Sarsina es una pequeña población del centro de Italia (3.600 habitantes) a cuya basílica llegan cada año decenas de miles de fieles para recibir una bendición especial, la bendición de la cadena de San Vicinio.

El santo obispo patrón de la ciudad vivió en el siglo IV y los especialistas creen que el objeto (la cadena, un collar de hierro) es del siglo VIII o anterior. La imposición de esta cadena se ve como un gesto de humildad, penitencia y purifucación.

Uno de los sacerdotes que la impone es el exorcista de la diócesis, Fiorenzo Castorri, que ve cómo llegan a la basílica, en una mezcla cotidiana, gente con desequilibrios mentales, devotos serios, personas supersticiosas y también personas seriamente afectadas con síntomas demoníacos. 

Unas doscientas personas piden cada año hablar con el padre Castorri para exponerle temas ligados a lo demoníaco. Muchos, dice él, tienen en realidad problemas mentales, no de tipo espiritual ni demoníaco. Pero hay otros casos que sí son de posesión o de presencia del mal. Dice también que hay casos de actividad maligna ligados a la televisión. "Durante los exorcismos, el mismo diablo me está diciendo que entra en el cuerpo de las personas a través de la televisión", declara en una entrevista a un diario italiano.


"Aquellos que claramente afirman ser víctima de amarres, influencias malignas o maleficios, que indican también a menudo los autores, es muy difícil que sean presas del diablo. En los últimos siete años, desde que recibí este encargo, sólo han sido cinco los claramente posesos; y cada semana les recibo para expulsar al demonio de sus cuerpos", explica el exorcista al diario italiano Cesena Today.

El padre Castorri recuerda los 5 criterios que usa para discernir qué casos muestran actividad diabólica: 

1) no toleran que la mano del sacerdote les bendiga 
2) no toleran que el sacerdote le imponga las manos 
3) rechazan absolutamente oír siquiera hablar de la Santísima Virgen María; 
4) se niegan a tocar la estola 
5) no permiten la imposición del cilicio de San Vicinio alrededor de su cuello".
 
"El collar del santo es mi 'detector de satanás', un instrumento muy poderoso que, junto con los demás, puede revelar la posesión del maligno", explica el padre Castorri. 


  Fiorenzo Castorri, exorcista de la basílica de 
San Vicinio, con el collar o cadena del santo



El sacerdote sigue exponiendo la realidad que vive y la enseñanza de la Iglesia: "El rito de la Iglesia Católica -cuando existen indicios claros de la presencia del diablo-, prevé que el demonio podría haber poseído a una persona de cuatro maneras. Cuando hay posesión, algunos afectados entran en trance durante el exorcismo; la vejación, si el maligno aflige varias partes del cuerpo; la obsesión, cuando el cerebro está manipulado por la entidad; y la infestación… que no tiene nada que ver con los fantasmas. Muchos  tienen como referencia a la película 'El Exorcista', pero yo que dialogo con el diablo cinco días a la semana, puedo decirle que eso nada tiene que ver con la realidad".


- Son personas que se han dejado infectar por el diablo, alejándose de la ley de Dios y aproximándose al demonio... Los que acompaño son personas solitarias, frágiles y débiles. Son los más pobres de Occidente, que han perdido el sentido de la esperanza siendo seducidos por el poder, el tener, el placer y dieron así consentimiento. Uno de los aspectos más preocupantes es que, durante los exorcismos, el mismo diablo me está diciendo que entra en el cuerpo de las personas a través de la televisión.
 

- El exorcismo para la Iglesia es un evento privado y se protege la privacidad de quienes se someten al rito. Las cinco personas que acompaño son todas las mujeres, con edades comprendidas entre los 40 y los 60 años, y el mal que las posee se mueve a lo largo de sus cuerpos. Ningún médico ha sido capaz de diagnosticar lo que les aqueja… de hecho es el diablo quien se mueve dentro de ellas. Para liberarlas de sus padecimientos es necesario el exorcismo al menos una vez a la semana y continuar durante el tiempo que se precise, así fueren siete u ocho años.


- Cada una de estas personas que acompaño tiene un diablo distinto. Algunos son muy habladores, mientras que otros no quieren hablar. Los que hablan a menudo utilizan también otros idiomas, que los poseídos no conocen. Durante los exorcismos, el poseído demuestra una fuerza sobrehumana, al punto que se necesitan al menos cinco personas para mantenerlos quietos. En nuestro museo mantenemos una silla de contención, para bloquearlos, pero nunca la usamos.


- De los cinco casos que acompaño, en tres de ellos hubo maleficios hechos por las suegras de estas mujeres que no querían que sus hijos se casaran con ellas. En un caso, sin embargo, fue la madre de la víctima, mientras que en el último estamos empezando y todavía se está evaluando la situación. La maldición se realizó por el consumo que las víctimas hicieron de material malignizado, preparado por un sacerdote del diablo. Se trata de personajes muy astutos y, que en ningún caso desean ser descubiertos. A menudo me sonrío cuando una persona viene y me da el nombre de presuntos magos o hechiceros, afirmando haber sido maldecido por ellos. Quienes preparan estas cosas permanecen ocultos, en la oscuridad.
 

- En mis siete años de exorcista sólo en un caso llegué a la liberación del maligno. Podemos decir que una persona es liberada del demonio sólo cuando ella ya no entra en trance durante el exorcismo y no acusa malestares. De hecho, para los exorcistas la verdadera liberación del diablo ocurre fuera del alcance de sus ojos. Es sólo la Santísima Virgen María quien puede liberar completamente destruyendo las entidades malignas aplastándoles su cabeza...