Hasta hace unas semanas, Nick Williamson, de 28 años, era el anónimo dueño de una pequeña imprenta situada en el condado de Armagh, en Irlanda del Norte. Nunca pudo imaginar que su vida iba a dar un triste giro cuando el mes pasado recibió un correo electrónico enviado por Danny Toney, director de la publicación homosexual MyGayZine, que le pedía que les estableciese un presupuesto de impresión para el número de junio, cuya salida está prevista para coincidir con la marcha del "orgullo gay" de Belfast.
Antes de comprometerse, Williamson decidió, por si acaso, echar un vistazo al número de MyGayZine actualmente en venta en los quioscos. Lo que se encontró no tiene desperdicio: un anunció a doble página de la “compañía líder en entretenimiento gay”, que ofrece strippers de ambos sexos, camareras en topless, “mayordomos picantes” y demás servicios de la misma calaña.
En páginas interiores, se puede ver un artículo cuya fotografía principal representa la imagen de una mujer, convenientemente manipulada para que aparezca besándose a sí misma así como otros reportajes con imágenes de las cantantes Rihanna y Raynanna desnudas, con palabras escritas sobre sus pechos que apenas los cubren, según informa Christian News Network.
En su contestación a Toney, Williamson indicó que, “debido a la naturaleza de la revista”, no iba a establecer presupuesto alguno. Toney le pidió que aclarara los motivos de su negativa y Williamson le replicó que había “ciertos tipos de trabajo” con los que se “sentía incómodo” porque iban en contra de sus principios y de su fe cristiana.
El editor, ni corto ni perezoso, ha prometido actuar como actúa el lobby gay en estos casos: denunciando a Williamson en la Comisión de Igualdad de Irlanda del Norte, y, si procede, llevándole a los tribunales. A su favor, dispone de la ley británica de Igualdad, votada en 201 bajo el Gobierno de Gordon Brown, que prohíbe cualquier forma de “discriminación” basada en la orientación sexual en la industria y en los servicios y que se aplica a rajatabla: el año pasado los dueños de un Bed&Breakfast perdieron en los tribunales contra una pareja de homosexuales a los que negaron una habitación.
Sin embargo, Williamson está dispuesto a llegar hasta el final y ha pedido asistencia legal a The Christian Institute. Esperemos que tenga algo más de suerte que el canadiense Scott Brockie, también dueño de una imprenta que ya en 2000 perdió una demanda en la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Ontario porque no quiso imprimir papel de escribir para una empresa homosexual.