El sociólogo Massimo Introvigne, especializado en Sociología de la Religión y responsable de la OSCE (Organización de Seguridad y Cooperación Europea) para monitorizar la discriminación contra los cristianos, explicó en las Jornadas de Cuestiones Pastorales de Castelldaura este miércoles la radiografía sociorreligiosa en Europa. En sus conclusiones destacó cinco escenarios y realidades actuales.
»Si bien los datos nacionales son muy diferentes, los ateos en Europa son minoría en comparación con los que se reconocen dentro de la herencia cristiana. Además, aunque los medios de comunicación hablen intencionadamente de una «invasión de las sectas» las minorías religiosas no tradicionales son de momento netamente minoritarias, y en ningún País europeo superan el 2% de la población.
»Por otro lado en cuanto compuestas en mayoría por conversos recientes, y así con una vida religiosa más activa, las «nuevas» minorías religiosas son normalmente un factor de contrapeso a la secularización.
»El cambio en las condiciones de la creencia –la «secularización 3» de Taylor‑ es un hecho confirmado por la sociología. También en Sicilia Central –un contexto representativo de Italia, pero muy diferente de España, de Letonia, de Francia o de la República Checa, en el sentido de que en Italia el cristianismo tiene más éxito‑ el 63,4% se declara creyente en alguna forma de religión o al menos de espiritualidad, pero alejado de la Iglesia y de la religión organizada. Sumando a los ateos estos «alejados» se llega en la investigación siciliana al 70,8%, una cifra que identifica a aquellos que no están en contacto regular con una forma organizada de religión.
»El dato confirma la hipótesis de Taylor para el que hoy el que cree lo hace en condiciones cambiantes, donde la mayoría y la opción dominante entre sus amigos y conocidos es mantenerse alejado de la religión organizada.
»En nuestra investigación italiana más de dos tercios de la población viven en esta situación de distanciamiento. No existen investigaciones exactamente paralelas a la nuestra en países como España o Letonia, pero sobre la base de los estudios existentes se puede tomar como hipótesis que los «alejados» en estos países son por lo menos tres cuartas partes de la población.
»El ateísmo no agota el fenómeno del alejamiento de las Iglesias y comunidades religiosas, pero su estudio también proporciona información sobre el porqué de las formas no ateas de alejamiento. Nuestro dato italiano se confirma con las otras encuestas europeas: el ateísmo fuerte es más frecuente entre los ancianos y los menos instruidos, y es en parte un vestigio de la presencia en otro tiempo significativa en Europa –al menos en algunas zonas‑ de la ideología comunista, cuyo recuerdo parece haber predispuesto a un cierto segmento de la población a la escucha de las sugerencias de los medios de comunicación de los «nuevos ateos», tan presentes en estos medios.
»Sin embargo el ateísmo fuerte se alimenta también de las controversias contra las presuntas riquezas de las religiones y de los sacerdotes pederastas. Dado que estas cuestiones también afectan a las personas más jóvenes, menos sensibles al ateísmo ideológico, el ateísmo fuerte y el anticlericalismo no pueden ser reducidos a fenómenos de ancianos nostálgicos de las ideologías del siglo XX y parecen ser capaces de asegurarse un cierto recambio generacional.
»El ateísmo débil está mucho más presente que el ateísmo fuerte. Aunque no esté ausente una de sus formas potencialmente hostil a la religión, que se acerca al ateísmo fuerte, el ateísmo débil está presente sobre todo en la forma cínica de una vida que se declara centrada en el dinero, el amor y la carrera o también en la forma liberada de quien piensa que la vida de hoy, tan dura y frenética, no deje tiempo ni espacio a la religión.
»La forma liberada –o demasiado ocupada en las dificultades de la vida para poder mirar a la religión‑ es más común entre los ancianos, las mujeres, las personas menos cultas.
»La forma cínica está más presente entre los jóvenes, los hombres y los más instruidos. Las mismas razones llevan a muchos, que también se declaran creyentes y también católicos, a mantenerse alejados de la religión organizada e institucional.
»Con la excepción de los ateos fuertes y de un porcentaje de ateos débiles –para los que podemos hablar de «Gentiles sin atrio»‑, ateos y alejados no están completamente cerrados a la religión, y es probable que estén abiertos a esa forma de reencantamiento del mundo que Taylor sigue considerando plausible hoy.
»Estos «Gentiles sin atrio» ‑refiriéndose, de nuevo, a la imagen querida por Benedicto XVI del espacio del Templo de Jerusalén reservado para los gentiles, aquellos no judíos, que no podían entrar en el Templo pero que, intrigados por la religión de Israel, desde el exterior seguían los ritos‑ tienen una cierta nostalgia de los sentidos y significados de la vida, y no dejan de prestar atención a la acción de la Iglesia católica.
»Sin embargo, están fácilmente expuestos a la propaganda mediática en contra de la religión y siguen profundamente afectados por las sugerencias hostiles sobre los «dineros» de la Iglesia y sobre los sacerdotes pederastas.
»En términos más generales, el contexto en el que viven y la actitud de la mayoría de sus conocidos les sugieren que las religiones tienen poco que decir en cuanto se refiere a las dificultades y a los temas concretos y crueles –más aún en la actualidad, en un momento de crisis económica severa‑ de la vida del siglo XXI. La opción por defecto mayoritaria es mantenerse alejado de la Iglesia y de la religión, al tiempo que se afirma creer vagamente.
»La nostalgia y el deseo de re-encantamiento no están ausentes, y sugieren que, con respecto a este marco para ellas poco favorable, las religiones –y en particular la Iglesia católica, que continúa en muchos países proporcionando a la gran mayoría la memoria de una identidad cultural‑ tienen la posibilidad de remontar. Pero en el contexto de la «era secular», la recuperación no se puede dar por descontada y requiere remontar, con un esfuerzo de remos particularmente bien pensado y enérgico, una corriente que desciende en la dirección opuesta.
»El Año de la Fe es precisamente este esfuerzo. No se trata de aplanar el mensaje de la Iglesia sobre una cultura dominante que deja a muchos decepcionados, perplejos e insatisfechos –las diversas investigaciones, a su manera, lo confirman‑, sino de proponer con vigor la alternativa de las «valoraciones fuertes», a la cual la nostalgia de muchos aspira a pesar de todo.
»En un encuentro el 23 de septiembre de 2011 con los representantes protestantes en un lugar crucial –en los albores de la modernidad‑ por la experiencia de Martín Lutero (1483-1546), la Sala Capitular del ex Convento de Agustinos en Erfurt, Alemania, Benedicto XVI mostró el significado, en concreto, de intentar remar contra corriente. «La ausencia de Dios en nuestra sociedad –dijo en aquella ocasión el Pontífice‑ se hace más pesada, la historia de su revelación, de la cual habla la Escritura, parece colocada en un pasado que se aleja siempre más. ¿Tal vez debería ceder a la presión de la secularización, llegar a ser moderno mediante aguar la fe? Naturalmente, la fe debe ser repensada y sobre todo revivida hoy en una nueva manera para convertirse en una cosa del presente. Pero no es aguar la fe lo que ayuda, sino sólo vivirla enteramente en nuestro hoy».