El Premio Templeton lo fundó en 1972 un millonario para premiar a las personas que logran avances intelectuales, morales o sociales en las realidades espirituales. Hasta 2001 premiaba "el progreso de la religión"; después de ese año especificó que premiaba "la investigación o descubrimientos sobre realidades espirituales".
Lo han recibido fundadores de comunidades religiosas fecundas (Madre Teresa de Calcuta, Hermano Roger de Taizé, Jean Vanier del Arca), científicos y matemáticos religiosos (Stanley Jaki, Michael Heller, John Polkinghorn) o autores que exploran dimensiones ecuménicas y de diálogo social (el padre Tomás Halik o el mismo rabino Jonathan Sacks).
Jonathan Sacks (www.rabbisacks.org), de 67 años, es considerado la voz más autorizada para el debate moral y social de los judíos conservadores en Gran Bretaña. Recibió un título de Lord de la Reina en 2005 y como tal tiene un asiento en la Cámara de los Lores.
Jonathan Sacks con el Papa Benedicto XVI, con el que coincide en muchos aspectos de defensa de la familia y diálogo entre comunidades religiosas
El comunicado de la Fundación Templeton destaca el trabajo del rabino Sacks en el diálogo entre religiones y su lucha contra los fundamentalismos.
"Después del 11-S, el Rabino Sacks vio la necesidad de una respuesta al desafío planteado por la radicalización y el extremismo y lo hizo con dignidad", explica la nota de la FUndación, destacando su libro más reciente, "No en el nombre de Dios: luchar contra la violencia religiosa".
En este libro, Sacks escribe: "Con demasiada frecuencia en la historia de la religión, las personas han matado en el nombre del Dios de la vida, hecho la guerra en el nombre del Dios de la paz, odiado en el nombre del Dios de amor y practicado la crueldad en nombre del Dios de la compasión. Cuando esto sucede, Dios habla, a veces con una pequeña voz, casi inaudible, bajo el clamor de los que dicen hablar en su nombre. Lo que dice en esos momentos es: ´No en mi nombre´".
Pero Sacks ha sido también una voz contundente en defensa de lo religioso en la vida pública y de la promoción de la familia compuesta por hombre y mujer y abierta a la vida y la fecundidad.
En una difundida conferencia en Londres en 2009 Sacks explicó que este siglo XXI consumista e individualista, que sólo premia la gratificación instantánea, se parece a las épocas decadentes de la Antigüedad clásica que no tenían hijos (o los mataban al nacer) y, peor aún, no da razones para tener hijos. La única excepción en nuestros días son las familias religiosas: sólo ellas tienen hijos que superan los 2,1 vástagos por mujer necesarios para una demografía sostenible.
"La paternidad implica un enorme sacrificio: tiempo, atención, dinero y energía emocional", enumeró. "¿Dónde hoy, en la cultura europea, con su consumismo y gratificación instantánea porque-tú-lo-vales, en esta cultura, dónde encontrar espacio para el concepto de sacrificarse por el bien de generaciones que aún no han nacido?", explicaba.
"Mires donde mires en el mundo, sea en comunidades judías, cristianas o musulmanas, notaremos que cuanto más religiosa es la comunidad, más grandes son sus familias, como media", añadió.
Jonathan Sacks con el Papa Francisco y el cardenal Müller, responsable de Doctrina de la Fe
En su conferencia, Sacks repasaba las cifras de natalidad europea, recordando que se necesitan 2,1 hijos por mujer en edad fértil para mantener un crecimiento cero. "Ningún país europeo cumple eso hoy, aquí están las cifras de 2004: Reino Unido,1,74; Holanda, 1,73; Alemania, 1,37; Italia, 1,33; España, 1,32 [en 2014 seguía siendo 1,32]; Grecia, 1,29".
"Europa, al menos la población indígena de Europa, está muriendo, exactamente como Polibio dijo de la antigua Grecia, en el siglo III pre-cristiano. Ese siglo es el más cercano intelectualmente a nosotros: el siglo de los escépticos, los epicúreos y los cínicos", señaló.
Después, siguió citando al antiguo historiador griego Polibio: "El hecho es que las gentes de Hellas [Grecia] habían entrado en el falso camino de la ostentación, la avaricia y la pereza; y no estaban dispuestos a casarse, y si se casaban, no estaban dispuestos a tener hijos; la mayoría sólo querían tener uno o dos como mucho."
Sacks concluye: "He ahí por qué murió Grecia. Ahí está Europa hoy. Esta es una de las verdades impronunciables de nuestra época".
Luego, el rabino recuerda al filósofo Albert Camus, que dijo "La única pregunta filosófica seria es ¿por qué no debería suicidarme?" y le propone otra: "¿Por qué debería tener un hijo? Nuestra cultura no está dando una respuesta fácil a esta pregunta".