Patrullan vestidos con chalecos reflectantes de color naranja y la inscripción «Shariah Police». Han sembrado el centro de la ciudad de carteles amarillos con la advertencia «Shariah Controlled Zone» y advierten en ellos a los jóvenes musulmanes de que la ley islámica prohíbe el alcohol, el juego, la música, los conciertos, la pornografía, la prostitución y las drogas.
Pero esto no sucede en Riad, capital de Arabia Saudí, ni en las localidades de Irak o Siria controladas por los yihadistas del Estado Islámico, sino en Wuppertal, Alemania, en el corazón de la cuenca del Ruhr. Toda una provocación para las autoridades locales y el propio gobierno federal.
Sin embargo, la policía de verdad y la fiscalía de Wuppertal admiten que poco pueden hacer, ya que «aconsejar el cumplimiento de reglas religiosas no es un delito», reconoció un portavoz de la Justicia en esa localidad de Renania del Norte-Westfalia.
Para echarles el guante hace falta que rebasen los límites de la amenaza y la coacción.
Pese a todo, la policía ha abierto una investigación contra once hombres por manifestación ilegal, así como contra tres presuntos policías religiosos, de entre 19 y 33 años, por pasearse con uniformes ilegales, todos ellos miembros de la escena salafista de Wuppertal, la ciudad alemana con mayor concentración de radicales islamistas.
Se calcula que en el estado más poblado de Alemania residen unos 1.800 salafistas.
Entre tanto, los ministros de Interior y Justicia reaccionaron indignados. «No pensamos tolerar algo así en suelo alemán», dijo el titular de Interior, Thomas de Maizière, mientras su colega de Justicia, Heiko Maas, subrayó que «no pensamos tolerar una justicia paralela».
El alcalde de Wuppertal, el cristianodemócrata Peter Jung, se mostró alarmado porque «esas personas quieren atemorizarnos para imponer su ideología. No pensamos permitirlo».
El responsable de integración en su ayuntamiento, Hans Jürgen Lemmer, advirtió de que los impulsores de esa «policía religiosa» son «una tropa altamente peligrosa que recluta para la guerra santa».
El presunto cabecilla del grupo es el alemán converso al Islam Sven Lau, un antiguo bombero de 33 años que ahora ejerce de predicador y es uno de los portavoces más populares de la creciente escena salafista en Alemania.
Lau fue presidente de la asociación fundamentalista «Invitación al paraíso» y es observado sistemáticamente desde hace años por la policía y los servicios de inteligencia interior.
El movimiento salafista hace años que ha tomado la calle en Alemania, donde regalan traducciones del Corán al alemán y reparten pasquines para seducir a jóvenes de religión musulmana e incluso animar a la conversión a quienes no lo son.
Esta situación ya se vivió el pasado verano en el barrio de Tannenbusch, en Bonn. Jóvenes salafistas patrullaron por sus calles, amenazaron a muchachas por no llevar cubierta la cabeza e incluso dieron una paliza a un adolescente por tomar alcohol en una fiesta.
La policía de Wuppertal ha hecho un llamamiento a los ciudadanos para que denuncien la presencia de la «Sharia Police».
Sus miembros actúan con tal sentimiento de impunidad que han publicado en internet un vídeo de varios minutos para publicitar sus patrullas, a las que también presentan con fotografías en las redes sociales.