El arzobispo de Albi (Tarn, Occitania), Jean Legrez, de 70 años, es dominico, una orden muy apropiada para dirigir una diócesis donde surgió en el siglo XII la herejía albigense, contra la que predicó eficamente su fundador, Santo Domingo Guzmán (1170-1221).
El lema episcopal de monseñor Legrez es Gaudium de Veritate, "la alegría de la verdad", y desde luego en su comunicado del pasado sábado no dudó en decir algunas verdades sobre la situación que se está creando en Francia con el movimiento de los llamados "chalecos amarillos". Aun reconociendo que son "víctimas de una cólera comprensible por la distancia creciente entre los poderosos y los ciudadanos más modestos de Francia", el prelado afirmó que es un grave error mantener "una violencia verbal y física totalmente irresponsable" y pidió que se salga "del clima actual de contestación y violencia".
Por ello, pidió a sus diocesanos "rezar ardientemente por la paz social en Francia" y "facilitar el diálogo en un clima constructivo y pacífico". También recordó que "la práctica cristiana de la caridad" hacia los más "débiles" y "frágiles" es un deber "de todos los bautizados".
Monseñor Legrez participó el 17 de noviembre de 2012 en Touluse en una marcha de la Manif pour Tous por el derecho de los niños a tener un padre y una madre. Se le ve en el minuto 0:19 participando activamente.
Sin embargo, es al final de sus palabras cuando monseñor Legrez hace una afirmación que parece trascender la situación social y política francesa del momento: "En este Adviento... suceden ante nuestros ojos signos aterradores que en las Escrituras anuncian el retorno de Cristo". Por eso pidió que se tenga "la audacia de confiar en el Señor, que quiere que sus discípulos sean servidores bien dispuestos de todos sus hermanos. Al nacer entre nosotros, Jesús quiso compartir hasta la muerte la condición de los más humildes, y mostrarnos así lo que hay que hacer en memoria suya".