José Francisco Teijeiro, de Astorga, lleva 9 años de misionero en la Federación Rusa, en concreto en la República de Komi, que es "su" parroquia: del tamaño de toda España, una gélida temperatura media de -20ºC en enero, y dos comunidades católicas, una de 150 fieles, y otra de 70, la mayoría hijos de deportados por Stalin. No tienen templo, se reúnen en casas de parroquianos. Algunos viven al norte del Círculo Ártico.
"Hay más católicos, pero no saben que lo son, fueron bautizados a escondidas y sin registros, vete a saber", comenta. Le acompañan en la JMJ "otets Alexander" (vallisoletano, párroco en Pushkin, junto a San Petersburgo) y su vicario, Juan Manuel Sánchez, que después de ser cura en Madridejos (Toledo), lleva algo más de un año en Rusia. Con alegría, el pasado verano mostraban España a 43 jovencísimos peregrinos de Pushkin y de Komi. Con ellos venía una religiosa del movimiento de Schoenstatt y una franciscana misionera.
Un chaval de 15 años de Syktyvkaz, la capital de Komi, dice que a su comunidad van solo unos 30 católicos y que su familia es católica porque lo era su abuela bielorrusa. Su amigo Savva, de la misma edad, afirma que no se siente menospreciado por su fe católica, y que de hecho en el colegio le miran con respeto por ella. En la JMJ buscaban encontrarse con el Papa. Pero ¿el Papa no era alemán, el pueblo enemigo ancestral de los rusos? "No, aquellos eran los fascistas, y ahora en Alemania hay gente normal, como en todas partes", explican con sencillez.
Dicen que les impresionó la catedral de Toledo, por su gran tamaño y su antigüedad: en el norte de Rusia no hay nada parecido. También les gusta todo el arte con "filigranas", con decoración minuciosa. Nastia, una pequeña peterburguesa de 12 años, que es de religión ortodoxa, nunca había salido de Rusia y dice que "es la primera vez que veo dar palmadas en misa". ¿Le molesta? "No, si lo hacemos para bien, por Dios", dice la niña.
"Queremos que vean cómo se ama a Dios en otros países. Estoy feliz de verles felices", dice Juan Manuel que les ha enseñado Madridejos, con su interesante Museo del Azafrán, único en el mundo, y sus salas etnográficas. "Los chicos dicen que les impresiona que las familias de Madridejos les acojan como si fueran parientes de toda la vida; eso en Rusia no se da, la gente allí es muy distante y solo se abre con generosidad cuando te conocen muy bien". Los curas españoles coinciden en que los católicos rusos son más piadosos, más devotos en su oración, pero a la vez son más quebradizos y menos constantes. "Se hunden con facilidad", señalan.
Con ellos va un chico protestante baptista, de 22 años. Su familia es ortodoxa no practicante. Hace dos años participó en un campamento católico en Dresde, Alemania, y le gustó la gente que conoció. Forma parte de un grupo pequeño que estuvo cerca del Papa. Le gusta la oración silenciosa, tranquila, común entre los católicos rusos, más escasa entre los protestantes. Le gustaría llegar a ver algún día la unión de las iglesias cristianas, "pero no que se pierda la diversidad". "Aquí verás unidad en la diversidad", le dicen los curas españoles. Estos misioneros, que trabajan como un equipo eficaz, han creado una asociación española (www.san-nicolas.org ) y piden ayudas de todo tipo para evangelizar y ayudar a los católicos rusos, dispersos y de escasos recursos.
"A estos chicos rusos lo que de verdad les asombra de España es ver familias normales, sanas, con padres y hermanos, porque en Rusia la institución familiar está destrozada", afirma el padre Teijeiro.
Después de tres generaciones de divorcio y aborto y 70 años de materialismo comunista, seguido de hedonismo salvaje, con niños criados sin padre, ni abuelo, ni hermanos, con madres y abuelas presionando a las chicas para que se divorcien, lo que han visto en las familias de Madridejos es para ellos un sueño. Son las víctimas de casi un siglo de experimento progresista.