Virgil Bercea, quien desde 1997 es obispo católico de Oradea Mare, en Rumanía, reprochó a la cadena de hipermercados Real, de capital alemán, su disposición a abrir sus puertas en las fiestas de Navidad y Año Nuevo.
La empresa lo había decidido así a pesar de estar negociando con los trabajadores otras alternativas. La fuerte presión social, reforzada por la intervención de monseñor Bercea, logró finalmente que los directivos de Real cambiaran de idea... pero sólo respecto a Año Nuevo. Ese día cerrarán sus puertas, pero en la Natividad del Señor permanecieron abiertas con todo su personal trabajando.
Lo cual ha sido interpretado como la voluntad de no ceder a ningún tipo de consideración religiosa, y hacer una concesión en una fecha como el 1 de enero que, aunque también cargada de significación cristiana, tiene en la práctica unas formas de celebración crecientemente paganizadas y centradas exclusivamente en la diversión nocturna.