Cabeza de la iglesia protestante anglicana, monarca y jefa de la Commonwealth de naciones, donde hay gente de todas las religiones del mundo, confiesó a Jesucristo como motivador de su vida.
Con seguridad en su propia identidad personal como creyente y sin miedo a ofender a nadie, sino como punto de partida de su aportación personal a cualquier cosa que emprenda, de un discurso de 5’ 30’’ dedicó a la figura de Cristo como Príncipe de la Paz 1’ 19’’, sin complejos. Un 23,9% del tiempo de un discurso que escuchan cientos de millones de personas.
Mientras, su Guardia Real tocó un villancico en honor del Niño Dios en su jardín: Noche de Paz. Para ella, como para más de dos mil millones de seres humanos, entre cristianos y musulmanes piadosos para los cuales Jesús es un gran profeta, Cristo es la Luz del Mundo.
«Para mí, personalmente, la vida de Jesucristo, Príncipe de la Paz, cuyo nacimiento celebramos hoy, es una inspiración y un punto de anclaje en mi vida. Un verdadero modelo de reconciliación y de perdón. Alargó su mano en gestos de amor, aceptación y sanación. El ejemplo de Cristo me ha enseñado a buscar siempre respetar y valorar todas a todas las personas: de cualquier fe o de ninguna.
»Algunas veces parece que la reconciliación no tiene ninguna posibilidad frente a la guerra y la discordia, pero como la tregua de Navidad de hace un siglo nos recuerda, la paz y la buena voluntad ejercen un poder duradero en los corazones de los hombres y de las mujeres. En esa glacial Nochebuena de 1914 muchos de los soldados alemanes cantaron Noche de Paz, con su cautivadora melodía filtrándose entre las líneas enemigas. Ese villancico es, todavía hoy, muy querido, un legado de la tregua de Navidad, y un recordatorio para todos nosotros de que, incluso en el más improbable de los rincones, la esperanza puede ser cultivada. Una muy feliz Navidad para todos vosotros.»