[El sábado 27 de diciembre el obispo católico de Amberes, Johan Bonny, se declaró partidario de que las relaciones de "parejas homosexuales y bisexuales" tengan un reconocimiento canónico o litúrgico en la Iglesia, según explicó en el diario flamenco ´De Morgen´. A continuación, traducimos del italiano el análisis de Lorenzo Bertocchi, de La Nuova Bussola Quotidiana, titulado "Bélgica, el drama de una Iglesia que persigue al mundo", que expone los antecendes y el contexto de la Iglesia en Bélgica para que un obispo pueda hacer propuestas tan ajenas a la enseñanza bíblica y católica. N. de ReL]


La posición extremista expresada por el obispo de Amberes, monseñor Johan Bonny, sobre las uniones homosexuales y, de manera más general, sobre moral sexual, no es ciertamente un episodio aislado.

Es más bien fruto de un ya largo compromiso personal en materia, pero también la punta de iceberg en la crisis del catolicismo belga, y no solo.

Bonny, ex colaborador del cardenal Walter Kasper en el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, había articulado su pensamiento también en septiembre, en un largo texto que hizo llegar al Vaticano.

En esa carta abierta el obispo belga hacía notar algunas cosas:
-la traición cometida a la colegialidad por parte de Pablo VI con la encíclica Humanae Vitae;
-el elogio por el comportamiento de los obispos belgas que emitieron un comunicado que negaba la doctrina papal sobre la contracepción;
-la crítica a la Familiaris Consortio de San Juan Pablo II por haber reiterado la enseñanza sobre la intrínseca inmoralidad de la contracepción.

Por todo esto, y no solo por ello, pedía al Sínodo invertir la enseñanza de estas dos encíclicas papales.

Es innegable que monseñor Bonny lleva hasta el fondo sus argumentos y, en un cierto sentido, está de acuerdo con el cardenal Muller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Efectivamente, en la carta de septiembre advertía de que no se puede modificar la pastoral sin influir en la doctrina. Lástima que desde su punto de vista, muy distinto del de Muller, hay que proceder a un cambio de doctrina porque «la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia debe encontrarse en una larga tradición que ha asumido nuevas formas y contenidos en el curso de los siglos».

Este cambio, en su opinión, estaría justificado por la «complejidad del contexto en evolución en el que las relaciones, el matrimonio y la familia se desarrollan actualmente».

Fiel a la línea, el obispo Bonny defiende a Fuchs, Häring y Janssens, los tres profesores de teología moral contrarios a la doctrina de la Humanae Vitae y que pueden ser asociados a la corriente del “proporcionalismo”, condenada por la encíclica Veritatis Splendor de Juan Pablo II.

Defendiendo la complementariedad de los distintos métodos teológico-morales, monseñor Bonny ha escrito que «la realidad es a menudo mucho más compleja de lo que puede incluir una pareja de opuestos: bueno o malo, verdadero o falso, justo o equivocado».

Así llega a promover, en nombre de la compasión hacia situaciones pecaminosas, la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar y dice querer aplicar el mismo principio al sexo prematrimonial, a los anticonceptivos y a las parejas homosexuales. Hay material para volver a escribir el Catecismo.


Pero estas posiciones vienen de lejos. En un artículo publicado anteriormente ya se hacían referencias al caso de la Iglesia de los Países Bajos como vanguardia de un cierto mundo eclesial que se coagula precisamente alrededor del “Nuevo Catecismo Holandés” de 1966.

El principal inspirador de ese catecismo trabajaba en Bélgica, en la Universidad católica de Lovaina: el padre dominico Schillebeeckx (1914 - 2009), nacido, ¡qué casualidad!, en Amberes.

Las conferencias episcopales de Bélgica y Holanda han competido (y se han influenciado) entre ellas inmediatamente después del concilio para ir más allá del Concilio, en aras de un cierto “espíritu” que poco se asemejaba al Espíritu Santo. 

A propósito de colegialidad y de la encíclica Humanae Vitae, el obispo Bonny encuentra un predecesor válido precisamente en el ex primado de Bélgica, el cardenal Suenens (1904 – 1996), uno de los cuatro "moderadores" del Vaticano II, que en 1969 llegó a criticar la decisión del Papa como anti-colegial, recibiendo apoyo inmediato de los teólogos Karl Rahner y Hans Küng, y de varios obispos.

Para no retroceder demasiado en el tiempo se puede recordar el escándalo causado por “Roeach”, el denominado "catecismo belga" de los años 90, escrito por el prof. Bulkens (Universidad de Lovaina) y por el rector del seminario de Brujas. El escándalo estaba causado porque el catecismo, al explicar la sexualidad de manera explícita a los niños, corría un gran riesgo de aventurarse en una apología de la pedofilia.

A pesar de las numerosas protestas, este catecismo permaneció en uso durante seis años con la aprobación del secretariado flamenco para la enseñanza. El cardenal Danneels, entonces primado de Bélgica y actualmente entre los padres del reciente sínodo extraordinario sobre la familia, se negó en varias ocasiones a responder a las protestas de los padres.

El mismo Danneels, respecto a las uniones homosexuales, en junio de 2013 declaró al periódico en lengua holandesa De Tijd que «¿cómo hace un hombre para no identificarse con su orientación? Creo que hay una clara evolución en el pensamiento de la Iglesia».

Y, en la misma entrevista, se demostró abierto a las uniones civiles. «Creo - dijo - que es un desarrollo positivo que los estados sean libres de abrir el matrimonio civil a los homosexuales, si lo desean».

Respecto a las uniones entre personas del mismo sexo, la actitud de la Iglesia de Bélgica es conocida. En 2005 el Gay Pride que tuvo lugar en Bruselas estuvo precedido por una Santa Misa con la participación de distintas parroquias de la capital y en 2006 la experiencia fue repetida cubriendo el altar con la bandera "arco iris".

A pesar de este reiterado intento de salir al encuentro del mundo, el catolicismo en Bélgica, como también en Holanda, está literalmente muriendo.

En el curso escolar 2014-2015 suman en toda Bélgica unos 100 seminaristas, de los cuales sólo 20 en el primer año de camino (en Amberes, diócesis de mons. Bonny, con más de un millón de habitantes, en total hay 4 seminaristas de los cuales 1 en el primer año), la participación en la misa dominical está en sus mínimos (por debajo del 5%), el número de bautismos alrededor del 50% de los nacidos vivos registrados (era superior al 90% en 1967), el de los matrimonios religiosos por debajo del 25% (era alrededor del 85% en 1967).

(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)