Max y Patrizia forman una familia muy especial, y cada vez más numerosa. Son misioneros en Alemania, cerca de Colonia, y además de sus tres hijos naturales desde 2014 tienen otros tres niños en régimen de acogida. Son padres de una Casa Familia de la Comunidad Papa Juan XXIII, fundada por el sacerdote don Oreste Benzi.
Esta asociación internacional de fieles de derecho pontificio iniciada en 1968 y que desde entonces lucha contra la marginación y la pobreza. La Comunidad ata su vida a la de los pobres y oprimidos y vive con ellos, las 24 horas del día, creciendo en la relación con Cristo, porque sólo aquellos que saben estar de rodillas pueden estar de pie, al lado de los pobres.
La Casa hospeda a otras muchas personas necesitadas
Este matrimonio italiano en misión en Alemania colabora con la Oficina Alemana para Menores, con reconocimiento a nivel eclesial y jurídico. Además de los tres niños de acogida, la Casa hospeda a otras personas necesitadas o que buscan ayuda, no solo niños sino también jóvenes, madres solteras, ancianos solos, etc. Se trata, por tanto, de una casa abierta a quien tenga necesidad, a quien ya no tiene casa. “Nuestra casa está abierta, estamos comprometidos a compartir la vida cotidiana las 24 horas del día. Te conviertes en hijo, primo, abuelo, tío. Es una realidad fluida y siempre abierta a continuos cambios”, cuenta Max.
Según recoge OMP Press, Patty define así su misión: “Somos una mamá y un papá las 24 horas del día. Siempre hay mucho que hacer, solo hay que pensar en los niños y en los hijos, además desde hace algunos meses Max también es el sacristán de la Iglesia”. “La dimensión espiritual es el fundamento al que aferrarnos”, agrega Max.
La Casa Familia es la punta de lanza de la Comunidad Juan XXIII, una realidad muy fluida, con rosario y liturgia de las horas, en la que los días se suceden entre problemas de todo tipo. Gillian, de 18 años, la hija mayor, explica: “Es una experiencia hermosa, aunque muy difícil, pero conoces a mucha gente, es un enriquecimiento”.
"Una gran gracia"
La alegría de acoger, ayudar y hacer el bien es mayor que cualquier esfuerzo y lleva a crear una gran familia, donde no faltan las obligaciones y las dificultades. Hay que prestar atención al riesgo de ahogarse en una vida cotidiana llena de actividades: se corre el riesgo de ser portadores y no enamorados de Dios, como decía Don Oreste Benzi. Max explica: “Para nosotros no hay diferencia entre nuestros hijos naturales y – pienso en nuestros tres niños de acogida – los regenerados en el amor, como llamaba Don Oreste a los niños bienvenidos en la Casa Familia”.
“Una gran gracia”, señala, “es la capilla de nuestra casa, el corazón de la Casa Familia. Hemos pedido tener el Santísimo Sacramento para poder hacer adoración. Somos ministros extraordinarios de la Eucaristía y devotos de la Virgen Desatanudos”.