La historia del monasterio bosnio de Marija Zvijezda [María Estrella] está desde 1882 vinculada al queso. Ese año empezó a fabricarse en el claustro, que albergaba a más de doscientos monjes trapenses (265 alcanzó en vísperas de la Primera Guerra Mundial: uno de los mayores del mundo), la variedad denominada Banja Luka (localidad situada a 250 km al noroeste de Sarajevo). Era tan apreciada que llegó a degustarse en la corte del Imperio Austro-Húngaro.
Su sabor, suave y con cierto regusto de humedad, con aire de queso fresco pero textura de semicurado, se hizo célebre en la zona, y sirvió para sostener económicamente la abadía. El secreto estaba en la leche... y en una receta secreta, jamás puesta por escrito, que pasó de boca a oído de los religiosos por la vía de la experiencia durante más de un siglo.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el gobierno comunista yugoslavo se incautó de sus bienes y encontró una forma de asfixia a la orden limitando la venta del manjar. Sólo podían fabricarlo para consumo interno, y a lo sumo pagar con él la leche que los vecinos les llevaban para fabricarlo.
Luego vinieron la guerra que desintegró el país (19921995) y las limpiezas étnicas sucesivas que horrorizaron al mundo y, entre otros efectos secundarios, hicieron languidecer el monasterio. La puntilla pareció recibirla en 1996 al morir el padre Mohor, el último que conoció la fórmula. Se la llevó a la tumba.
Hoy en Marija Zvijezda sólo quedan tres trapenses, pero han decidido que, por encima de todo, tienen que continuar allí y esperar nuevas vocaciones. Y, como en los mejores tiempos, van a intentarlo a través del queso. El padre Tomislav viajó hasta Francia para formarse en la técnica e implementar de nuevo su producción. En 2008 empezó la nueva etapa, y parece que repitiendo el éxito de siempre.
Con la ayuda de Caritas, abrieron una vaquería
que sirviese además para dar trabajo a los escasos católicos de la zona, y actualmente hacen 24 toneladas de queso al año. El milagro está más cerca. Se vende en toda Bosnia y en la vecina Croacia a 12 €/kg, y completan la oferta gastronómica con los aguardientes de frutas y hierbas que destila el padre Franjo. ¿Se puede pedir más?