Járkov, la segunda mayor ciudad de Ucrania, cercana a la frontera rusa y de mayoría rusohablante, lleva más de dos meses en guerra, con bombardeos casi diarios en la ciudad o sus cercanías. Según el Alto Comisionado de Naciones Unidas, la invasión rusa a fecha 2 de mayo había causado la muerte en todo el país de al menos 3.153 civiles, y heridas a otros 3.316. Muchas de estas víctimas están en la región de Járkov, la que lleva más tiempo de combates continuados, cuyo obispo de rito latino es Pavlo Honcharuk.
“Mientras haya creyentes en la ciudad, yo estaré con ellos. Dios y mi fe me darán fuerza para ello”, ha declarado el obispo a Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), pasados ya 60 días de guerra y bombardeos, con barrios enteros golpeados por las bombas.
En realidad, los católicos latinos eran pocos en esta zona ya antes de la invasión, unos 50.000 organizados en unas 50 parroquias muy dispersas, incluyendo la lejana Zaporiyia, a 300 km. Esta región, todo el este del país, son los territorios más descristianizados de Ucrania.
Muchos habitantes, sobre todo madres con niños, han huido. Pero el obispo se queda, con chaleco antibalas sobre la sotana y casco. A veces comparte búnker con el obispo ortodoxo Mitrofán, como ya comentó a inicios de marzo.
Es terrible “ver a la gente, a ancianos, a inválidos, escondidos en los sótanos”, afirma.
Pavlo Honcharuk, obispo latino de Járkov-Zaporizhia, muestra el agujero que hizo un proyectil en su residencia.
“Recuerdo a una niña de unos cinco años parada, petrificada, frente al cadáver de un ser querido en la calle, incapaz de moverse. El sentimiento de terror, miedo y completa impotencia se cierne sobre todos”, añade Honcharuk en un video que envía a la fundación para explicar la situación de algunos barrios residenciales.
“El asentamiento aquí fue una de las partes más pobladas de Kharkiv (Járkov), ahora todo es silencio y destrucción”, dijo. “Le pedimos a Dios que nos proteja y que todo termine. Disparan y se escuchan explosiones todo el tiempo. Esta es la situación actual", añadió.
Iglesia sin ventanas, como almacén humanitario
El templo católico latino de Járkov está sin ventanas y casi sin culto. “Todas las ventanas estallaron por la presión durante un ataque aéreo. Ahora lo usamos como almacén para suministros humanitarios. Rezamos en una pequeña capilla. Pero aún podemos enterrar a todos los muertos, gracias a Dios”, comenta.
Después de dos meses de bombardeos, el obispo constata que las iglesias, del rito que sean, son objetivo de las bombas igual que otros edificios civiles. Sólo los sótanos ofrecen seguridad. “Ya nada es sagrado”, afirma Honcharuk.
Su día a día consiste en celebrar la misa, animar a todos a rezar y tratar de llevar comida y ayuda humanitaria por búnkeres y sótanos. "Cargamos vehículos, conducimos por la ciudad aparentemente desierta y hablamos con la gente, los consolamos”, explica. Afirma que es un esfuerzo “increíblemente agotador, físicamente y aún más mentalmente debido a la tensión permanente”.
“Nosotros, los sacerdotes, no estamos armados. Somos gente de Iglesia. Nuestras armas son la Palabra de Dios y la oración”, detalla.
Se puede apoyar aquí la campaña de Ayuda a la Iglesia Necesitada en Ucrania