La semana pasada Mateusz Morawiecki se convirtió en primer ministro de Polonia tras ser elegido por su partido Ley y Justicia como sustituto de Beata Szydlo, que deja su cargo habiendo sido una férrea defensora de la herencia cristiana de Europa.
El nuevo dirigente polaco tiene 49 años y era el ministro de Finanzas. Y también católico. Su familia era cristiana y también tiene orígenes judíos. Su madre era profundamente religiosa y su padre era opositor al régimen comunista y miembro del sindicato Solidaridad.
En su primera entrevista en el cargo, Morawiecki sorprendía a muchos con sus directas afirmaciones a favor de una Europa cristiana.
“Queremos cambiar Europa”, aseguró el nuevo primer ministro, que añadió que “mi sueño es ayudar a que vuelva a ser cristiana, pero desafortunadamente en muchos lugares la gente ya no canta canciones cristianas de Navidad, mientras que las iglesias están vacías o son convertidas en museos y todo esto es realmente triste”.
El nuevo líder polaco habló también de la importancia de la oración en su labor y dijo apoyarse en Dios “para darme la fuerza suficiente para servir bien a Polonia”.
Entre sus prioridades políticas pasan la defensa, protección e impulso de la familia, lo que va unido a otro desafío, el problema demográfico. Con una familia fuerte, el invierno demográfico será menos gélido.
Al provenir de una familia católica y anticomunista, Morawiecki sabe lo que es el compromiso y lo que es arriesgar la vida por unos ideales. Su tía fue llevada a un campo de concentración y su padre había sido detenido en varias ocasiones.
Él mismo, en su adolescencia estuvo bajo “estrecha vigilancia” de la Policía, siendo incluso detenido, incomunicado y apaleado por agentes comunistas.