La corriente europea a favor de la familia y de la vida tiene dos baluartes en los gobiernos de Andrejz Duda en Polonia y Viktor Orban en Hungría, mirados por eso con gran hostilidad desde las instituciones europeas. ¿Qué margen de maniobra tienen ambos países para frenar la agresiva militancia de Bruselas por la cultura de la muerte y a favor de la agenda del lobby gay?
Es lo que se plantea Stefano Gennarini, vicepresidente de Estudios Jurídicos en el Center for Family and Human Rights (C-Fam, que preside Austin Ruse), en un reciente artículo publicado por The Public Discourse:
¿Podrán los nacionalistas europeos detener la diplomacia de la Unión Europea sobre las leyes LGBT y del aborto?
La reelección de Andrejz Duda en Polonia en julio ha garantizado, como sucedió en Hungría hace dos años, un raro periodo de estabilidad política para los conservadores en el centro de Europa. ¿Qué tienen que demostrar entonces los conservadores sociales? No lo suficiente. A pesar de que los partidos nacionalistas europeos han estado en el poder durante más de una década en Hungría y casi una década en Polonia, la maquinaría diplomática de la Unión Europea sigue promoviendo agresivamente el derecho al aborto y la agenda LGBTQI+ en las Naciones Unidas y en todo el mundo.
Durante su reciente campaña de reelección, Duda dirigió una plataforma defendiendo la tradición "sagrada" e "inviolable" de Polonia y oponiéndose a la agenda LGBT. Orban defiende que su proyecto político es la verdadera "democracia cristiana". Pero no todas las acciones de Fidesz y Ley y Justicia [sus partidos respectivos] son coherentes con esta retórica.
Durante una década, los líderes políticos nacionalistas de Europa han visto cómo los burócratas de la Unión Europea (UE) han promocionado el derecho al aborto, la abolición del derecho a la objeción de conciencia de los médicos, la recuperación del control de natalidad malthusiano y toda la agenda LGBTQI+. El establishment de la UE lo hace a través de una elaborada maraña de mandatos del Consejo Europeo relacionados con los "derechos humanos", la "salud reproductiva" y la "orientación sexual e identidad de género". Y lo hace con el apoyo de los votos de Polonia y Hungría en el Consejo.
Dado el tiempo que los nacionalistas europeos llevan en el poder, es decepcionante no ver cambios reales en la posición de la UE sobre la vida y la familia a nivel internacional. Polonia y Hungría, en efecto, han vetado las mayores decisiones de la UE en política exterior, cuyas cuestiones sociales son el resultado de acuerdos anuales que se adoptan consensuadamente en el seno del Consejo europeo. Bloquear la política exterior europea favorable al aborto y contraria a la familia sería totalmente coherente con la retórica nacionalista, que defiende preservar las prerrogativas internas de cada país sobre cuestiones sensibles de política social, además de ser un objetivo que estaría dentro del alcance de los nacionalistas europeos.
Incluso a nivel nacional, no todas las políticas de Fidesz y Ley y Justicia han sido la bendición que los nacionalistas querían que fueran para la vida y la familia. Orban y Duda han mantenido a raya algunas de las peticiones más extremistas de los LGBT, incluyendo el cambio de identidad transgénero y el matrimonio homosexual. Sin embargo, recientemente, Fidesz ha promulgado la reproducción artificial destructiva del embrión financiada por el Estado, y Ley y Justicia ha evitado en reiteradas ocasiones legislar sobre la prohibición del aborto eugenésico.
Con esto no quiero decir que los nacionalistas polacos y húngaros actúen de mala fe. Cuando se habla de políticas nacionales para incentivar la natalidad de las familias, tanto Hungría como Polonia están llevando a cabo políticas generosas e incluso revolucionarias. Esperemos que sigan fomentándolas en sus naciones y lo hagan, también, a nivel internacional, como han estado haciendo hasta ahora. Pero esto no es suficiente.
Autoengaño conservador
La inacción de Polonia y Hungría puede explicarse como resultado del autoengaño del que son presa a menudo los conservadores a ambos lados del Atlántico. El autoengaño más estúpido es pensar que la mera promoción de políticas neutrales para apoyar a las familias, evitando las cuestiones candentes, sea un progreso suficiente para los conservadores sociales. Polonia y Hungría han acogido dos conferencias en el Capitolio de Estados Unidos para promover su bona fides en favor de la vida y la familia. Pero estas conferencias solo han sido ocasión para que Polonia y Hungría resalten sus generosas políticas fiscales para las familias.
Promover el apoyo social y económico de las familias, a la vez que se profesa la propia neutralidad en cuestiones candentes, permite que Polonia y Hungría eviten la confrontación directa con Bruselas, incluso mientras halagan a los votantes conservadores sociales y a los aliados conservadores en Estados Unidos. No se dan cuenta de lo perjudicial que es evitar una confrontación directa y política con Bruselas sobre temas relacionados con la vida y la familia.
A través de la política exterior de la UE, Polonia y Hungría están dando apoyo político y financiero a esas fuerzas políticas que son contrarias a la natalidad y contra las que están luchando en sus países a través de políticas fiscales generosas para ayudar a las familias. Es estúpido. Reconocer el derecho a la vida del no nacido en sus constituciones no significa mucho si se declara el aborto un derecho humano. Asimismo, toda la charla sobre ayudar a las familias es inútil si las políticas de la UE redefinen la familia. Impulsar la natalidad no impedirá que algunos gobiernos, respaldados por la UE, encarcelen a los padres que se oponen a la educación sexual obscena de sus hijos. Las prestaciones sociales no impedirán que los gobiernos separen a los hijos de sus padres si estos no dejan que los primeros "cambien de sexo".
Edificio de la ONU en Nueva York. Foto: Wikipedia.
Otro autoengaño común entre los conservadores es pensar que los acuerdos de la ONU no son vinculantes y que incluso son irrelevantes porque no pueden cambiar las leyes y las políticas nacionales. Obviamente les ha pasado desapercibida la eficacia con la que el sistema de Naciones Unidas ha acelerado los cambios sociales a nivel mundial. Los burócratas de la ONU y la UE coordinan perfectamente sus acciones con los burócratas de cada nación para cambiar las leyes y financiar las iniciativas de cambio social.
La semilla del movimiento transgénero que ahora engulle a Occidente fue plantada en la Conferencia Internacional sobre las Mujeres de Pekín, en 1995. El matrimonio homosexual era, en aquel entonces, un sueño lejano para el movimiento gay. El rápido avance de estas normas sociales destructivas es, en gran parte, el testimonio del poder y la influencia que tienen las instituciones multilaterales y la compleja red de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales que las apoyan en la educación, los medios de comunicación social y la política.
Dado lo entrelazadas que están Polonia y Hungría con la UE, tanto social como económicamente, no serán capaces de evitar la entrada de estos avances sociales destructivos, sobre todo si los nacionalistas europeos son desalojados electoralmente del poder, como es posible que suceda. Hay que ser ciego para no verlo venir. Las fuerzas secularistas que promocionan la deconstrucción de la familia a través de las políticas de la UE y la ONU son tiránicas y quieren aplastar la disidencia religiosa. Los polacos y húngaros, que han sufrido directamente la tiranía del comunismo, deberían saberlo más que nadie. La conciliación no debería ser una opción.
La política exterior pro aborto de la Unión Europea
Cuando se les ha preguntado sobre la politica exterior pro aborto de la UE, los políticos polacos y húngaros se han defendido rápidamente detrás de cortinas de humo burocráticas e, incluso, avanzando unas raras -y contagiosas- reservas legales a los acuerdos internacionales. Pero las acciones hablan más que las palabras. Polonia y Hungría no han apoyado ni una sola vez la diplomacia provida estadounidense en las negociaciones llevadas a cabo en la ONU o en los encuentros oficiales de Naciones Unidas. Polonia ni siquiera apoyó a Estados Unidos en su llamamiento para eliminar la "salud sexual y reproductiva" de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU cuando, en 2019, era miembro del Consejo. Polonia y Hungría están siempre alineadas con la UE contra los esfuerzos provida de Estados Unidos.
Hungría propuso añadir "la salud y los derechos sexuales y reproductivos" en el borrador de la declaración de la Comisión sobre el Estatus de las Mujeres en febrero de 2020 en nombre de la UE. Y ambos países se han alineado con la UE en la promoción, durante estos últimos veinte años, de esta terminología ambigua relacionada con el aborto.
Lo que es más frustrante es el descarado doble lenguaje diplomático de Polonia y Hungría. Ambas naciones se unieron a una declaración de prensa en favor de la soberanía, la vida y la familia avanzada por el gobierno de Estados Unidos justo en el exterior de la sala de conferencias de la ONU, donde la Asamblea General adoptó un acuerdo sobre "la cobertura sanitaria universal" en septiembre de 2019. Dicha declaración denunciaba los esfuerzos llevados a cabo por la ONU para promover la "salud y los derechos sexuales y reproductivos" en todos los acuerdos que establecía. Tras unirse a susodicha declaración, Hungría y Polonia entraron en los encuentros oficiales de Naciones Unidas y se unieron a la declaración de los estados miembros de la UE que apoyaba la "salud y derechos sexuales y reproductivos" como un elemento central de la política internacional de la UE, traicionando así la declaración guiada por Estados Unidos. Solo la última ha demostrado ser su posición oficial.
Por desgracia, incluso después del Brexit, Polonia y Hungría siguen sin intentar un cambio real de la política exterior de la UE sobre la vida y la familia. Sus políticos no se preocupan lo suficiente, o son incapaces de desafiar a los burócratas de sus propios ministerios de Asuntos Exteriores. Consideremos lo fundamental que ha sido el apoyo dado por la burocracia de la UE -y los órganos y las agencias que esta respalda en la ONU- para la campaña She Decides contra la Mexico City Policy del gobierno de Estados Unidos [que prohíbe dedicar fondos públicos a entidades que promuevan el aborto fuera del país] y los esfuerzos diplomáticos para socavar la Enmienda Helms [que va en el mismo sentido que la Mexico City Policy] en la política humanitaria de la ONU. Si Hungría y Polonia hubieran mostrado interés en promover la vida a nivel internacional, deberían haber aplicado sus políticas provida a la ayuda internacional para, así, evitar el apoyo de la UE al aborto en el extranjero. Nunca lo han hecho.
En sus cuatro años de mandato, Donald Trump ha seguido en la ONU una consistente política provida que no siempre ha sido seguida por países de quienes se esperaba apoyo. En la imagen, la Marcha por la Vida 2020, el 24 de enero, la primera vez un presidente ha estado físicamente presente en la Marcha por la Vida y se ha dirigido a ella en directo.
Lo máximo que Hungría y Polonia han hecho en el Consejo Europeo es pedir que a la "salud reproductiva y sexual" se le apliquen los anteriores acuerdos de la ONU, que excluyen un derecho internacional al aborto. Pero los términos de las conclusiones del Consejo de Europa, que Hungría y Polonia han suscrito, prescinden de dichas restricciones y las hacen irrelevantes.
Los intentos de la Unión Europea de deconstruir la familia
En lo que respecta a la familia, Polonia y Hungría se suman a la posición de la UE de tener al mundo como rehén hasta que cada país de la tierra reconozca las relaciones homosexuales como equivalentes a la familia. Durante más de una década, la posición de la UE en las negociaciones de la ONU fue rechazar la mención de "familia" en cualquiera de los acuerdos de la ONU, a no ser que todos los estados miembros de la ONU reconocieran a las familias homosexuales como fundamentalmente equivalentes a la familia natural, en un intento deliberado de minar y erosionar lo que cualquier ley internacional vinculante dice sobre la familia e introducir, de este modo, el concepto de "diversidad" familiar.
En febrero de este año, Hungría y Polonia se unieron a la UE en las negociaciones de la Comisión de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social, en la que la UE intentó socavar la familia nuclear.
Como mucho, los nacionalistas europeos han adoptado una postura defensiva a nivel de política interior. Pero nunca han intentado defender, y mucho menos fomentar, normas positivas sobre la familia a nivel internacional, a pesar de que 12 de los 27 países miembros de la UE no reconocen el matrimonio homosexual, e incluso tienen cláusulas en sus Constituciones que definen el matrimonio de manera tradicional [entre un hombre y una mujer]. Es más: consideran que el matrimonio está totalmente fuera del alcance de la competencia de la UE. Incluso el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha reconocido el matrimonio en la Convención Europea sobre Derechos Humanos como la unión entre un hombre y una mujer.
Por desgracia, cuando Polonia y Hungría intentaron moderar la politica exterior de la UE, fueron ineficaces. Cuando la Asamblea General de la ONU votó en 2016, con el apoyo de la UE, el nombramiento, en el seno de Naciones Unidas, de un responsable independiente experto en orientación sexual e identidad de género, lo hizo con un margen muy estrecho. Polonia y Hungría, junto al resto de países miembros de la UE, apoyaron este mandato. Pero lo hicieron con la condición de que dicho responsable no interviniera en el ámbito de la ley y las politicas relacionadas con la familia, creyendo, de manera muy naïf, que la UE y dicha persona respetarían esta restricción.
A partir de ese momento, el encargado de la ONU para las cuestiones LGBTQ se ha pronunciado a favor del matrimonio homosexual como un avance positivo de los derechos humanos. También ha hecho un llamamiento a reprimir la libertad religiosa en los países que se opongan a los derechos LGBTQ, ha defendido una prohibición global a cualquier tipo de terapia cuyo fin sea ayudar a las personas a luchar con su atracción sexual no deseada por el mismo sexo o su disforia de género y superarlas, y, además, fomenta de manera general toda la agenda LGBTQ incluida la prohibición de toda voz disidente. Desde su reserva inicial, ni Polonia ni Hungría han hecho o dicho nada más sobre el trabajo de este experto independiente.
El camino a seguir
Tras los resultados de las recientes elecciones, es alentador ver que Polonia tiene la intención de rechazar el interseccional Convenio de Estambul sobre género para fomentar un convenio internacional sobre la familia. Tal vez sea un signo de que el gobierno polaco quiere enfrentarse a Bruselas. Pero Polonia necesitará el apoyo de los países en vías de desarrollo para que la convención se extienda a todas partes. Y tendrá que intentar demoler la posición de la UE sobre la vida y la familia para que le apoyen.
La mayoría de los países en vías de desarrollo son bastante conservadores social y políticamente y, por tanto, aliados naturales de la causa provida y profamilia. Sin embargo, también tienen una gran dependencia asistencial de la UE, por lo que difícilmente pondrán en riesgo esta ayuda a no ser que hayan prioridades políticas serias. Mientras la maquinaría diplomática de la UE siga impulsando la equivalencia de todas las formas de familia, no habrá incentivos suficientes para que los países en vías de desarrollo atraviesen la poderosa maquinaría diplomática de Bruselas y Berlín. Seguirán callados en los foros multilaterales, y los esfuerzos de Polonia de fomentar un convenio sobre el derecho de la familia no llegará lejos, a no ser que dicha convención fomente la equivalencia de todas las formas de familia.
Traducido por Elena Faccia Serrano.