Se acaban de publicar en inglés las Cartas de JRR Tolkien: edición revisada y extendida.
A las Cartas que se conocían ya de la edición de 1981, se añaden ahora 150 cartas más, además de párrafos añadidos en otras 45 cartas. En estas cartas comenta temas literarios, sociales, académicos, sobre su obra fantástica y bastantes temas espirituales que quedaron fuera de la selección de hace 40 años.
Holly Ordway, una erudita en Tolkien que ha explorado la vida de fe del escritor, señala que en la edición de 1981, sólo en una carta Tolkien escribía «Dios te bendiga». En esta edición, lo hace en más de 30 ocasiones. Clyde Kilby, un escritor que se trató con C.S.Lewis y Tolkien, comentaba que una vez oyó a Tolkien decirle por teléfono a un amigo sacerdote, al final de una conversación «bien, que el Señor te bendiga», en «el tono de voz más sentido y sincero». Vemos ahora que en sus cartas también lo hacía.
Un milagro de Lourdes
De la devoción de Tolkien por la Virgen María en sus cartas, ya se sabía. Y de su interés por los milagros de Lourdes también. En una carta de noviembre de 1944 (la carta 89) ya conocida, explicaba un sermón emocionante de su párroco, en San Gregorio, que contaba la historia real de un niño que volvía de Lourdes sin haberse curado su grave enfermedad, pero mirando ya desde el tren la iglesia, se curó de golpe. Tolkien se sintió profundamente conmovido al escuchar la historia, y entendió que lo que sentía era la emoción que él llamaba «eucatástrofe», la sorprendente y gozosa victoria inesperada cuando todo parecía ya perdido, con un «atisbo repentino de la Verdad».
Al cine a ver La canción de Bernadette
Entre las cartas que conocemos ahora, hay 3 en las que comenta la película La canción de Bernadette, o más concretamente la historia que hay detrás. La canción de Bernadette se rodó en 1943, diez años después de que Pío IX la canonizara. La película consiguió los Oscar de 1943 a Mejor Actriz (Jennifer Jones), Mejor Fotografía, Mejor Decoración y Mejor Banda Sonora Dramática (Alfred Newman).
La película se basaba en la novela del mismo título de 1941 de Franz Werfel, escritor austriaco-checo judío. Werfel se educó en un colegio católico y tuvo una institutriz católica. Siempre le interesó el catolicismo (y otras religiones). Escapó de los nazis por muy poco y durante 5 semanas se escondió con su esposa en Lourdes. Fueron ayudados con amabilidad por los religiosos del santuario, hizo voto de que escribiría sobre el lugar y, una vez en Estados Unidos, escribió La canción de Bernadette.
Tolkien fue a ver la película apenas dos meses después de escribir la carta anterior. Lo cuenta a su hijo Christopher, de servicio en la guerra, en un campo de la Royal Air Force en Sudáfrica, en las nuevas cartas 94a, 94b y 94c. Vamos a recoger completos los fragmentos que cuenta. Veremos que primero le impresionó la historia, luego investigó leyendo sobre ella, y aunque de la película aprecia actores y situaciones, al leer más sobre los hechos de Lourdes la considerará una pobre imitación del acontecimiento real.
De la Carta 94a: 8 de enero de 1945
»Lunes 8 de enero. 4.30. Justo acabo de volver del cine. Creo que no iba a uno desde Las Cuatro Plumas. Mamá estaba muy ansiosa por ver La Canción de Bernadette, que acaba de volver al [cine] Electra. Hace tanto frío, y viento, que dedicarse al jardín quedaba descartado, así que fuimos a comer a Elliston’s a las 12.15 y después a la película a la 1.15. La historia de Bernadette Soubirous, una de las cosas más asombrosas del siglo XIX, es a la vez profundamente conmovedora y, y verdadera, y por lo tanto más conmovedora aún, y en algunos aspectos desconcertante (como debería esperarse), así que ninguna presentación inspirada en ningún tipo de buena voluntad y ninguna exhibición de ‘mal gusto’ (nadie puede vencer al Londres moderno en eso) podría estropearlo.
»Me conmovió profundamente, y estoy muy satisfecho de haber ido. No tanto por haber visto la película, sino porque me recordaran a Bernadette (y Lourdes) de las que tomamos demasiado por supuesto. Una historia de lo más maravilloso en cada aspecto, humano y religioso. En la película algunas de las situaciones y actuaciones eran admirables. A Bernadette y el cura local (el deán de Lourdes) no les faltaba nada. No noté que el acento americano fuera un problema en absoluto: es tan bueno o malo para sustituir al francés y provenzal como el inglés de Oxford.
»Uno de los mejores incidentes es cuando el viejo incrédulo obispo de Tarbes reta a ‘tu Dama’ a hacer que el Emperador retire la barricada alrededor de la gruta, y el Emperador lo hace casi de inmediato. Voy a rezar a la querida beatísima Santa Bernadette por ti. Qué unida a su familia estaba, hasta que les separó el súbito fuego del Cielo. Qué maravillosas son las obras de Dios. Nuestra Señora con rosas en sus zapatos benditos caminando en la basura del pueblo. ¡Ella no desdeñará ni siquiera un campamento de la RAF! Que siempre esté contigo. Con todo el amor de tu padre. 8 de enero, 5.55, en el día en que volví con mi dulce Edith tras 3 años de separación, tan pronto como cumplí 21 años.
De la Carta 94b (un aerógrafo), 9 de enero de 1945
»Mi mente y corazón siguen llenos con Bernadette Soubirous y que sea por mucho. Tiene cada característica de un ‘cuento de hadas’, más la santidad y la verdad, es una mezcla abrumadora. Leí el folleto de Martindale anoche, según el cual parece que el libro y la película se tomaron muchas libertades con los hechos, sin dañar en núcleo esencial.
[El libro sobre Bernadette que parece que Tolkien leyó la misma noche que vio la película, tras escribir a su hijo, es un librito titulado Bernadette of Lourdes que publicó en 1934 el jesuita Cyril Charlie Martindale (1879-1963), quien escribía de muchos temas históricos y devocionales. Martindale se había formado con los jesuitas de Francia, y poco después de ordenarse desembarcó en Oxford. En Inglaterra se trataba con autores como Graham Greene, Evelyn Waugh y Ronald Knox. Colaboró con Knox en la traducción de la Biblia al inglés. Tras la II Guerra Mundial, investigó con detalle los hechos de Fátima y publicó en 1950 ‘The message of Fatima’].
De la Carta 94c, 15 de enero de 1945
»Todavía estoy bajo la influencia (no diré ‘el hechizo’) de la película de hace una semana. No me he recuperado y espero no hacerlo. Por supuesto, en la pobre condición mortal nada retiene por mucho tiempo su primer sabor penetrante, amargo y punzante. El alma se agita y abre un ojo, en su largo sueño medio asfixiada en los viejos y cálidos pliegues escarchados de la carne, pero demasiado pronto el deseo de salir de la cama se debilita.
»Sin embargo, nunca olvidaré la visión y emoción estremecedoras, más destacables porque leer y reflexionar mostró que la película es una pobre imitación, ni siquiera terriblemente buena a su manera. Pero el reflejo incluso en etapas intermedias de algo tan extraño y hermoso y verdadero tiene un poder que va bastante más allá de los espejos agrietados y empañados. Y así como la gente fue a ver meramente con asombro y emoción abrumadora al mero reflejo de la gloria en la cara de la pequeña Bernadette, así yo iría y vería el reflejo de ese reflejo a través de todas sus etapas hasta el gélido Electra, si pudiera.
»En cualquier caso, ahora debo rezar el Rosario a menudo. Mi corazón se llena con el pensamiento de esa muchachita diciendo el Rosario con Nuestra Señora, y notando con su clara simplicidad, aunque ella no parecía percibirlo en su momento, excepto como un hecho curioso, que Nuestra Señora sólo decía los Glorias. (Este detalle, por supuesto, no es de la película). Qué detalle más conmovedoramente adecuado. Todas las otras oraciones, excepto quizá ‘santificado sea tu Nombre’, son para gente en esta tierra.
»Bueno, bueno, es bastante difícil comunicarlo en carta aérea. Y probablemente la película en sí tendría solo ese efecto en alguien si fuera voluntad de Dios; igual que sólo la pequeña Bernadette veía, y los otros sólo veían los efectos. Así que no diré más.
Más detalles marianos: el comentario del padre Knox
Las Cartas de Tolkien que ya conocíamos nos daban bastantes datos de su devoción mariana, pero las nuevas aportan algunos más.
Por ejemplo, en 1955, en la carta 179a, a su otro hijo, John, que era sacerdote en Birmingham, le envía un cheque de una libra para encargarle dos misas, una que quiere especialmente que diga él, «por mi madre, Mabel Tolkien» (que murió cuando Tolkien era adolescente) y «una misa en honor de Nuestra Señora en acción de gracias».
Más curiosa es la carta 242a de 1962, a los Farrer, un matrimonio de amigos católicos. El marido le había enviado un librito sobre el Rosario, y Tolkien comenta que se ha «beneficiado» de él.
«Tardé en encontrar el Rosario, y ha sido además un gran deleite saber que otros cuya virtud y conocimiento son mucho mayores a los míos, son compañeros. Empecé a usarlo sólo después de oír a Knox, en una ocasión en privado, decir: ‘Personalmente no me gusta el Rosario, pero tengo la sospecha de que a Nuestra Señora le gusta’. Muy de Knox. Pero la obediencia a la propia Madre es sólo un principio. Puede ser muy recompensado».
Ronald Knox, a quien menciona Tolkien, era hijo de obispo anglicano y fue sacerdote anglicano 5 años pero a los 29 años se hizo católico (su padre le desheredó por eso), y más adelante sacerdote. Knox fue el capellán católico de la Universidad de Oxford de 1926 a 1939. Es muy famoso entre los aficionados a las historias de detectives (incluyendo los lectores del cómic japonés Detective Conan) por sus reglas de 1929 de «los 10 mandamientos de la novela de detectives»: cuando se viola una de estas normas, los lectores se enfadan con razón. Entre otras muchas cosas escribió el clásico de apologética católica de 1927 The Belief of Catholics, y una reflexión sobre la bomba y la energía atómica en 1945, God and the Atom.
La frase de Knox que ayudó a Tolkien a rezar el Rosario probablemente se la escuchó en algún momento de los años 30, cuando él ya debía haber superado los 40 años. En su carta a los Farrer debía llevar más de 25 años rezando el Rosario.
En las Cartas de Tolkien encontramos muchos más temas marianos, sobre todo reflexionando sobre la Asunción, la belleza de María como inspiración en algunos aspectos de la Reina Galadriel y reflexiones sobre la devoción mariana, pero son cartas que ya conocíamos desde 1981.