Para justificar las nuevas disposiciones bioéticas francesas, que extienden la fecundación asistida a mujeres sin pareja o parejas de lesbianas, se ha decretado una auténtica "caza al padre", que minusvalora su importancia para los hijos hasta suprimirla desde el inicio.
Los grandes perjudicados serán los niños criados deliberadamente sin padre, explica Elizabeth Monfort en una reciente tribuna en Le Figaro:
Elizabeth Montfort (1954), licenciada en Derecho y en Filosofía, fue eurodiputada entre 1999 y 2004 y preside el área de estudios de familia y bioética en el Instituto Tomás Moro.
No podemos suprimir al padre en nombre de la igualdad
"No tener marido me expone más bien a no ser violada, no ser asesinada, no ser agredida. Y evita que mis hijos también lo sean": las declaraciones de Alice Coffin, representante electa parisina del partido EELV (Grupo Ecología Los Verdes), difundidas por las redes sociales, dicen mucho sobre la caza al padre y el bombardeo mediático que se está llevando a cabo a través de las redes sociales con el fin de apoyar el controvertido proyecto de ley cuyo artículo 1, que extiende la Procreación Médicamente Asistida a todas las mujeres ["PMA para todas", según la expresión francesa: incluidas mujeres fértiles sin pareja o parejas de lesbianas], acaba de ser aprobado por la Asamblea nacional en segunda lectura.
Esto implica olvidar que la mayoría de los padres no son violentos ni violadores, y que es profundamente injusto que padres que se preocupan de la educación de sus hijos y que están presentes en la vida familiar sean puestos en la picota del tribunal mediático en nombre de los padres delincuentes o criminales. Es olvidar también que todo acto delictivo o criminal debe ser condenado por un Tribunal de la República y no por un hashtag como #BalanceLePère, que condenaría a todos los niños a no tener padre porque algunos de ellos son violentos, según la idea de "para suprimir la violencia de los padres, suprimamos la figura del padre".
Todo esto recuerda algunas de las propuestas de la Cumbre mundial de Pekín de 1995 sobre las mujeres, que abrieron tantas perspectivas con el siguiente razonamiento: "Para evitar que las mujeres sean objeto de violencia, suprimamos el concepto de mujer". El resultado fue el avance de la ideología de género y su imposición en el debate público.
Estas declaraciones no llegan por casualidad. El gobierno tiene dificultades con este segundo debate de la revisión de las leyes bioéticas en la Asamblea nacional. Se nos había dicho que este votación era urgente. Ahora bien, el 27 de julio por la tarde, primer día de debate, había pocos diputados de la mayoría presentes; de hecho, se suspendió la sesión hasta que todos estuvieron presentes en el hemiciclo. Si bien la procreación asistida no es la única cuestión que aborda este proyecto de ley, es la más simbólica porque atañe a la filiación, fundamental para una sociedad. Y plantea un gran número de cuestiones graves que conciernen al padre.
No se puede reducir al padre a una "figura"
La anterior ministra de Sanidad, Agnès Buzyn, declaró en su momento que la figura del padre podía ejercerla un tío o una tía, ¡incluso una abuela! Como si el padre fuera únicamente una función. Esto es olvidarse del papel biológico del padre, que hace que su autoridad y responsabilidad sean legítimas sobre el niño del que es padre.
La concepción o la capacidad de concebir precede a la función paterna: requiere la alteridad de los sexos porque la procreación es la única actividad humana que necesita el compromiso de dos personas de sexo diferente. Esto no es ofender la libertad de los adultos. Es un hecho del que ciertos defensores de la naturaleza, grandes partidarios de la "procreación asistida para todas las mujeres", quieren olvidarse a toda costa.
En septiembre de 2019, la Academia de Medicina publicó una advertencia en la que declaraba que "la concepción deliberada de un niño privado de padre constituye una ruptura antropológica de gran importancia", que "conllevaba riesgos" para su "desarrollo psicológico" y su "realización". Añadía que reconocía "la legitimidad del deseo de maternidad de todas las mujeres, independientemente de su situación", pero concluía que "en razón de la misma igualdad de derechos, hay que tener en cuenta el derecho de cada niño a tener un padre y una madre en la medida de lo posible".
¿Es serio que el niño sea, en este punto, el gran olvidado por el proyecto de ley? ¿Un proyecto de ley que demuestra, política, filosófica y antropológicamente, el rechazo feroz de la mayoría a ofrecer una definición clara y concreta de lo que es "el interés superior del niño" en el texto?
El padre no puede suprimirse en nombre de la igualdad
El principio de igualdad ya no funciona. Se nos había dicho: "En el nombre de la igualdad, todas las parejas tienen derecho a la procreación asistida. Y como las parejas de sexo distinto tienen acceso a este método, también deben tenerlo las parejas del mismo sexo". Esto es olvidarse de que sólo una minoría de las parejas de sexo distinto tienen acceso a la procreación asistida, a saber: las que tienen un problema médico que les impide procrear, o las que corren el riesgo de transmitir una enfermedad infecciosa o genética. El recurso a la procreación asistida es un paliativo a un problema médico.
Entonces, ¡seamos claros! Si, en nombre de la igualdad, las parejas del mismo sexo pueden tener derecho a la procreación asistida, esta técnica no concierne sólo a las parejas de mujeres. ¿Qué pasa con las parejas de hombres? En razón de la exclusión de los padres, ¿no tendrían derecho a la procreación asistida? No nos engañemos. Esta línea roja que el gobierno no quiere cruzar será superada tarde o temprano en nombre de la igualdad. Y en la mente de algunos, ya lo ha sido.
Pero llevemos el razonamiento más allá: en nombre de la igualdad, ¿es justo que algunos niños vivan con su padre y otros no porque la ley les priva de este derecho? Ciertamente, los avatares de la vida pueden privar a un niño de su padre, pero no ha sido eliminado de la familia a priori, lo que sería el caso con este proyecto de ley.
No se puede aceptar una filiación que, al suprimir el padre, se queda coja
La "PMA para todas" cuestiona los cimientos de la filiación, en la que se puede diferenciar diversos aspectos: biológico, psicológico, jurídico y social. Ningún aspecto tomado de manera aislada expresa la inteligibilidad de la filiación que el niño necesita para su crecimiento y equilibrio. Reducir la filiación a la sola voluntad del adulto es un criterio subjetivo demasiado frágil para ser considerado por la ley, salvo que se cuestione el papel fundamental del derecho. Bastaría para ser reconocido «progenitor» declarar ante notario, en una declaración anticipada, la voluntad de ser progenitor. Si la voluntad del adulto de ser progenitor desaparece, ¿el niño se queda huérfano?
Pillado por sorpresa por las intervenciones imparables de la oposición, el gobierno ha enseñado su última carta en el debate parlamentario: el argumento del amor. El amor de los adultos o el deseo de tener un niño bastarían para legitimar la "PMA para todas".
Obviamente, todos los niños necesitan amor para crecer y madurar. Somos conscientes del desastre psicológico que supone no tenerlo. Pero afirmar, como hace el ponente del texto, Jean-Louis Touraine, que las técnicas de procreación asistida «pueden reforzar la familia basada en el amor» es un sofisma irresponsable. ¿Y las otras familias? Las que no han recurrido a las técnicas de procreación asistida, ¿carecen de amor?
El punto de vista maniqueo que los partidarios de la "PMA para todas" han conseguido imponer -por un lado, el amor; por el otro, la biología; por un lado, las familias elegidas al recurrir a la procreación asistida y basadas en el amor; por el otro, las familias reducidas a biología, por lo tanto, retrógradas- es una entelequia. Procrear no se puede reducir a un acto biológico. Aunque engendrar es el primer paso, implica que ambos progenitores, padre y madre, se ocupen de su hijo, garantizando su educación y seguridad, lo que exige amor, afecto y mucha paciencia.
Considerar el amor como el único criterio que legitima el recurso a la PMA es un argumento irresponsable. En la celebración de los matrimonios civiles, el amor nunca se ha considerado como un elemento constitutivo que valida el matrimonio. Porque el amor, como la voluntad, no es un criterio objetivo que el derecho pueda tener en cuenta. Si el amor desaparece, ¿el niño se queda huérfano?
Parece que el individuo sea su propia medida y la medida del mundo. Su voluntad, en el gran mercado liberal de la biotecnología, debería hacerle invencible. Todo le debe estar sometido. Lo que él le niega a la naturaleza hay que dárselo por ley. Es una verdadera revolución jurídica y antropológica la que está en marcha con esta ley. ¿Es realmente esto lo que desean los ciudadanos franceses?
Hay que erigir un dique ante las pasiones tristes del hashtag #BalanceLePère y el feminismo lleno de odio. Hay iniciativas. La Fondation des Femmes, por ejemplo, propone un camino más positivo y duradero. Es el sentido de la campaña "Tu seras un homme mon fils" ["Tú serás un hombre, hijo mío"], cuyo objetivo es sensibilizar a los hombres poniéndolos en el centro de la escena en su vida cotidiana con sus hijos, sus pruebas deportivas, en el colegio, en la relación con las mujeres, etc... Esta manera de reconocer el lugar del padre en la educación de los hijos respecto a las mujeres demuestra lo perjudicial que puede ser su ausencia para el niño.
La campaña reitera el verso final del célebre poema "If" ["Si"] de Rudyard Kipling: "Serás hombre, hijo mío".
Con todo este alboroto y dado que el confinamiento ha dado la posibilidad a un gran número de padres de implicarse en la vida familiar, ¿aún tendrán un lugar para que puedan cuidar de sus hijos, educarlos y guiarlos hacia la edad adulta, en la que serán, a su vez, responsables y libres?
Traducido por Elena Faccia Serrano.