El número de exorcismos no para de aumentar en Francia y la cifra de personas que acude a la Iglesia pidiendo ayuda ante posibles casos de posesión o influencia demoníaca se está multiplicando. El que hace este análisis es el sacerdote Emmanuel Coquet, secretario general adjunto de la Conferencia Episcopal francesa, desde donde también coordina la Oficina Nacional de Exorcistas.

En todas las diócesis francesas, más de 90, hay ya al menos adjudicado un exorcista cuya misión le ha sido encomendada por el obispo. En estos momentos, hay 120 sacerdotes desempeñan este ministerio. Hace no más de 30 años no superaban los 30, por lo que había decenas de diócesis en las que no había exorcista.

“Hay un marcado aumento. Los exorcistas son golpeados por un fenómeno que se está volviendo cada vez más importante”, asegura este sacerdote al diario Le Figaro, mientras explica que cada exorcista es asistido por un equipo de laicos y religiosos.


Coquet da cifras de esta evolución poniendo como ejemplo la Isla de Francia, la región que alberga la ciudad de París y sus alrededores, zona que suma más de 12 millones de habitantes. Esta región está conformada por ocho diócesis: Creteil, Evry, Meaux, Nanterre, Paris, Pontoise, Saint-Denis y Versailles, en las que hay más de 7 millones de católicos y cuyo arzobispo metropolitano es el cardenal  Vingt-Trois.


Emmanuel Coquet deja claro a los lectores de Le Figaro que el demonio es real, no algo "simbólico"

Hace diez años se producían en la Isla de Francia un máximo de 15 exorcismos al año. En la actualidad se realizan más de 50. Las cifras se han disparado en unas diócesis a las que llegaron el año pasado más de 2.500 peticiones. Se produce un exorcismo por cada 143.000 católicos y una petición de ayuda a la Iglesia por cada 2.800 católicos. Y los obispos se están viendo obligados a nombrar más exorcistas pues los que hay no pueden hacer más.


El sacerdote asegura que el demonio no es algo “simbólico” sino que la gente está realmente  afectada por la influencia del “mal”. Pero para ello, asegura, primero hay que hacer una “verdadera obra de discernimiento” pues no todo “está sujeto a un exorcismo, ni mucho menos”. Antes la Iglesia Católica utiliza exámenes psiquiátricos y médicos para determinar si la persona lo que necesita es a un exórcista o a un facultativo.

Coquet habla de lo que ha visto y le han contado los exorcistas franceses: personas que muestran una fuerza sobrehumana, que hablan lenguas que no conocen, odio a todo lo religioso. “Todo esto es real, no se puede inventar”, agrega el secretario general adjunto de los obispos franceses.


En Isla de Francia hay al menos cuatro exorcistas pero no de todos se conoce su identidad. La Oficina Nacional de Exorcistas sólo publica dos nombres para estas diócesis: Jean Pascal Duloisy y George Berson.

El primero de ellos lleva años como exorcista. El padre Duloisy mostraba en una entrevista en Vice su ajetreado día a día. “Más o menos recibo 10 personas al día, todo el año. Trabajo con un equipo de de 15 personas, tanto religiosos como laicos, quienes me ayudan a hacer un diagnóstico para determinar si es necesario un exorcismo. En realidad, los exorcismos son muy raros. Solamente el 1 o 2% necesita un exorcismo”, asegura este sacerdote que realiza su trabajo en la Parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de París.


En esta sala de la parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se realizan los exorcismos en París


Además, explicaba que “la mayoría de las personas que vienen a vernos crecieron en familias marcadas por heridas psicológicas profundas y pérdidas graves, que son puertas de entrada para el Diablo. Veo muchas víctimas de violación, incesto y violencia. Recibo tanto a hombres como mujeres, de todas las edades y de todos los estratos sociales. Lo que tienen en común es que todos sienten un sufrimiento enorme, a veces reprimido durante años, que ni la psicología, las medicinas o los brujos han podido aliviar”.

El exorcista de París insiste una y otra vez en todos los ámbitos a los que puede llegar que el demonio existe y es real. “Debo aclarar que el exorcismo no es magia. No estamos hablando de algo hipotético. El mal es concreto e inteligente. Se mete poco a poco y nunca lo hace al azar. El Diablo se manifiesta por medio de la sugestión: la proposición del mal. Después viene el deleite: el placer de aceptar la proposición. Y al final, el consentimiento: la determinación de hacer el mal. Los tres dominios de tentación son las tres actividades principales del hombre: el poder, el dinero y el sexo”.


Por todo ello, este religioso francés advierte de que “hay que poner a un guardián en las puertas del corazón”. Así, explica que “hay que evitar las drogas, el alcohol y la pornografía. Tampoco debemos invocar espíritus, ni siquiera por diversión. El espiritismo, los videntes, los brujos y la magia negra favorecen la acción del Diablo”.


El padre Duloisy, exorcista en Isla de Francia, presidiendo la misa

El otro exorcista, el padre Berson, avisa de que “el demonio está al acecho” y por ello asegura que el mejor remedio es amar a Cristo, llevar una vida de piedad y practicar los sacramentos. Pero para los que piensan que el demonio es algo del imaginario del hombre cuenta un hecho que vivió en un exorcismo: “una vez vi a un hombre que no hablaba, ¡rugía! Sus expresiones faciales mostraban  la cara de un león”.


El fenómeno que se está viviendo en Francia con el aumento de casos de posesión no es algo aislado sino más bien común en toda la Iglesia universal. El pasado mes de marzo, exorcistas de Estados Unidos hablaban del alarmante número de casos que les llegaban. “El problema no es que el demonio haya aumentado su juego sino que más personas están dispuestas a jugar”, aseguraba el padre Vincent Lampert.

Pero además en numerosas diócesis están teniendo que multiplicar el número de exorcistas. Algo que ocurrió por ejemplo de Madrid cuando en 2013 el entonces arzobispo, el cardenal Rouco, nombró ocho exorcistas ante la avalancha de casos. También Milán multiplicó el número de sacerdotes encargados de luchar contra el demonio. Y como estas, muchos obispos tratan de frenar los ataques del demonio en sus diócesis.