Y ahora además de monjas son un ejemplo de brokers, inversores en Bolsa. La necesidad les acuciaba y los resultados saltan a la vista de tal modo que hasta los economistas destacan el caso de estas monjas. La Vanguardia cuenta en un reportaje como se han convertido sin tener conocimientos previos en unas expertas financieras:
Desde hace años los bancos europeos ofrecen rendimientos mínimos por los depósitos. Quien quiera sacar una buena tajada de sus ahorros tiene que jugársela. Estas monjas lo descubrieron en 2013, cuando llamaron a su banco para ver qué opciones tenían para invertir, porque necesitaban dinero para cambiar el único coche que tienen y debían arreglar el techo del convento. Desde el banco les ofrecían un plan a siete años con un rendimiento de apenas el 1% anual.
El convento apenas ingresa dinero por la venta de ropa para curas, velas y leche, ya que reciben poco apoyo financiero de la Iglesia. La hermana Lioba Zahn, de 54 años, se dio cuenta que poco futuro le quedaba al convento si no conseguían más dinero.
El banco ofrecía poco. Sus ventas no eran para tirar cohetes. Ante la tesitura, se lanzó a invertir ella misma el dinero del convento. Ahora maneja una cartera de inversiones de nada más y nada menos que dos millones de euros, afirma en el artículo publicado por Wall Street Journal en el que se explica su historia.
El convento ha vivido cien años gracias a vender ropa, velas y leche. Ahora no les alcanza.
Y ello a pesar de que su conocimiento financiero era nulo. Había estudiado psicología y ejercido como psicoterapeuta antes de entrar en el convento. “Empecé googleando qué es un swap (permuta financiera)”, confiesa. Cuenta que empezó a estudiar las páginas de economía de la prensa y las notas de análisis de su banco. “Ahora entiendo una de cada tres frases que leo, al principio era una de cada diez”, dice.
Estas religiosas alemanas han conseguido hacer frente a los gastos que tenían gracias a sus inversiones
Carsten Klude, economista jefe del banco local de Mariendonk, pide no subestimar a las monjas. “La gente tiende a pensar que las hermanas no captan mucho de lo que pasa tras los gruesos muros del monasterio”, analiza. “Han demostrado ser unas inversoras muy sabias”, afirma. En el último año han conseguido beneficios y un rendimiento del 2,6%, mejor que muchas opciones del mercado y fondos.
A la hora de invertir, la empresa tiene que ser “moralmente aceptable”, explica la hermana. Como los bonos y depósitos tienen poco retorno, la monja invierte hasta el 33% de los dos millones de euros que tienen en Bolsa. Hay tres condiciones a la hora de elegir dónde invertir: que se espere un buen rendimiento, que tenga bajo riesgo y que la empresa sea “moralmente aceptable”. Así, quedan fuera de su vista las petroleras.
La primera inversión de Zahn fue Novo Nordisk AS, una farmacéutica danesa. Compró acciones a finales de 2013 y las vendió este año. En el camino triplicaron su valor. “Lo único que lamento es no haber comprado más en su momento”, reconoce. Pero después ha habido mejores negocios. Vendió títulos de Deutsche Bank cuando estaba en máximos, justo antes de que se desplomaran. Lo mismo hizo con acciones de Volkswagen. “Suerte que salimos a tiempo”, apunta. Donde no hubo tanta suerte fue en las inversiones en el banco francés BNP Paribas, la filial alemana de Telefónica o el fabricante de coches Daimler.
La gran preocupación de la hermana Lioba es arriesgar demasiado. Nada que un inversor no haya experimentado en su vida. Christiana, otra de las hermanas del convento y que ayuda a Lioba, se muestra confiada: “Tenemos nervios de acero. No hay otra forma de sobrevivir en este mercado”. Por ahora, han salvado las finanzas del convento.
Además de rezar, pueden confiar en su olfato bróker.