Todo el mundo está de acuerdo de que en Europa occidental la religión está en claro retroceso… Las cifras, los “creadores de opinión”, los medios de comunicación… Todos…
Sin embargo, como si de la aldea de Asterix se tratase, Portugal lleva la contraria a los datos, a las opiniones y a las profecías.
La Conferencia Episcopal Portuguesa acaba de publicar la 23 edición del anuario de la Iglesia. Este libro de “datos” revela un aumento en el número de católicos desde el año 2006.
Los católicos portugueses han pasado en este periodo de 9,33 millones a los 9,45 actuales. Y no es que la población portuguesa haya aumentado y, en consecuencia y relativamente, aumente el número de católicos. Es que también aumenta el porcentaje de católicos. Este porcentaje ha pasado del 88,1 por ciento de 2006 al actual 88,5 de hoy.
Portugal no se libra, sin embargo, del descenso de sacerdotes que han pasado de 2.880 a 2.661 en el mismo periodo. Tampoco se libra de la caída en el número de religiosas y religiosos, si bien no tan acentuada como en España.
En el país vecino nadie pone en duda la labor de la Iglesia que, en medio de una crisis galopante que Portugal ha sufrido más que ningún otro país de Europa occidental salvo Grecia, ha sabido estar a la altura.
Caritas y cada una de las parroquias, las cofradías y las instituciones de la Iglesia portuguesa han sido las primeras en arrimar el hombro. La Iglesia católica en Portugal gestiona, a través de diversas diócesis o instituciones eclesiales, 24 hospitales, 136 ambulatorios, 908 casas de enfermos y personas con deficiencias, 102 orfanatos, 602 guarderías, 90 consultorios y centros de defensa de la vida y de las familias, 29 centros especiales de educación y reinserción social, además de 496 instituciones asistenciales de diverso tipo.
Curiosamente, a la vez que se hacían públicas las cifras de la Iglesia portuguesa, el Parlamento del país aprobaba instituir el Día del Peregrino. Algo que en la “laicista” España crearía un aluvión de críticas en todos los medios y sectores “de opinión”, en Portugal – donde después de todo más de 88 ciudadanos de cada 100 se declaran católicos – se aprueba sin ningún trauma pseudo ideológico.
Puede que sea el Parlamento portugués, con esta decisión, el que nos aclare a los no portugueses, por qué Asterix-Portugal sigue llevando la contraria al descenso de la religión en Europa Occidental. El texto de la resolución 1050/XII del Parlamento portugués busca “dignificar el papel del peregrino en la construcción de la sociedad portuguesa” y, añade, “existe una fuerte tradición de realización de peregrinaciones cristianas dirigidas a los más diversos lugares de culto, especialmente las que tienen lugar en el Santuario de Fátima”.
Salió ella. Sí, la Virgen de Fátima. La devoción mariana está tan en el corazón de los portugueses que ha hecho que el país no tenga la más mínima vergüenza de “ser católico”.
“El trece de mayo la Virgen María bajó de los cielos a Cova da Iría” y hablando con tres pequeños pastorcitos, cambió el país.
Nadie parece recordar que Portugal, hace un siglo era uno de los países más anticlericales del mundo. Había expulsado y “acompañado” a la frontera a todo sacerdote, religiosa o religioso no portugués como si de ganado se tratara, disuelto todas las congregaciones religiosas y perseguido cualquier forma de libertad de expresión de la Iglesia que no tuviera el placet del gobierno.
Habrá que pedirle a la Virgen que ayude a los vecinos de Portugal a que recuerden, para su bien, la vieja cantinela: “Bendita sea la hora en que la Virgen vino en carne mortal a Zaragoza”.