El Primado de la Comunión Anglicana, Justin Welby, recomienda a sus feligreses -lo dice el The Telegraph- que se confiesen, que tengan un confesor. Como los católicos. O al menos, como los anglocatólicos, los anglicanos más tradicionalistas.

No es que él lo sea: Justin Welby es más bien un anglicano de estilo evangélico-carismático. Dios no le interesaba hasta que se convirtió al cristianismo en unos Cursos Alpha (www.cursoalpha.es) hace unos años. Al contrario que muchos anglicanos evangélicos, no le ve problemas a ordenar mujeres como presbíteras u obispas. Pero la confesión católica le parece muy recomendable. Un mix complejo. 


Lo más curioso es que Welby tiene un director espiritual -quizá él hablaría de un acompañante espiritual- que es sacerdote católico, el padre Nicolas Buttet (en la foto bajo estas líneas), un ex-político suizo, converso, ermitaño durante unos años, ordenado sacerdote por el obispo Dominique Rey de Toulon, fundador de las comunidades Eucharistein, predicador itinerante.



Si Buttet acompaña a Welby lo hace en la distancia, en móvil o internet, porque se pasa poco por Inglaterra. Welby sí se las arregla para ir una o dos veces al año a Suiza, a encuentros ecuménicos de carismáticos católicos y protestantes, donde se encuentra con Buttet.

El padre Buttet puede acompañar al Primado anglicano, escucharle, orar con él y por él. Quizá incluso le anime a considerar la posibilidad de adoptar el catolicismo. O quizá no se atreva y se lo deje a Dios mismo. 

Lo que Buttet no puede hacer es confesar a Welby, no puede absolverle, no puede invocar sacramentalmente el poder del Espíritu Santo para perdonar sus pecados. Porque Welby no está en comunión plena con la Iglesia Católica. Es el jefe de otra Iglesia (con permiso de Su Majestad la Reina).




Para los anglicanos, confesarse no es un sacramento, como para los católicos. Es sólo una práctica devocional o espiritual, muy en desuso. El escritor y converso C. S. Lewis (Mero Cristianismo, Crónicas de Narnia), aunque se le suele considerar de estilo evangélico, se confesaba a menudo. Pero hoy ya casi ningún anglicano lo hace.

Tampoco es que los católicos se confiesen mucho pero los católicos saben que deben hacerlo: es la forma de quitar el pecado, de lograr el perdón.

Ya dijo el ángel a San José que el Niño que iba a nacer venía "a salvar al pueblo de sus pecados". Jesús, en la Confesión, "quita el pecado del mundo". La Iglesia Católica tiene mandado confesarse al menos 1 vez al año... o cada vez que se esté en pecado mortal (y saltarse la misa del domingo sin causa seria es pecado mortal).


Los anglicanos no tienen esta obligación, ni lo ven así. En los seminarios anglicanos enseñan a los clérigos esta frase: "Acerca de confesar los pecados a un sacerdote, es algo que todos pueden hacer, ninguno está obligado y algunos deberían". Pero los anglicanos más cercanos al estilo católico, en sus manuales, plantean: "¿Y cómo sabes que no eres uno de los que deberían?"

Un católico diría que es una frase bastante absurda: "¿de verdad peca usted tan poco que no necesita quitar sus pecados mediante la confesión?", plantearía.

El caos doctrinal anglicano sobre la confesión viene desde sus orígenes en el s.XVI: los anglicanos de tendencia más calvinista tendían a ver la confesión como una mera superstición de papistas y romanos. Los de influencia más luterana pensaban que era una ayuda espiritual, si bien no un sacramento.

Pero Welby ha hablado estos días en un encuentro ecuménico de "Churches Together in England" de una forma "muy católica".




"He aprendido en los últimos 10 años acerca del gran sacramento de la reconciliación, la confesión", ha declarado, usando términos tan católicos como "sacramento" y tan modernos como "reconciliación".

"Es tremendamente poderosa, y dolorosa si la haces adecuadamente. Es realmente horrible cuando vas a ver a tu confesor. Dudo que te levantes esa mañana y pienses ´hoy nos vamos a divertir mucho´. Es realmente incómodo. Pero mediante ella, Dios desata su perdón y absolución, y una sensación de limpieza".

Para ser alguien que evangélicos y pentecostales tienden a ver como "muy cercano", el alegato de Welby a favor de tener confesor ha debido ser bastante desconcertante.


Lo cierto es que su acompañante espiritual, el padre Nicolas Buttet, tuvo que dar ese paso en su conversión: el de acercarse al confesionario. Probablemente él es quien ha "contagiado" al Primado anglicano.

Buttet nació en 1961 en Suiza, en una familia católica devota, pero se alejó de la fe y se volcó en la política. Tenía 23 años y era ya secretario del partido democristiano de su cantón y diputado. Y vivía con una chica sin casarse con ella. La chica era de familia no creyente, pero ella tenía ciertas inquietudes espirituales, y a través de ella el joven Buttet se animó a mirar más allá de la política y conoció cristianos que le sorprendieron por su alegría.

Entonces, en 1985, teniendo él 24 años, ella anunció que quizá estaba embarazada.

Al final no era así, pero con el susto él reflexionó y entendió que su vida sentimental no era correcta. Entró en una iglesia y decidió confesarse. Buttet dice que en esa confesión llegó su conversión.


La política dejó de interesarle: no era suficiente para arreglar todo lo que sentía que debía arreglarse. Por un lado buscaba lo esencial. Por otro, ayudar gente a reencauzar su vida. Estuvo unas semanas atendiendo discapacitados en el Cottolengo. Luego, un tiempo de ermitaño. Pero venía gente sola y herida a verle -alcohólicos, suicidas, drogadictos- y él les remitía a adorar al Santísimo en el sagrario. Y algunos se curaban, y otros se convertían.

Había que acompañar a esa gente. Así surgió en 1996 Eucharistein (www.eucharistein.org), que hoy cuenta con 2 casas en Suiza y otras 2 en Francia, y con unos 60 consagrados y algunos sacerdotes que atienden personas heridas mediante el acompañamiento y la Eucaristía y la adoración como fuente de sanación. En 2003, el obispo Dominique Rey de Toulon le ordenó sacerdote y este obispo tutela la comunidad y sus estatutos. 

Nicolas Buttet no ha dejado de ayudar a fundar cosas, como el Instituto Philanthropos de estudios antropológicos en 2004 o la Fundación Écophilos, sobre "la verdad de la persona en el trabajo".




No es extraño que el arzobispo Welby se encuentre a gusto con Buttet. Él era ejecutivo y negociador, un hombre del mundo. Su conversión a través de Cursos Alpha y la espiritualidad carismática es cercana a la del ermitaño suizo. Los dos son inconformistas y tienen un alma de transformación social. Welby admite el poder del sacramento de la confesión porque Buttet ha nacido de él y lo vive.

Evidentemente, los católicos querrían que Welby dejase de intentar ser todo al mismo tiempo (ignaciano, carismático, prelado anglicano, diplomático, evangélico y semi-sacramentalista, todo a la vez) y desearían que asumiese la plenitud de la propuesta católica. Sin duda, Dios tiene sus tiempos.