En la Vigilia Pascual de este año, entre las decenas de adultos que recibirán el bautismo en París se encuentran dos personas que ya saben cuál será su nombre cristiano, aunque se ven obligados a mantener oculta su identidad.

Marie-Anne

En 2015, Marie-Anne acompañó a su marido, ya moribundo, desde Argelia hasta un hospital belga. Abrumada por la humanidad y la compasión de una religiosa católica que atendió a su esposo, quiso saber más sobre Jesús.

Cuando regresó a Argelia, ya viuda, no pudo ocultar ese interés por Cristo, que despertó recelos y sospechas entre sus familiares. La comprometieron para casarse con un hombre que la "reeducaría" en la fe mahometana, así que ella abandonó una buena posición social y económica para escaparse a Francia con sus dos hijos y completar su catecumenado.

Y sus hijos, el mayor de ellos de 14 años, estarán a su lado, vestidos de blanco, para acompañarla en su naciente vida como cristiana. Ellos siguen apegados a su origen mahometano, aunque empezarán también clases de catecismo.

Nicolas

Nicolas, es un francés que se convirtió al islam en 2006, cuando tenía 26 años. Luego emigró a Indonesia, un país de aplastante mayoría musulmana donde, sin embargo, se acercó a la religión católica gracias también a los modelos de caridad activa que conoció. Así empezó a florecer en él la semilla de la fe.

Regresó a Francia, y años después, rezando junto a una imagen de Santa Teresita de Lisieux en la basílica parisina del Sacré-Coeur, vivió una experiencia espiritual que le llevó a un divorcio de su mujer musulmana y a un alejamiento de sus dos hijos, que se quedaron en Indonesia aunque asisten allí a una iglesia católica.

Nicolas tendrá la alegría de que en su bautizo vaya a estar presente su padre, que fue ateo toda su vida y se curó repentina e inexplicablemente de un cáncer por intercesión de Santa Teresita del Niño Jesús.

Las reflexiones de un sacerdote maronita

Son dos casos que recoge Solène Tadié en un artículo en el National Catholic Register sobre el auge en Occidente de las conversiones de musulmanes al catolicismo, que según Nicolas también se han disparado en Oriente Medio tras la guerra de Siria y el auge criminal de Estado Islámico, e incluso e Indonesia, aunque es difícil que se manifieste porque la apostasía está prohibida por el islam.

¿Cómo está reaccionando la Iglesia occidental ante esta realidad? En algunos casos de forma adecuada, como en la archidiócesis de París, donde en 2020, siendo arzobispo Michel Aupetit, se creó el servicio pastoral Ananie [Ananías] para dirigir estos casos a las parroquias adecuadas a sus necesidades y para instruir a los sacerdotes y fieles en la forma de acogerles.

Así lo explica el sacerdote Ramzi Saadé, actual responsable de este servicio, quien afirma que un 20% de quienes se bautizarán este año en la archidiócesis son conversos del islam: "En torno a cincuenta personas que han pasado por Ananías se bautizarán este año, y sé de muchos otros catecúmenos con los que no estoy en contacto".

Ananías les ayuda a superar el aislamiento en el que a veces se encuentran en sus parroquias y a ponerles en contacto con otros antiguos musulmanes que pueden comprenderles.

Una entrevista al padre Saadé, donde cuenta detalles e historias sobre el itinerario de los musulmanes conversos.

Saadé, copto de origen libanés ordenado sacerdote en 2018, señala que es fundamental evitar errores en la recepción de estos casos. Uno de los más frecuentes que cometen quienes les atienden es que, "queriendo ser amables con ellos, se muestran tan favorables al islam que llegan a decir que rendimos culto al mismo Dios o que no es necesario convertirse al cristianismo para salvarse".

No se dan cuenta de que esas personas que se convierten a Cristo "están arriesgando su vida y en algunos casos han tenido que dejar su país o han sido rechazados por sus familiares: están en un peligro real y lo último que necesitan es que se les devuelva a su identidad musulmana". 

Por ejemplo, a veces son remitidos a las delegaciones para el diálogo interreligioso, que adoptan con ellos un enfoque inapropiado, porque, dice el padre Saadé, "estas personas ya no son musulmanes, sino cristianos".

Según este sacerdote maronita, la obligación más urgente de la jerarquía católica europea ante la oleada de inmigrantes musulmanes es "no temer afirmar que la Iglesia está ahí para bautiza a quienes quieran ser bautizados": "Si los cristianos nos avergonzamos de nuestra identidad, desapareceremos ante un islam en expansión en Occidente".