Josué Villalón y Glaisys Carbonell, de Ayuda a la Iglesia Necesitada, han entrevistado para Radio María a un joven seminarista venezolano que está viviendo la guerra con el pueblo ucraniano desde una parroquia en Leópolis. Se trata de José Jesús Pacheco, que pertenece al Camino Neocatecumenal y se está formando en el Seminario Misionero Redemptoris Mater de Kiev.
Leópolis (Lvov en ruso, Lviv en ucraniano) es la principal ciudad del oeste de Ucrania, la zona más católica del país. Alejada de los combates, es la que recibe a los refugiados y desplazados que huyen de los bombardeos. José Jesús Pacheco, desde la parroquia San Juan Pablo II, ha visto como la iglesia en Ucrania ha abierto infinitos espacios de acogida.
"En la última semana hemos acogido a personas que vienen concretamente de Járkov y de Mariúpol. Pero también se está dando el caso de personas que habían salido de Ucrania y que ahora están regresando. Estamos volviendo a acogerles y son el número más grande de los que tenemos en nuestra parroquia", explica.
"Vienen muy agradecidos de la ayuda que han recibido fuera, pero quieren volver para reconstruir sus casas y estar cerca de sus familiares. Se respira un cierto aire de paz en Ucrania, pero es una calma tensa porque no sabemos en qué momento puede ocurrir un nuevo ataque. Hace dos días volvieron a atacar Lviv. Sin embargo los que están regresando nos dicen que han visto que es el momento de reconstruir", añade.
En su parroquia, dice, tienen 110 personas acogidas, "de las que 80 llevan con nosotros desde el principio. Son personas que no se han querido ir de Ucrania y nos han pedido refugio por un tiempo indeterminado. Ellos mismos ahora son los voluntarios que ayudan a preparar la comida, que preparan todo el servicio y clasifican la ayuda que llega de diferentes países. Nuestro día a día es mantener esta organización. A veces pasa que la providencia de Dios se manifiesta abundantemente y no tenemos dónde guardar tanta ayuda humanitaria y la enviamos a otras ciudades. Entonces la mayor parte del día es ver cómo organizar el transporte porque otra gran dificultad es que no hay combustible".
Al cumplirse los tres meses de guerra, las autoridades polacas anunciaron que si bien 3,5 millones de ucranianos entraron en su país, sólo 1,3 seguían allí. Muchos volvían a la zona Occidental de Ucrania, lejos del frente.
Los niños autistas y la guardería
José Jesús Pacheco explica que la parroquia también tiene una escuela para niños autistas y una guardería. "Hay madres y padres que estaban pidiendo que se reabrieran estas actividades para los niños. Hemos tenido que readaptar nuestras salas para seguir acogiendo a los desplazados, ha sido complicado", detalla.
"Actualmente tenemos con nosotros sobre todo a personas mayores, enfermos y madres con hijos. Al principio también teníamos familias completas, pero pronto los padres tuvieron que marcharse a la fuerza para combatir. Vimos escenas desgarradoras, de cómo los padres tenían que despedirse de sus hijos y sus mujeres. Era difícil llevar una buena noticia en medio de tanta tragedia y escuchar sus testimonios y ver tanto dolor", añade.
Un ejemplo que cuenta es el de "una señora que llegó hasta aquí contaba cómo estuvo tres días viendo el cadáver de su marido en la calle sin poder salir a recogerlo. No podía hacer nada, estaba en un sótano y no la dejaban salir porque era muy peligroso. Recuerdo el dolor con el que lo contaba. Soy una persona muy sentimental y a pesar de mi formación, de saber que mi misión es dar un mensaje del amor de Dios en medio de la tragedia, me resultaba muy difícil hacerlo".
¿Cómo hablar de Dios? Desde el testimonio
¿Cómo hablar de Dios en unas circunstancias así? "Yo soy una persona de pocas palabras, de mal hablar. Pero siento que cuando está la acción del Espíritu Santo todo fluye, así que solo tienes que dejar actuar a Dios. En medio del dolor, yo trataba de no ser un predicador fanático. Solo hablaba en base a lo que me inspiraba el Espíritu Santo. Lo que más me preocupaba, además del dolor de la gente, era el odio que se estaba creando en el corazón de estas personas. Mi mensaje era no dejar que estas personas se llenasen de odio. Así que les hablaba desde mi experiencia, porque yo crecí odiando a mis padres, y yo creo en Dios porque yo sigo siendo el mismo, mis padres siguen siendo los mismos, pero Dios ha obrado el milagro de que hoy estoy reconciliado con mis padres, hoy les he podido pedir perdón. Hoy les he podido decir sanamente y en libertad que les quiero".
José Jesús Pacheco, seminarista venezolano en Ucrania con familias desplazadas por la guerra; los hombres son reclutados para el servicio militar, quedan las personas mayores, mujeres y menores de edad.
El seminarista venezolano admira la radicalidad con la que viven la fe los ucranianos. "Las personas de aquí tienen un apego a Dios mucho más radical, y esto me ha marcado mucho. Aquí la persona que cree, lo anuncia, y es algo que me impacta. Cuando comenzó la guerra, la gente no paraba de decir: “Dios nos va a permitir regresar a nuestras casas” o “Esto seguirá siendo Ucrania porque Dios así lo ha decidido y nos ha regalado esta patria”. No he oído maldecir a Dios, viven cada momento con Dios presente. No se estancan en el dolor, son personas fuertes y siguen adelante con esperanza gracias a su fe en Dios".
En Venezuela oía disparos, pero aquí explotan misiles
Por supuesto, él sabe que la situación en Venezuela también es dura. "Hace dos años tuve la oportunidad de regresar a Venezuela. Y pude ver la situación de mi país, una tragedia humana impresionante. El 80% de mis conocidos y amigos ya no estaban en Venezuela y esto era algo desgarrador para mí. Pero también he visto la fe fuerte de mi comunidad neocatecumenal a la que pertenezco. Ellos son los que me sostienen ahora en la oración y el testimonio que he visto en ellos de cómo vivían su fe pese a las dificultades me ayuda ahora. Yo soy una persona muy sentimental y no hubiese tenido el coraje de enfrentar la situación en Ucrania si no fuese por ellos. Yo provengo de una zona de Venezuela muy peligrosa, crecí entre mafias y disparos, pero no es lo mismo escuchar un disparo que escuchar un misil que explota a un par de kilómetros".
En estas circunstancias, insiste en que la oración es la clave de todo. "Cada día lo empezamos con la celebración de la Eucaristía y con la oración, porque sin esto todo es vanidad de vanidades. Cada día hay que tomar decisiones muy difíciles y si no son a la luz de Dios y de su Palabra esto es imposible. Siempre estamos abiertos a cualquier ayuda material, pero lo que necesitamos es oración, porque lo hemos visto".
"Lo que puedo decir desde esta experiencia de la guerra es que es el momento de dar testimonio fuerte de fe, el mundo lo está necesitando", anima.
A 26 de mayo, tras 3 meses de combates, un informe de Naciones Unidas (OHCHR) constata que la guerra ha causado la muerte de 4.000 civiles (entre ellos 260 menores de edad) y ha herido a otros 4.700 civiles (entre ellos, 400 menores de edad). Son cifras "a la baja", que no cubren algunas zonas y ciudades donde más violencia se ha sufrido.
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