Entre los miles de participantes habrá también cientos de españoles, como los más de 350 que acudirán desde Valencia. Allí compartirán experiencias, oración y tiempos de reflexión con otros cristianos provenientes de todo el continente europeo.
Suiza, país que acoge este encuentro, es un país ideal para esta iniciativa dada la diversidad de religiosa del país. En total, el 38% de los suizos se declara católico mientras que el 27% es de confesión protestante. Estas cifras también dependen de los cantones suizos, dependiendo de la influencia francesa, italiana o germánica.
Basilea, ciudad fronteriza con Alemania y Francia, tiene otras estadísticas. Ya son mayoría (31,4%) los que declaran no tener ninguna religión, los católicos representan el 25,2% y los protestantes el 23,5%. Según informa la revista Vida Nueva, el encuentro de 2018 podría tener como sede Madrid, tan sólo tres años después de que se celebrara en Valencia.
El prior de Taizé, el hermano Alois, ha enviado durante estos días un mensaje a los representantes de los participantes de este encuentro en el que se abordan cuatro propuestas para el 2018, y que giran todas ellas en torno a la alegría.
El responsable de la comunidad de Taizé pide vivir la alegría “no como un sentimiento superficial, ni como una felicidad individualista que conduciría a un aislamiento, sino como la serena certeza de que la vida tiene sentido”.
Explica que “la alegría del Evangelio nace con la confianza de sabernos amados por Dios. Lejos de ser una exaltación que huye de los desafíos de nuestro tiempo, nos hace más sensibles a los sufrimientos de otros”.
En este punto, Alois invita a una amistad que no es “humillante” para el que acepta ayuda sino que “toca corazones: tanto de los que están necesitados como de los que muestran una solidaridad”.
Por ello, pide “escuchar el grito de alguien que ha sido herido, mirarle a los ojos, escuchar o tocar a los que sufren, un aciano, un enfermo, un preso, un sin techo, un migrante… Entonces, el encuentro personal hace que descubramos la dignidad del otro y nos hace capaces también de recibir, pues incluso el más destituido tiene algo que ofrecer”.
En este punto, el prior de Taizé afirma que en los lugares y ambientes en los que la gente “está bien alimentada, bien educada, bien cuidada, la alegría está a veces ausente, como si algunos estuvieran cansados, desanimados por la banalidad de su existencia”. Para salir de esta dinámica, hay que salir al encuentro de una “persona destituida” pues en él puede saltar una “alegría verdadera”, aunque sea únicamente “una chispa”.
En este encuentro marcadamente ecuménico se trabaja por esta unidad de los cristianos. “Muchos aspiran a que los cristianos se unan, para que no sigan oscureciendo con sus divisiones el mensaje de fraternidad universal del que Cristo es portador. ¿Podría nuestra unidad fraterna ser como un signo, una anticipación, de la unidad y de la paz entre humanos?”.