No son cosa del pasado. Las antiguas peregrinaciones y romerías se llaman hoy "caminatas espirituales" y siguen movilizando a miles de personas que buscan, con más fuerza que nunca, las huellas de Jesús.
En un fin de semana, las peregrinaciones pueden llegar a movilizar a medio millón de europeos. Solos, en familia o en grupo, se lanzan a los caminos en busca de paz interior y de encuentro con Dios. Unas rutas del espíritu que no son patrimonio exclusivo de católicos: el entusiasmo por seguir los pasos de Cristo está movilizando también a los protestantes en Europa del Norte.
El número de peregrinos que hacen a pie o en bicicleta el Camino de Santiago, corazón cultural de Europa, se ha cuadruplicado en los últimos veinte años: de unos 2.500 peregrinos en 1986 a más de 183.000 en 2011.
A este incremento contribuye, sin duda, el boca a boca, la experiencia personal y el relato de cada peregrino, pero también la difusión mediática: las peregrinaciones se organizan desde los propios santuarios, pero también gracias a los fotos y redes sociales. Así, la divulgación de las supuestas apariciones de la Virgen de Medjugorje, en Bosnia, logró sumar ese destino a otros hitos marianos de larga tradición como Lourdes, en Francia; Fátima, en Portugal; o Czestochowa, en Polonia.
En Inglaterra, la catedral de Canterbury, escenario del martirio del santo Tomás Beckett, sigue siendo el principal foco de pergrinación, pero le sigue de cerca el santuario anglicano y católico de Nuestra Señora de Walsingham.
Cada mes de marzo, los 120 kilómetros que separan la abadía de Melrose, en Escocia, de la de Lindisfarne, en el condado inglés de Northumberland, se pueblan de cientos de fieles de todas las edades que, portando la tradicional cruz celta, rinden homenaje a San Cuthberto, el monje anglosajón protector de la región.
Esta ruta se abrió en 1997, el mismo año en el que se inauguraron los 643 kilómetros del Camino de San Olaf, conocido como la versión nórdica del Camino de Santiago.
Del mismo modo, las comunidades protestantes ecuménicas en Taizé o Borgoña atraen cada año a cientos de miles de jóvenes. La fe, contra viento y marea, sigue viva en los caminos de Europa.