Hace 20 años, el 4 de octubre de 1992, mientras España se recuperaba de su verano olímpico, en Rusia se ponía cierre a 75 años de persecución y acoso a los católicos, con la devolución y reanudación de la liturgia en la iglesia de Santa Catalina en San Petersburgo. Era la primera reapertura de una iglesia católica en territorio ruso tras la caída del régimen comunista.
El aniversario coincide con el Año de la Fe, y es ocasión para que el dominico Hyacinthe (Jacinto) Destivelle, vicario de ese templo emblemático, describa en un informe la situación del catolicismo ruso después de 20 años de libertad.
"Pocos países han sobrevivido unas persecuciones religiosas de tanta duración y severidad. Durante setenta años, Rusia vivió bajo un régimen cuyo fin principal era sofocar la fe", recuerda el dominico.
"Durante decenios, el régimen autoritario se basaba en la creencia en la realización de la utopía comunista. Este trauma vivido por los cristianos de Rusia, arrastra sus marcas que tardan en cicatrizarse hasta hoy día. Pocos países han dado tantos mártires", recuerda el padre Destivelle. Y, como decía Tertuliano, esa puede ser una fuente de crecimiento.
"La renovación de la iglesia que tuvo lugar en la época de postperestroika, como nunca en la historia, en sólo veinte años, aumentó varios órdenes de magnitud el número de los fieles. Estas personas buscadoras de Dios, pueden ser altamente valoradas por su sincera sed espiritual inherente. Tienen deseo de buscar la verdad, capacidad de escuchar, confianza en los predicadores y disposición a la penitencia".
Pero el catolicismo ruso tiene una serie de dificultades propias, muy específicas.
Por un lado, ya desde la época zarista, en Rusia se relaciona fe con etnia: uno se declara en los documentos étnicamente judío, polaco o tártaro y se autoconsidera judío, católico o musulmán en su fe... incluso sin conocer nada de ella ni pasar por sus ritos.
En las estadísticas, advierte Destivelle, "esto lleva a unas consecuencias absurdas, cuando una parte de la población que se proclama cristiana, manifiesta, por ejemplo, que no cree en Dios".
Otro fenómeno es que los católicos rusos del 2012 no son hijos de los católicos rusos de los años 80. No han crecido católicos. Son conversos.
"A finales de los 80 del s. XX, los pocos cristianos practicantes eran una especie de disidentes. La caída del régimen soviético se acompañó con una primavera de la fe, un auge religioso impresionante. La primera generación de los creyentes que llegó hace veinte años, estuvo activamente formando comunidades en los templos parroquiales reabiertos. Pero la mayoría de nuestros parroquianos de hoy, en su esencia, son neocreyentes. Su fe no les ha sido inculcada en la infancia sino ha sido fruto de una elección consciente. Este fenómeno en sí es positivo pero, sin embargo, conlleva ciertos problemas".
¿Qué dificultades hay en una iglesia de conversos? Lo explica Destivelle:
"La fe de nuestros neófitos es fruto de una actitud individualista, a veces desligada de los cambios sociales, de la experiencia cristiana de las relaciones humanas. Además, su paso en fe a menudo es basado en las emociones, sin una sólida base del análisis intelectual. Al final, esta elección a menudo no supone cambios en la propia vida del neófito. En realidad, la fe de los neocreyentes, sean cristianos de cualquier confesión, judíos, musulmanes o budistas, sigue siendo frágil, vacilante y poco constante. El fenómeno de neocreyente existe en varios países, pero aquí, en Rusia, está mucho más difundido y no se le puede ignorar".
"Hoy, 20 años después de la liberación de la Iglesia, la mayoría de los parroquianos de los templos católicos son aún los neocreyentes. La cara de la “segunda generación” de los católicos no la determinan los hijos de los conversos del principio de los 90, sino los neófitos de años posteriores. ¿Respondió la Iglesia a las necesidades e inquietudes de aquella gente [la de los años 90]? ¿Soportó su fe el examen de la vida real? Que los creyentes de hoy no repitan la suerte de sus antecesores".
Otra complicación es el del idioma, la liturgia y la abundancia de clero extranjero.
"Aunque nuestra Iglesia tiene unas raíces antiguas en la tierra rusa, en varios aspectos sigue siendo joven y en proceso de formación. Lo que se refiere a la fe, es difícil decir que exista una tradición católica específica rusa, un tipo de fe propio de los católicos rusos. La liturgia en ruso existe desde, relativamente, poco tiempo, la literatura sobre la fe y la Iglesia Católica en ruso, sobre todo libros teológicos, revistas, libros de textos, en su mayoría aplastante provienen del extranjero. Muchos de los sacerdotes, predicadores y profesores son extranjeros y aportan sus propios elementos de espiritualidad y tradición".
"También se puede decir que la fe católica en Rusia, de hecho, aún no tiene un idioma único. Son frecuentes las traducciones contemporáneas al ruso moderno, con numerosos calcos y préstamos de idiomas “católicos”, o las orientadas al arcaico texto sinodal de la traducción de las Sagradas Escrituras, que presupone la existencia de unos textos litúrgicos acordes al mismo estilo. Entre estos dos polos se encuentra un justo término medio: un ruso literario de alta calidad que, a propósito, se usa activamente por los ortodoxos en su vida extralitúrgica".
Por último, Destivelle recuerda el desafío de la unidad de los cristianos.
"El año 2012 es el año del aniversario del Vaticano II, uno de los propósitos del que era recuperación de la unidad de los cristianos (UnitatisRedintegratio, 1). La unidad de los cristianos está directamente ligada a la fe. Recordemos la oración de Cristo: “Que todos sean uno; para que el mundo crea” (Jn 17, 21). Nosotros los católicos aquí en Rusia, somos una pequeña minoría en un país donde la mayor parte de la población es o se proclama ortodoxa. Desde luego, Rusia no es el único país donde la Iglesia Católica es la Iglesia de una minoría. Sin embargo, en esta tierra convivimos con una de las Iglesias más cercanas para nosotros, a pesar de unas relaciones históricamente tensas que existen entre nuestras confesiones. Y precisamente esa otra Iglesia se llama Ortodoxa, o sea, “de doctrina correcta”. Lo que nos llama a pensar más a menudo en nuestra identidad católica. Para nosotros los católicos en Rusia todo ello no puede sino tener un gran significado en el Año de la Fe".
El aniversario coincide con el Año de la Fe, y es ocasión para que el dominico Hyacinthe (Jacinto) Destivelle, vicario de ese templo emblemático, describa en un informe la situación del catolicismo ruso después de 20 años de libertad.
"Pocos países han sobrevivido unas persecuciones religiosas de tanta duración y severidad. Durante setenta años, Rusia vivió bajo un régimen cuyo fin principal era sofocar la fe", recuerda el dominico.
"Durante decenios, el régimen autoritario se basaba en la creencia en la realización de la utopía comunista. Este trauma vivido por los cristianos de Rusia, arrastra sus marcas que tardan en cicatrizarse hasta hoy día. Pocos países han dado tantos mártires", recuerda el padre Destivelle. Y, como decía Tertuliano, esa puede ser una fuente de crecimiento.
"La renovación de la iglesia que tuvo lugar en la época de postperestroika, como nunca en la historia, en sólo veinte años, aumentó varios órdenes de magnitud el número de los fieles. Estas personas buscadoras de Dios, pueden ser altamente valoradas por su sincera sed espiritual inherente. Tienen deseo de buscar la verdad, capacidad de escuchar, confianza en los predicadores y disposición a la penitencia".
Pero el catolicismo ruso tiene una serie de dificultades propias, muy específicas.
Por un lado, ya desde la época zarista, en Rusia se relaciona fe con etnia: uno se declara en los documentos étnicamente judío, polaco o tártaro y se autoconsidera judío, católico o musulmán en su fe... incluso sin conocer nada de ella ni pasar por sus ritos.
En las estadísticas, advierte Destivelle, "esto lleva a unas consecuencias absurdas, cuando una parte de la población que se proclama cristiana, manifiesta, por ejemplo, que no cree en Dios".
Otro fenómeno es que los católicos rusos del 2012 no son hijos de los católicos rusos de los años 80. No han crecido católicos. Son conversos.
"A finales de los 80 del s. XX, los pocos cristianos practicantes eran una especie de disidentes. La caída del régimen soviético se acompañó con una primavera de la fe, un auge religioso impresionante. La primera generación de los creyentes que llegó hace veinte años, estuvo activamente formando comunidades en los templos parroquiales reabiertos. Pero la mayoría de nuestros parroquianos de hoy, en su esencia, son neocreyentes. Su fe no les ha sido inculcada en la infancia sino ha sido fruto de una elección consciente. Este fenómeno en sí es positivo pero, sin embargo, conlleva ciertos problemas".
¿Qué dificultades hay en una iglesia de conversos? Lo explica Destivelle:
"La fe de nuestros neófitos es fruto de una actitud individualista, a veces desligada de los cambios sociales, de la experiencia cristiana de las relaciones humanas. Además, su paso en fe a menudo es basado en las emociones, sin una sólida base del análisis intelectual. Al final, esta elección a menudo no supone cambios en la propia vida del neófito. En realidad, la fe de los neocreyentes, sean cristianos de cualquier confesión, judíos, musulmanes o budistas, sigue siendo frágil, vacilante y poco constante. El fenómeno de neocreyente existe en varios países, pero aquí, en Rusia, está mucho más difundido y no se le puede ignorar".
"Hoy, 20 años después de la liberación de la Iglesia, la mayoría de los parroquianos de los templos católicos son aún los neocreyentes. La cara de la “segunda generación” de los católicos no la determinan los hijos de los conversos del principio de los 90, sino los neófitos de años posteriores. ¿Respondió la Iglesia a las necesidades e inquietudes de aquella gente [la de los años 90]? ¿Soportó su fe el examen de la vida real? Que los creyentes de hoy no repitan la suerte de sus antecesores".
Otra complicación es el del idioma, la liturgia y la abundancia de clero extranjero.
"Aunque nuestra Iglesia tiene unas raíces antiguas en la tierra rusa, en varios aspectos sigue siendo joven y en proceso de formación. Lo que se refiere a la fe, es difícil decir que exista una tradición católica específica rusa, un tipo de fe propio de los católicos rusos. La liturgia en ruso existe desde, relativamente, poco tiempo, la literatura sobre la fe y la Iglesia Católica en ruso, sobre todo libros teológicos, revistas, libros de textos, en su mayoría aplastante provienen del extranjero. Muchos de los sacerdotes, predicadores y profesores son extranjeros y aportan sus propios elementos de espiritualidad y tradición".
"También se puede decir que la fe católica en Rusia, de hecho, aún no tiene un idioma único. Son frecuentes las traducciones contemporáneas al ruso moderno, con numerosos calcos y préstamos de idiomas “católicos”, o las orientadas al arcaico texto sinodal de la traducción de las Sagradas Escrituras, que presupone la existencia de unos textos litúrgicos acordes al mismo estilo. Entre estos dos polos se encuentra un justo término medio: un ruso literario de alta calidad que, a propósito, se usa activamente por los ortodoxos en su vida extralitúrgica".
Por último, Destivelle recuerda el desafío de la unidad de los cristianos.
"El año 2012 es el año del aniversario del Vaticano II, uno de los propósitos del que era recuperación de la unidad de los cristianos (UnitatisRedintegratio, 1). La unidad de los cristianos está directamente ligada a la fe. Recordemos la oración de Cristo: “Que todos sean uno; para que el mundo crea” (Jn 17, 21). Nosotros los católicos aquí en Rusia, somos una pequeña minoría en un país donde la mayor parte de la población es o se proclama ortodoxa. Desde luego, Rusia no es el único país donde la Iglesia Católica es la Iglesia de una minoría. Sin embargo, en esta tierra convivimos con una de las Iglesias más cercanas para nosotros, a pesar de unas relaciones históricamente tensas que existen entre nuestras confesiones. Y precisamente esa otra Iglesia se llama Ortodoxa, o sea, “de doctrina correcta”. Lo que nos llama a pensar más a menudo en nuestra identidad católica. Para nosotros los católicos en Rusia todo ello no puede sino tener un gran significado en el Año de la Fe".