Eslovaquia y Chequia se separaron en 1993. Se suele decir que Chequia, más rica y poblada (10.5 millones de habitantes hoy, de los que sólo el 10% son católicos y casi nadie es cristiano protestante ya), se libró de Eslovaquia, rural, más pobre y conservadora (5,4 millones de habitantes, con un 66% de católicos y un 9% de protestantes).
La persecución contra los cristianos en la Checoslovaquia comunista fue especialmente dura y eficaz, sistemática e insistente y éste fue el país del Bloque del Este que tuvo más éxito a la hora de crear una iglesia católica "nacional", dócil al Estado comunista, como la que hay hoy en China. La Revolución democrática de 1989 que hundiría al comunismo en Europa Oriental empezó, sin embargo, en Bratislava, es decir, en Eslovaquia, con la Marcha de las Velas de marzo de 1988, y los disidentes democráticos eslovacos eran casi todos católicos. Esa manifestación, la primera en Checoslovaquia en 20 años, empezó con el rezo del Rosario.
La principal resistencia al régimen en Eslovaquia era la llamada “iglesia clandestina”. Eran grupos reducidos de personas que se reunían en pisos privados y salían juntos de acampada a bosques y montañas para poder hablar de su fe y de Dios, a menudo acompañados con sacerdotes ordenados clandestinamente. A veces eran sacerdotes que tenían prohibido ejercer en las escasas parroquias que se mantenían abiertas y vigiladas por el régimen... al salir de excursión y mantener conversaciones "peligrosas" con los fieles se arriesgaban a ser castigados. Los que tenían aún parroquia tampoco podían hablar con libertad.
František Mikloško, que ha sido varios años diputado en Eslovaquia y dos veces candidato a la presidencia, explicaba en una entrevista al Sibírskaya Katolícheskaya Gazeta (el periodico católico de Siberia) cómo en esa época se vivía en el cristianismo clandestino y la oposición democrática (eran en la práctica la misma cosa) y detalla cómo circulaba la literatura cristiana que estaba prohibida.
František Mikloško y Jan Čarnogurský fueron los organizadores de la Marcha de las Velas de 1988, la primera manifestación desde 1968; se adelantó a los sucesos de 1989 que derrocaron el comunismo en Europa Oriental; no llegaron a participar en ella porque los encarcelaron a ambos varios meses
"Los holandeses eran fantásticos. Ellos nos traían la literatura en unos coches especialmente tratados, con paredes y fondos dobles. Un milagro. Recuerdo que una vez se cayó un detalle de su coche y ellos me pidieron que les dejara el garaje. Yo no podía estar presente. Lo desmontaron todo, y cuando sacaron el coche, dentro quedaron 15 sacos enormes llenos de libros. No había visto nada parecido en mi vida", explica el diputado, que esos años llevó una doble vida como intelectual disidente y obrero de calderería (le enseñó el oficio otro disidente checo metido a calderero, Vaclav Maly... que desde 1997 es obispo de Praga).
"En los años 70 yo estaba creando grupitos estudiantiles", recuerda Mikloško. "Primero me dedicaba sólo a los estudiantes de la facultad electrotécnica, pero luego abarcaba todos los centros de enseñanza superior. Además, llevaba mi propio grupito que se reunía en mi casa. Para los grupos estudiantiles, era necesario encontrar al menos dos pisos privados para cada grupo, para alternarlos, encontrar a un sacerdote clandestino, organizar una “renovación en el espíritu” para cada uno, ejercicios espirituales, encontrar literatura, coordinar la actividad de los grupos… Yo lo llevaba todo hasta los finales de los 80".
Por eso, conseguir materiales escritos era esencial y difícil y esta red de jóvenes holandeses eran un regalo del Cielo. "Esos chicos eran protestantes, no eran católicos. Creo que eran carismáticos. Una vez vi cómo oraban en lenguas, pero nosotros, los católicos presentes, no sentimos ninguna influencia del Espíritu Santo", comenta riendo en la entrevista para el diario siberiano..
Por desgracia, la técnica del coche trucado finalizó a partir de cierto momento. "Uno de ellos quiso jactarse, y contó por la tele que iban en los coches especiales, y todo se acabó. Pero ellos hasta planificaban montar un canal de envío de libros mediante un avión autopilotado. Aquello nos pareció una verdadera fantasía y nos negamos", explica el político eslovaco.
"Luego comenzó una fase nueva cuando nos traían los libros desde Polonia, a través de la frontera polaco-eslovaca. Allí, en las montañas, a la altura de dos mil metros, había un hito de piedra, y en ese sitio, a una hora pactada, coincidían ocho polacos con ocho mochilas azules y ocho eslovacos con las mochilas iguales. Se intercambiaban las mochilas y bajaban. A raíz de esa práctica atraparon y encarcelaron a tres muchachos", detalla František Mikloško. "Todos los canales polacos los había organizado el padre Jukl que era un genio al ingeniar sistemas. Un amigo polaco me dijo no hace mucho que él había llevado un registro y que en total, él en su coche ´traficó´ con once toneladas de libros".
"A través de Hungría, donde vivían muchos eslovacos, también traían literatura. Luego de Yugoslavia, desde donde los eslovacos nos enviaban unos simples paquetes postales ¡y no se sabía por qué no se los revisaba! Enviaban unos dos o tres libritos por paquete, luego más… Era un milagro porque, al final, en cada casa había un libro editado en Roma. En Eslovaquia no se imprimió ni un solo libro cristiano en veinte años, pero todo el país estaba lleno de ellos", explica riendo.
La Manifestación de las Velas en Bratislava en marzo de 1988, entre la lluvia y la policía; empezó con el rezo del Rosario
La disidencia católica tenía problemas también para comunicarse. Los teléfonos de casas y oficinas no eran seguros, todos estaban pinchados. Se podían usar los de las cabinas públicas, pero eran muy caros y más si se intentaba llamar al extranjero. "Era un problema, hasta que nos iluminó Espíritu Santo. En una pequeña comunidad de las nuestras había un lampista que trabajaba en correos, en un locutorio. Y cuando trabajaba en el turno de noche, yo iba a su trabajo, él apretaba no sé qué botón – allí había paredes enteras llenas de botones – y me conectaban, y llamaba tan tranquilo a Hlinka y le dictaba las noticias y contaba cosas", dice, refiriéndose a Anton Hlinka, famoso sacerdote salesiano exiliado a Austria que trabajaba en Radio Europa Libre con emisiones para Eslovaquia y organizaba envíos de libros a su país.
"Pero aquello, desde luego, era muy arriesgado para el lampista, y él nos enseñó otro truco genial. En Eslovaquia los de comunicaciones se habían inventado una cosa, para su uso interno: si tú, desde una cabina callejera, llamabas a la ciudad de Staraya Lubovna, luego podrías marcar lo que sea, Australia, por ejemplo, y se pagaba como si fuera una llamada regional a Staraya Lubovna. Y así yo y Čarnogurský comenzamos a llamar, tan tranquilos, desde las cabinas. Yo estaba al lado de la cabina, montando guardia, y él, leía. A veces llamábamos desde la cabina al lado del Parlamento. Así contactábamos con Hlinka por teléfono y luego los alemanes, ampliaban o rectificaban la información".
Se refiere a Jan Čarnogurský, que pasaría 4 meses en prisión y después, en la democracia, llegaría a ser Primer Ministro; católico convencido, contamos su historia de fe aquí.
La Policía comunista rodeando a los manifestantes de la Marcha de las Velas de 1988
La relación de la disidencia eslovaca con la checa no era fluida, porque los controles del régimen eran muchos. Pero Mikloško explica cómo los superaron. "Era otro procedimiento, igual de genial. Los checos eran unos genios. Habían organizado un enorme canal informativo, todo pasaba a través de Vilém Prečan que residía en Austria. Los checos pasaban la literatura a través de los canales diplomáticos, las embajadas. Čarnogurský visitaba a Jiřina Šiklová, que luego lo hacía llegar a donde Prečan. Prečan se dejaba una copia y enviaba el original más lejos. Y así tenían la posibilidad de enviar al extranjero unos textos más grandes".
Hoy, pasadas varias décadas, los eslovacos, como otros países de Europa Oriental, aún no han hecho recapitulación de lo que significó la persecución religiosa durante el comunismo, aunque historiadores y escritores como Mikloško intentan registrar los testimonios y escribir los hechos.
"Creo que fue uno de los períodos más gloriosos de la Iglesia Católica. Fue una temporada dramática, de sufrimiento humano, persecución, encarcelamientos. Y estoy convencido de que la Iglesia Católica de momento no ha podido utilizar aquel enorme capital histórico. Porque las historias de la vida de aquellas personas son estelares, unas biografías inverosímiles, que pueden entrar en la historia universal de la Iglesia", asegura.
La Policía rodea a los manifestantes con velas de marzo de 1988 en Bratislava
Mikloško tiene perspectiva y no olvida los sufrimientos de los países vecinos. Por comparación, los cristianos de Eslovaquia, aunque oprimidos y perseguidos, salieron relativamente bien parados.
"Sobre Eslovaquia existió una protección divina especial. Rumanía es un martirologio entero, allí les fusilaron a todos, a los rusos les fusilaron a todos, ya en el 1938 no quedaba nadie. En Ucrania, en Albania, en China, les aniquilaron a todos. Mientras que Eslovaquia sobrevivió milagrosamente. Y el caso de Korec…"
Mikloško se detiene a hablar del cardenal Juan Crisóstomo Korec, jesuita, ordenado sacerdote clandestinamente en 1950 y obispo al año siguiente. Llegó a pasar 10 años en prisión. Murió en octubre de 2015. (Es uno de los 8 cardenales europeos encarcelados por los comunistas: léalo aquí).
Jan Korec, en sus años de juventud
"En 1955 ya se sabía que Korec era un obispo clandestino pero no le encarcelaron. No sé si fue debido a la muerte de Stalin, a la revolución de Hungría o simplemente ellos querían cogerles a todos a la vez, pero le encarcelaron sólo en 1960. Lo paradójico fue que Korec, procesado por ser ordenado obispo en secreto, ¡en la cárcel seguía ordenando sacerdotes clandestinos! En la cárcel tuvo lugar su instalación de obispo, su introducción pública en el cargo. Cuando salió en libertad, el Papa Pablo VI le envió las insignias personales. Durante 20 años fue un obrero y a la vez una de las mayores autoridades, siendo obispo reconocido por Roma y a la vez extraoficial. Estuvo literalmente en el centro de la vida eclesial. Y a la vez coexistía en paz con los demás obispos: nunca coincidieron físicamente pero nunca nadie se pronunció públicamente en contra de él, ni tampoco los sacerdotes, ni siquiera los leales al régimen del movimiento checoeslovaco Pacem In Terris. Así que la Iglesia era clandestina y a la vez oficial".
Para Mikloško el caso de Korec ejemplifica la situación eslovaca bajo el comunismo. "Korec fue un obispo clandestino y a la vez oficial: una persona privada, un obrero, pero todos sabían que se haría según su palabra, que era una autoridad. Así era el caso específico de Eslovaquia. Fue su período más heroico y creo que es imprescindible darlo a conocer. Por eso actualmente colaboro con la beatificación de algunos mártires, en este campo también vamos lentos, por detrás de los polacos, ucranianos, rumanos".
(Entrevista en eslovaco, traducida al ruso, por Elena Glushko; traducción desde el ruso al español por Tatiana Fedótova)
En este vídeo en YouTube, imágenes de vídeo de marzo de 1988 con la represión de las autoridades comunistas contra la Marcha de las Velas de Bratislava
(Conozca más sobre las Biblias introducidas y leídas de forma clandestina en la Unión Soviética aquí)