Escribió más de 2.000 artículos en distintas revistas y periódicos, como Le Figaro, y publicó 160 libros, la mayoría sobre teología de la Virgen María, de sus santuarios y de sus apariciones. También era un experto en la vida y espiritualidad de la mística bretona Yvonne-Aimée de Malestroit, una religiosa muerta en 1951, cuya beatificación promovía. En 1996 Laurentin recibió el Premio de la Cultura Católica y en 2009 era Prelado de Su Santidad por designación de Benedicto XVI.
Laurentin entró en el seminario de París en 1934 con 17 años. Sirvió en el ejército francés en la Segunda Guerra Mundial y fue prisionero de guerra de los alemanes. Recibió la Cruz de Guerra y Legión de Honor. En 1846 fue ordenado sacerdote en París y en 1952 recibió un doctorado en Mariología en La Sorbona, seguido por otro en teología en 1953.
En su libro "La presencia de María" (San Pablo) explicó:«Desde mis años mozos me sentí cautivado por las palabras y los textos que evocaban la presencia de María. Eran como invitaciones a profundizar en dicha presencia, descubrirla en su verdadera índole».
Fue nombrado vicepresidente de la Sociedad de Estudios Franceses de María en 1962. Ese mismo año asistió como experto al Concilio Vaticano II. Ya llevaba dos años colaborando en sus sesiones preparatorias.
Su investigación más detallada y meritoria fue sobre las apariciones de Lourdes y la persona de Santa Bernadette. Entre 1957 y 1966 publicó "Lourdes, los documentos auténticos" en 7 volúmenes, en colaboración con B. Billet. Una versión más popular fue "Lourdes, la Iglesia y la ciencia" en 1958. Y en 6 volúmenes, entre 1961 y 1964 editó "Lourdes, historia auténtica de las apariciones". Muchos libros de divulgación rigurosa sobre Lourdes, como el apasionante Bernadette no nos engañó, de Vittorio Messori, debe a Laurentin buena parte de su base documental e histórica.
En una época de incredulidad y teología extremadamente racionalista, Laurentin abrió un espacio para lo sobrenatural y lo milagroso. Lo hizo con gran rigor en el caso de Lourdes y se convirtió en una autoridad en apariciones. A partir de entonces, casi cada aparición, vidente o profeta con necesidad de buscar aprobación intentó acercarse a él y lograr algún tipo de reconocimiento.
En 2007 publicó un Diccionario de Apariciones de la Virgen María, especialmente interesante por su exhaustividad. Allí calcula que se han producido unas 2.500 apariciones marianas en la Historia, de las que unas 500 tuvieron lugar en el siglo XX. De las apariciones históricas, unas 300 se mostraron ante futuros santos o beatos. Generalmente estas apariciones no son reconocidas oficialmente por la Iglesia: forman parte de la espiritualidad propia de un lugar o persona y sus discípulos. Solo ha habido 7 Papas (de los 266 que hay desde desde san Pedro a Francisco) que han sido testigos de apariciones marianas.
Laurentin pedía a la Iglesia menos exigencia a la hora de reconocer milagros. “En principio se requiere que el milagro en cuestión sea un prodigio totalmente inexplicable por la ciencia. Esto no está en consonancia con la forma de actuar de Dios ni con la tradición de la Iglesia”, afirmó en cierta ocasión. Así, Dios en el Éxodo se expresa con fuego, con una nube, con las perdices y el maná... todo eso, dice, se puede explicar con causas naturales, pero aún así son signos con los que Dios se comunica.
También tenía amplitud de vista en lo literario. Una vez, comentó sobre la obra de teatro Barioná, el hijo del trueno (aquí en español), del ateo Jean-Paul Sartre: «Sartre, ateo deliberado, me ha hecho ver mejor que nadie, si exceptuamos los evangelios, el misterio de la Navidad. Por esa razón le guardo un inmenso reconocimiento». Sartre escribió esta obra de teatro sobre la Navidad, e incluso la interpretó, siendo prisionero de los alemanes en 1940, una experiencia por la que Laurentin también había pasado.
En su libro Apariciones actuales de la Virgen María (Rialp, 1991), Laurentin escribió que la Virgen “tiene una misión de Madre a los ojos de nuestro mundo. Esta misión está llamada a intensificarse en los últimos tiempos, decía Grignon de Montfort. ¿No corresponderá la multiplicación de las apariciones a una cierta urgencia; quizás no el fin del mundo, pero al menos, a una grave conmoción en el umbral del tercer milenio?” (pág. 14).
Laurentin explica en ese libro que cuando viajó para investigar apariciones con el motivo de descalificarlas por su abundancia, "los resultados fueron positivos [a favor de las apariciones] en mayor medida de lo que yo había pensado. Las apariciones que tuvieron lugar en Argentina (San Nicolás), México [Terra Blanca], Ruanda (Kibého), Siria (Damasco), Italia (Schio), Corea (Naju), etc., no presentan ningún signo patológico. Si algunas de mis investigaciones descubrieran apariciones ilusorias o desviaciones, la mayoría terminaría en la papelera, que es donde suelen ir a parar las apariciones que muestran el menor fallo, según el principio Bonum ex integra causa, malum ex quocumque defectu (algo es bueno cuando todo lo suyo es bueno, malo si tiene el menor defecto)” (pág. 1415).