Ese es el ambiente que encuentra en Francia este veterano diplomático, que ha servido en las representaciones pontificias en Angola, Estados Unidos, Egipto, Polonia y Rusia. En la Secretaría de Estado fue Subsecretario de Relaciones con los Estados de 1992 a 1995, y de un notable período en la Misión de la Santa Sede ante las Naciones Unidas; el Arzobispo Migliore realizó su primera visita a Francia, como Enviado Especial y Observador Permanente ante el Consejo de Europa en Estrasburgo (1992-1995).
- ¿Con qué espíritu se acerca a esta nueva misión?
- Estoy agradecido al Papa Francisco por su confianza. Conozco un poco Francia, no he olvidado mi período en Estrasburgo, y desde entonces sigo teniendo una verdadera estima por el pueblo francés. Enfrento este nuevo período de mi vida con confianza en la Providencia y en sus designios, estoy seguro de que también puedo contar con el apoyo espiritual y humano, así como con hermosas colaboraciones.
- ¿Cuáles serán los principales retos de esta misión? ¿Qué tipo de relación desea establecer con el Estado francés? ¿Y con el episcopado?
- Me viene en mente una imagen: la del Presidente de la República francesa hablando con el Papa Francisco y la del Santo Padre recibiendo al Presidente Macron en el Vaticano. En otras palabras, la Iglesia Católica y el Estado francés hablan entre sí, no hay confusión de poder, no hay religión de Estado, y el Estado no gobierna el funcionamiento interno de la Iglesia Católica en Francia. Además, presentaré mis credenciales al Presidente de la República y él las recibirá. Un diálogo respetuoso y confiado para el bien de los católicos de Francia y la comprensión entre todos los habitantes. En cuanto a las relaciones con el episcopado francés, que es rico en su diversidad y en el que hay buenas figuras pastorales, se basarán en el diálogo y en el respeto al bien de la comunidad eclesial.
- Desde hace algunos años, los católicos en Francia se sienten tristes por el creciente número de actos de vandalismo y profanación en sus iglesias. Este es un fenómeno que está causando gran preocupación. ¿Es usted consciente de esta realidad y cómo piensa afrontarla, como representante de la Santa Sede?
- La matriz de estos actos no siempre es clara o inequívoca. A veces son robos, otras veces son verdaderas profanaciones y desacralizaciones de lugares simbólicos e importantes. Como hablamos a menudo de antisemitismo e islamofobia, también debemos admitir que existe una forma de cristianofobia, y en este caso, lo que más duele a los creyentes es el silencio mediático que rodea a estos gestos destructivos de cohesión social y religiosa, o bien una forma de timidez a la hora de condenar estos actos, que no sólo ofenden nuestra fe sino que también hieren a los cristianos. Y no me refiero solo al cierto clima de ansiedad que puedan generar.
- Su nombramiento era esperado, porque usted llega a la Nunciatura de París en un contexto muy particular, y me refiero aquí a su predecesor (Monseñor Luigi Ventura, que está siendo investigado por presunta agresión sexual). ¿Pretende restaurar la confianza?
- No creo que haya recetas infalibles para restaurar o construir la confianza, pero ciertamente hace falta humildad, transparencia y empatía.