(Javier Fariñas)
Tanto política como económicamente, Ucrania atraviesa una profunda crisis: las fuerzas que se proponen reformar este Estado de Europa Oriental y hacer posible su ingreso en la Unión Europea están enfrentadas entre sí, y las disputas con quienes desean mantener estrechos lazos con Rusia contribuyen al estancamiento del país. Además, hay reformas importantes que no se llevan a cabo, razón por la que la situación económica, de por sí muy mala, se está agravando aún más, y las tensiones políticas se están intensificando. Ante este trasfondo, las Iglesias cristianas encaran una especial responsabilidad. Sus iniciativas sociocaritativas y pastorales, y la cooperación fraternal entre las diferentes confesiones fortalecen la cohesión social en estos tiempos difíciles. La mayoría de los ucranianos pertenecen a las Iglesias Ortodoxas de los Patriarcados de Kiev y Moscú. Casi un 10% de los 46 millones de ucranianos son greco-católicos; en torno a un 5%, romano-católicos; un 2,7% son evangélicos, y los musulmanes representan aproximadamente un 4%. Además, en Ucrania viven más de 100.000 judíos.
Una iglesia cerca de la libertad
Para el Obispo Auxiliar católico de la Diócesis de Kiev, Mons. Stanislav Shyrokoradiuk (en la foto), las Iglesias afrontan grandes desafíos: «Podemos hacer mucho. El hambre espiritual es enorme, y tras décadas de opresión podemos, por fin, trabajar libremente». El prelado también señala que muchos adultos se están bautizando y que los intelectuales vuelven a descubrir a la Iglesia. Según indica, las relaciones con las demás Iglesias cristianas y los creyentes de otras religiones son buenas. En su opinión, ha contribuido a ello el hecho de que, hasta los años ochenta, todos los grupos religiosos sufrieran la persecución en la Unión Soviética. En estos momentos, la política se muestra abierta frente a las Iglesias: ya se han restituido algunos terrenos y edificios expropiados durante el comunismo y se está estudiando la forma de impartir una asignatura de «Ética cristiana» en las escuelas.
La iglesia ucraniana vive de la caridad
En palabras de Mons. Shyrokoradiuk, los católicos afrontan los nuevos desafíos y tareas «con fe y mucha iniciativa». Añade que, pese a que los recursos son limitados, saben sacar el máximo provecho de ellos. «La Iglesia es pobre, y también lo son las parroquias. Los sacerdotes subsisten con lo que se les da», explica. En Ucrania es tradición que los creyentes lleven algo para el párroco cuando van a Misa. Muchos dan muestras de solidaridad, también desde el extranjero.
Así, por ejemplo, la asociación católica internacional «Ayuda a la Iglesia Necesitada» (AIN) apoya en Ucrania varios proyectos pastorales de las Iglesias greco-católica y romano-católica. Su ayuda va destinada a la construcción de estructuras parroquiales en las zonas de la diáspora, la producción y difusión de libros y material destinados a la enseñanza religiosa y la emisora de radio Voskresinnya.
Otro punto importante es la formación básica y continua de sacerdotes, religiosas y catequistas. Mons. Shyrokoradiuk subraya la importancia de la formación de los futuros sacerdotes: «En tiempos de la Unión Soviética, muchos sacerdotes fueron deportados a Siberia, y sólo seis regresaron tras morir Stalin». Y a quienes deseaban convertirse en sacerdotes se les ponía todo tipo de impedimentos. El propio Mons. Shyrokoradiuk tuvo que esperar años hasta obtener, en 1979, el permiso del Estado para ingresar en un seminario. Eso sí, no pudo hacerlo en su país, sino en Riga (Letonia). Entretanto, la Iglesia romano-católica dispone ya de tres seminarios en Ucrania.
Según señala el Obispo Auxiliar de Kiev, otra tarea fundamental de la Iglesia reside en la pastoral familiar y juvenil, pues, pese a que la práctica religiosa está muy extendida entre los jóvenes, estos también se ven expuestos a ideas puramente materialistas. «Es inevitable, pero yo confío en la juventud, porque sé que tiene profundas convicciones cristianas».