Gandhi.
Durante su paso por la India, Rajesh Mohur se fue introduciendo más y más en la cultura hindú y en la práctica religiosa. ''Estuve en tantos templos y conocí a tantos gurús. Fui testigo de todo lo que allí se vivía, eran lugares pacíficos y bellos... pero tu vida no cambiaba, yo buscaba a un Dios vivo. Siempre me topaba con algo que no podía cumplir", confesó.
Después de ser aceptado en una universidad del estado indio de Rajasthan, Mohur terminó quedándose en la India, donde se licenció en Física. Pero, cuando iba a inscribirse en un máster en Inglaterra recibió la noticia de que su padre había muerto.
Su familia estaba teniendo problemas económicos, y Mohur se sintió obligado a regresar a Mauricio para ayudar. Tras la muerte de su padre, la práctica religiosa del joven se incrementó. "Rezaba todos los días, pero, a menudo, tenía una sensación de ira y amargura. Siempre me decía: '¿por qué estoy en esta situación?'", recordaba.
En aquellos años de la década de los 80 era muy difícil encontrar trabajo en Mauricio. Mohur decidió emigrar a Italia, había oído que el país no era tan estricto en conceder visados. Y, después de una década en Italia, Mohur fue contratado por la familia Acutis en diciembre de 1995.
Fue entonces cuando Mohur conoció al pequeño Carlo, "el beato de Internet". Lo primero que le llamó la atención fue su cabello castaño y rizado, le recordaba a los querubines de las pinturas que había visto en Milán. En su segundo día de trabajo, Mohur recuerda que el pequeño Carlo se le acercó con una gran sonrisa y le regaló un chicle.
En los días de lluvia, Acutis y Mohur veían dibujos de la Biblia y de los santos en televisión. El mauriciano observaba con cierto interés, nunca había conocido de cerca el catolicismo.
Desde que Carlo hizo su primera Comunión, a la edad de 7 años, Mohur lo acompañaba cada día a la iglesia para ir a misa o para rezar de camino al colegio. El hindú observaba asombrado cómo cambiaba el comportamiento de Acutis cada vez que estaba frente al Santísimo. Mohur se sentaba en silencio en la parte de atrás y observaba al joven rezar con fervor.
Vendió todos sus juguetes
''Carlo se transformaba dentro de la iglesia. Sabía que allí había algo diferente, que en ese lugar vivía Jesús. Cuando vi su comportamiento, algo tocó mi corazón", recordaba Mohur. Acutis tenía siempre ganas de hablar de aquello que amaba: el cielo, la Misa y la presencia de Jesús en la Eucaristía. "Me explicaba todo con tanta dulzura", decía Mohur.
"Siempre hablaba de la Eucaristía, de Jesús, de cómo sufrió y sacrificó su vida por nosotros. Carlo me dijo que siempre podía encontrarme a Jesús presente en carne, alma y sangre en el Santísimo", explicaba Mohur, que siempre admiró la preocupación que demostraba Acutis por los demás.
Mohur recuerda que una vez el pequeño Carlo cogió sus juguetes, incluidos algunos regalos de Navidad, y le pidió que lo acompañara a venderlos para darle el dinero a los pobres. "Los pobres estaban acostados frente a la iglesia, dormían en el suelo y hacía bastante frío. Dijo que estaban sufriendo y que necesitaban ayuda", apuntó Mohur.
"Cuando empecé a ver cómo actuaba aquel niño tan pequeño, me convertí", confesaba Mohur. Acutis le enseñó a rezar el Rosario y le invitó a rezarlo con sus padres. El hindú había adquirido el hábito de recitar esa oración todas las noches antes de acostarse. Carlo le dijo que un no bautizado podía rezar el Rosario, pero que solo los católicos practicantes podían recibir la Sagrada Eucaristía.
Acutis le explicó que la Eucaristía es la culminación de la caridad y que las virtudes se adquieren a través de la vida sacramental. "Carlo se sabía el Catecismo casi de memoria y lo explicaba de forma tan brillante que lograba emocionarme. Todas esas experiencias cambiaron mi vida. Pude conocer por fin a un Dios vivo", apuntaba Mohur.
En 1999, cuatro años después de conocer a Carlo, Mohur se bautizó en la parroquia de los Acutis. Tenía casi 30 años y recibió a la vez todos los sacramentos: bautismo, primera Comunión y confirmación. La familia organizó una gran fiesta en su apartamento.
Después, Mohur dejó que Carlo eligiera a dónde saldrían a cenar. El pequeño propuso: "Vamos al restaurante chino, porque hoy es un día muy especial". Mohur entonces bromeó: "Es un día especial para mí, pero es más especial para ti... que te gusta la comida china".
Su madre también fue tocada
Acutis confesó a sus padres que había muchas personas que no se daban cuenta del regalo infinito que era recibir el bautismo. Precisamente, después de ser bautizado, Mohur iba con Carlo todos los días a misa, ya no como observador sino como participante.
Pero, la intercesión de Carlo para cambiar la vida de las personas no se iba a quedar en Mohur. Unos años más tarde, la madre del mauriciano viajó desde la isla a Milán para visitar a su hijo. Carlo la invitó a ir a misa con ellos. La madre dijo que no entendía nada, que tenía poca familiaridad con la fe católica y que no hablaba nada de italiano.
Pero Acutis, que había nacido en Londres, le hablaba a la madre en inglés. Los dos se sentaban en la cocina y Carlo le contaba cosas sobre Jesús y la fe católica. En una ocasión le explicó de una manera tan convincente la historia de las apariciones de Lourdes que ella quiso viajar a Francia. Gracias a la familia Acutis, la madre de Mohur se quedó en Lourdes una semana. Cuando regresó a Mauricio, pidió ser bautizada.
Puedes ver aquí una entrevista reciente a Rajesh Mohur.
Tras su bautismo, la madre de Mohur visitaba siempre a los enfermos de Mauricio y rezaba con ellos. A menudo usaba el agua bendita que había traído de Lourdes. "Esa fue la magia de Carlo. Gracias a él nos convertimos mi madre y yo", recordó Mohur.