"Naturalmente, el miedo había nacido antes que la valentía". Así cuenta el sacerdote Simón Jubani el clima que se respiraba el 4 de noviembre de 1990, cuando Albania, donde se había alcanzado un nivel de represión desconocido incluso en los demás regímenes comunistas, volvió a la libertad religiosa.
Un estado que proclamó su ateísmo
Desde 1945, año en el que tomó el poder Enver Hoxha, (1908-1985), la dictadura procuraba dejar a Dios al margen de la sociedad albanesa. Tuviese el nombre que tuviese. En Dürres acabaron en la misma prisión y en la misma tumba el muftí Mustafá Varoshi y el arzobispo Nicolás Prennushi (1885-1949).
El culmen de la persecución contra católicos, ortodoxos, musulmanes sunitas y el sufí bektashi llegó en 1967 con la prohibición de toda manifestación de culto y con la definición en la constitución de 1976, en vigor hasta 1992, del "primer estado ateo del mundo".
Olor a ajo en Pascua
Sin embargo, mientras el régimen intentaba meter en la cárcel incluso al cielo, la fe en Albania la salvaban ancianos sacerdotes torturados y condenados a trabajos forzados en los campos (había 31 en 1991, según Amnistía Internacional), religiosas que a riesgo de su vida bautizaban clandestinamente y abuelas que enseñaban a sus nietos a rezar antes de dormir, escondidos debajo de la manta para que no se les pudiese oír.
Delante de antiguos lugares religiosos transformados en teatros y centros deportivos, solía encontrarse algún cirio colocado en la oscuridad de la noche. Desafiaban al terror: en la escuela se instigaba a los niños a denunciar a sus padres; en Pascua bastaba que el aliento oliese a ajo (con el que los albaneses celebran ese día) para arriesgarse a una detención.
La misa que lo cambió todo
Gracias a la fe de estos resistentes, el 4 de noviembre de 2015 los albaneses se reunieron, convocados por el presidente de la conferencia episcopal y arzobispo de Shkodra, Angelo Massafra, y por el cardenal emérito de Palermo, Salvatore De Giorgi, en el cementerio católico de Scutari, en el norte. Aquí, hace veinticinco aos, Don Jubani celebró la primera misa pública en Albania.
Simón Jubani (1927-2011), el héroe que celebró la primera misa pública en Albania tras casi medio siglo de comunismo.
Todavía en aquel 1990, Don Simón había sufrido el enésimo arresto. "Me rompieron todos los dientes y quedé tan conmocionado que ni siquiera sentía las patadas y los puñetazos", recuerda en sus memorias. Se le acercó un oficial que le puso ante las narices una medalla de la Virgen: "¡Escúpele y te libero ahora mismo!", le dijo. Y tras su rechazo a hacerlo siguió una nueva sesión de tortura.
En Berlín había caído el Muro e incluso en Albania empezaban a soplar los primeros vientos de libertad. "Pero", contó el sacerdote, "la población, alimentada por la psicosis del terror, no quería creernos": "Empecé a acompañar a los muertos al cementerio, siempre con un niño delante de mí con una cruz en las manos".
A las nueve de la mañana del 4 de noviembre, un hombre llamado Mark llamó a la puerta de Don Simón: "Me dijo que algunas personas, congregadas en el cementerio para limpiar las tumbas de sus seres queridos, querían oír misa y le habían enviado a llamarme".
Cuando el sacerdote llegó al cementerio, los congregados continuaron limpiando las tumbas, sin tan siquiera saludarle, para que no se pudiese decir que le habían invitado. En el lugar donde en tiempos había un altar, sólo quedaba un montón de basura: "Mark volvió de su casa con una mesita en la mano. Fue el primer altar que se levantaba en Albania después de la gran destrucción". Tras el muro del cementerio, allí donde se tiraban los residuos de la ciudad, en las décadas anteriores habían sido fusilados numerosos mártires.
Don Simón comenzó a celebrar la eucaristía mientras algunos fieles, echándole valor, se acercaban. Monseñor Massafra, hoy obispo de Scutari, explica que "justo porque no era seguro que la celebración terminase bien, habían llegado otros sacerdotes dispuestos a sustituirlo en cuanto lo mataran".
{"Estaba limpiando la tumba de mi suegra cuando vi a Don Simón Jubani que sobre una mesa improvisaba y celebraba la misa en la capilla del cementerio, que se había convertido en un establo de vacas lleno de estiércol. Me volví loca de alegría y no podía dar crédito a lo que veían mis ojos", recuerda Lucie Lorenzi, de 80 años, según informa Efe al relatar la ceremonia conmemorativa, a la que asistió el primer ministro albanés, Edi Rama.}
Al concluir la misa, los presentes eran entre cuatrocientos y quinientos. La policía no intervino, y fue la señal de que la libertad religiosa había vuelto. El 11 de noviembre hubo otra celebración pública, en la que participaron muchos miles de personas, y el 16 de noviembre los musulmanes abrieron y tomaron posesión de nuevo de la mezquita de Scutari, llamada "del Plomo".
Decenas de mártires
Durante la conmemoración del vigesimoquinto aniversario, se recordó a los 40 mártires albaneses cuya beatificación está en curso. "Esperamos", dice monseñor Massafra, "que el año del Jubileo de la Misericordia coincida con la conclusión del proceso".
Entre ellos hay un jesuita italiano, el padre Giovanni Fausti, asesinado en 1946, y una mujer, María Tuci, novicia, quien en 1950, tras un año de prisión, le dijo a una amiga que fue a visitarla: "Doy gracias a Dios porque muero libre". Se había cumplido la amenaza de su perseguidor: "Te reduciré a tal estado que no te podrán reconocer ni tus familiares". Todos fueron torturados.
Contó el testimonio de lo que le sucedió al franciscano Serafin Koda, de Lezha: "Le metieron en un bidón de agua hasta el cuello y la clavaron las uñas en la garganta hasta romperle la tráquea. El padre Serafin se dirigió a la Virgen con esta oración: ´¡Santísima Virgen, cumple con rapidez tu cometido!´".
En Scutari, el sacerdote Anton Muzaj fue obligado a estar de pie con la nariz pegada a la pared, atado de pies y manos, durante días y noches enteros, mientras la sed agudizaba los sufrimientos. Le pedía a dos prisioneros que fregaban el suelo del pasillo de la prisión que no secasen ese agua, para poder beberla. Molido a golpes, murió de tuberculosis después de que le tirasen hielo por encima y lo esposaran exponiéndolo a las corrientes de los meses invernales.
Cuando Francisco visitó Albania el 21 de septiembre de 2014, en las calles de Tirana se colgaron carteles de los mártires del comunismo.
De los 6 obispos y 156 sacerdotes que había antes del régimen, 65 murieron por ejecución o tortura y 64 murieron tras ser encarcelados o internados en los campos. Al finalizar la dictadura sobrevivían una treintena de sacerdotes: todos habían estado detenidos alguna vez.
Publicado en Famiglia Cristiana (salvo la cita de Efe).
Traducción de Carmelo López-Arias.