Todos los elementos de la pesadilla que puede suponer Barnevernet para cualquier persona que pise Noruega, ciudadano o extranjero, se dan cita en el caso de la familia Aleksandravicius. Pese a las continuas denuncias, dentro y fuera del país, contra el inmenso poder de ese sistema de protección infantil y contra el arbitrario funcionamiento del que hace gala, su burocracia es implacable e indiferente a los varapalos judiciales.
A principios de septiembre, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó a Noruega por quitarle un niño recién nacido a su madre al estimar, con fundamentos que ahora se han considerado insuficientes, que no estaba capacitada para criarlo. Eso eso fue en 2008, y ahora el niño tiene once años que ha vivido en régimen de acogida.
Para los Aleksandravicius la situación se ha tornado aún más dramática, porque Barnevernet se va a quedar con la custodia de sus tres hijos de forma permanente, a pesar de que los cargos criminales que motivó su intervención fueron retirados.
La odisea comenzó hace más de un año. Natalya Shutakova y sus tres hijos (Brigita, de 11 años, Nikita, de 9, y Elizabeth, de 7), todos con nacionalidad estadounidense, se trasladaron desde Atlanta (Georgia) para vivir cerca de Oslo junto a su marido y padre, Zigintas Aleksandravicius.
Según explicó Natalya a Christian Post, el 20 de mayo de este año Brigita denunció en el colegio malos tratos por parte de sus padres porque la habían castigado sin teléfono móvil. Amparados por un sistema educativo en el que la misma idea de "castigo" está perseguida, y con una legislación que considera delito el más mínimo castigo físico o psicológico, los responsables del centro trasladaron la denuncia a Barnevernet. Sus funcionarios tardaron poco en presentarse en el hogar acompañados por la policía para llevarse a los niños y apartarles cautelarmente de sus padres mientras se sustanciaba la denuncia contra ellos, trasladados a comisaría.
Tras casi cuatro meses con sus hijos en una casa de acogida, llegó le momento del juicio, celebrado en Skien (Telemark). La niña grabó un vídeo para el juez explicando que había mentido al hablar de malos tratos por parte de sus padres, y que deseaba volver a casa con ellos.
"Me siento perdida. Quiero volver a casa. Quiero volver a casa con mi mamá y mi papá y disfrutar con ellos", dice Brigita en el vídeo, al que ha tenido acceso Christian Post: "Cometí un gran error y lo lamento por lo que ha pasado y el drama sobre el que mentí. Mentí sobre ello en el colegio porque no sabía lo que estaba haciendo". Siete testigos corroboraron ante el juez que la pequeña tenía tendencia a mentir.
Ante el cúmulo de evidencias, el magistrado decidió archivar la denuncia en agosto.
"Se nos había acusado de un delito de maltrato infantil, pero todo ha quedado aclarado", explicaba entonces Natalya, entusiasmada: "Barnevernet desprecia lo que dice la policía, pero tenemos un juez fantástico y el mejor abogado del mundo. La verdad se abrirá camino. Los niños estarán en casa pronto. No tengo palabras suficientes de agradecimiento para todos los que están rezando continuamente por nosotros".
Sin embargo, otro juez ha decidido que Barnevert conserve la custodia de los niños, a pesar de que la acusación criminal fue archivada, y la madre teme que sea de forma "permanente". Han recurrido esa decisión, pero tendrán que esperar al menos dos meses para que se resuelva el recurso. Si fallan contra ellos, tendrán que esperar al menos un año hasta que pueda verse un recurso a nivel europeo: "No podemos perder el tiempo en un país cuyo sistema judicial está corrompido. El país fue condenado en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos por violar los derechos de los niños y de las familias".