La colaboración entre el Estado y la Iglesia que ha caracterizado a la Polonia de los últimos años de gobierno conservador ha pasado a mejor vida. El nuevo primer ministro, Donald Tusk, ha decidido estrenar su mandato en lo relativo a la Iglesia con toda una declaración de guerra al anunciar su plan contra la asignatura de Religión en las aulas.
Entre las medidas anunciadas por el nuevo Gobierno, se encontrarían las de reducir las dos horas semanales actuales de Religión en los colegios, así como ubicar la asignatura en primera y última hora de la jornada o que esta no cuente para el expediente académico.
Como recoge el portal húngaro Magyar Nemzet, no es ningún secreto que al menos "parte de la nueva coalición es ideológicamente hostil a la iglesia" y que "ahora está en una posición fuerte para formular políticas" acordes a dicha hostilidad.
El primer ministro de Polonia, Donald Tusk.
La Iglesia, a través de los obispos polacos, ha mostrado su oposición a las medidas anunciadas por el nuevo gobierno. Especialmente al de reducir el número de clases, que pese a ser voluntarias cuentan con una asistencia masiva de alumnos: aunque en los últimos años ha sufrido un retroceso en grandes ciudades como Varsovia, en torno al 80% de los alumnos la cursaron durante el periodo 2021-2022.
Las clases son financiadas por la escuela pública, pero sus maestros y planes de estudios son coordinados y elegidos por la Iglesia.
Hace meses que la nueva ministra de educación, Barbara Nowacka, calificó de "excesivas" las dos horas semanales de Religión y su pretensión es reducirla a una hora.
"El derecho a acceder a clases de Religión en las instalaciones de una escuela pública se deriva de derechos humanos fundamentales, en particular el derecho a la libertad religiosa, el derecho a la educación y el derecho de los padres a educar a sus hijos de acuerdo con sus convicciones religiosas", argumentaron los obispos polacos.
La Iglesia también trata de mantener el statu quo alegando que en Polonia, todos los cambios relativos a la organización de la enseñanza cristiana en las escuelas debería realizarse tras un diálogo y consultas con las organizaciones eclesiásticas y la aprobación del obispo.
La Iglesia se cuestiona, además, qué pasará con los "miles de profesores", maestros y catequistas que se verán sin empleo tras la reducción de horas lectivas, lamentando el "impacto muy negativo en sus vidas personales y en el futuro de las familias y sus hijos".
En cuanto a la supresión del cómputo de las calificaciones en el expediente académico, la Iglesia lo considera como una medida "injusta", pues "el estudiante debe ser recompensado por su trabajo y esta recompensa y reconocimiento del esfuerzo se expresa en la calificación, que también tiene una función motivacional".
El episcopado destacó por último la enriquecedora influencia de la clase de religión al inculcar una guía moral en los alumnos. "Una clase de religión tiene gran valor cultural. Ayuda a comprender nuestra cultura de raíces cristianas y proporciona herramientas para comprender la literatura y el arte", agregaron los obispos.
De aprobarse las medidas, entrarán en vigor con el inicio del nuevo año escolar el 1 de septiembre de 2024.
Aunque la demografía religiosa en Polonia sigue la tendencia generalizada a la baja, sigue perfilándose como uno de los países con una mayoría católica más consolidada: según un censo del pasado mes de septiembre, el 71% de polacos se definen como católicos, un 17% menos que hace una década, con un 88%.