No es un caso frecuente: toda una familia, un matrimonio con sus 7 hijos, incluido el que aún estaba por nacer, es asesinada y la Iglesia los reconoce a todos como mártires de la fe. Pero esto es lo que ha aprobado el Papa con su firma este sábado, al reconocer como martirio el asesinato de la familia Ulma, de Markowa, Polonia, a manos de soldados alemanes en 1944.
Los Ulma nos pueden resultar a la vez cercanos y lejanos. Cercanos, porque el padre, Józef, era un fotógrafo aficionado que nos ha dejado muchas fotos, y nos acerca a su vida cotidiana. Lejanos, porque nos sumerge en el campo polaco de los años 30 y 40, y nos introduce en un mundo de miedo, ocupación y soldados que buscan a los vecinos casa por casa para matarlos.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, Markowa era un animado pueblo agrícola, en Subcarpacia, la región polaca vecina a los Montes Cárpatos y lo que hoy es Ucrania. Eran campesinos católicos y emprendedores, que probaban nuevos cultivos y técnicas. Allí vivían también un centenar de vecinos judíos, dispersados por toda la zona.
Józef era agricultor, cultivaba sus tierras y criaba abejas y gusanos de seda con pasión, leía muchos libros y era muy activo en la Juventud Católica.
Era un técnico "manitas", que con herramientas y manuales creaba instalaciones novedosas: fue el primero del pueblo en iluminar su casa con electricidad, con un equipo de fabricación propia.
Jósef y Wiktoria se casaron en 1935: él tenía 35 años, ella 23. Rápidamente nacieron 6 hijos: prácticamente uno por año.
Józef y Wiktoria, el matrimonio Ulma, mártires para la Iglesia; ella era 12 años más joven.
Józef era también un apasionado de la fotografía, y nos dejó fotos de su esposa Wiktoria y a sus hijitos, que en diminutivo llamaban Stasia, Basia, Wladzia, Franusia, Antosia y Marysia.
Peligro de muerte por ocultar judíos
Con la ocupación nazi de Polonia, empezó la persecución de los judíos. Una ley de los ocupantes condenaba a muerte al polaco que ayudara o escondiera judíos. Los historiadores actuales calculan, recogiendo testimonios, que unos 6.000 polacos se arriesgaron escondiendo judíos perseguidos.
En Markowa, que tenía unos 4.500 habitantes, al menos cinco casas de campesinos escondieron judíos, y así sobrevivieron 20 de los 120 de la ciudad. La ciudad cuenta desde 2016 con un Museo de Polacos que Salvaron Judíos, que investiga los hechos y difunde sobre ellos.
Antes de la guerra, Józef Ulma se llevaba muy bien con sus conocidos judíos, intercambiando vegetales con las familias judías cercanas.
En verano y otoño de 1942, los alemanes localizaron y mataron a la inmensa mayoría de judíos de Markowa. Parece que fue en diciembre de 1942 cuando la familia Ulma acogió a sus prófugos. Se trataba de Saul Goldman (Szalla) con sus hijos Baruch, Mechel, Joachim y Mojżesz de Łańcut y Markowa; Gołda Grünfeld, hija de Chaim Goldman, pariente de Saul, y Lea Didner, con su hija Reszel.
En total, eran 8 personas. Esperaban pasar desapercibidos ya que la granja estaba a cierta distancia de la ciudad. Y con ellos vivieron al menos 15 meses.
La familia Ulma, 9 mártires, uno de ellos no llegó ni a nacer, otros de 8 a 2 años.
Matanza a sangre fría con numerosos testigos
Por desgracia, fueron descubiertos y traicionados por un policía local, llamado Włodzimierz Leś, que primero les pidió dinero a cambio de su silencio y, cuando se acabó el dinero, les denunció a los alemanes. Parece que conocía a alguno de los judíos previamente. También es posible que hubiera sospechas porque Wiktoria compraba mucha comida.
En la mañana del 24 de marzo de 1944, los soldados alemanes rodearon la casa, capturaron a los ocho judíos escondidos. Los alemanes hicieron venir a vecinos y muchos testigos para que quedara claro lo que pasaba con quienes escondían prófugos.
Ante todos, primero mataron a los 8 judíos de un tiro en la nuca. Después, acribillaron a balazos al matrimonio, en el umbral de la puerta y delante de sus hijos. Wiktoria estaba embarazada de su séptimo hijo, en su séptimo mes.
Los niños -tenía 8 años el mayor y 2 el menor- rompieron a llorar y eso irritó a los asesinos, así que mataron con disparos a todos los niños. “Les hemos quitado a ustedes la molestia de tener que pensar en ellos”, les dijeron, burlones, a los vecinos aterrados.
Luego, les ordenaron enterrar a todos allí mismo. Hubo dos fosas: una para los judíos, otra para la familia Ulma. Diez meses después, aún con peligro, los vecinos abrieron las tumbas para buscar llevar los restos a sepultura más digna, y encontraron los restos del bebé por nacer.
Lo que pasó después
Al avanzar la guerra, el delator, Włodzimierz Leś, fue juzgado y ejecutado por las autoridades clandestinas polacas en septiembre de 1944. Pero los alemanes implicados nunca fueron juzgados. Su jefe, Eliert Dieken, fue policía en Alemania tras la guerra y murió en 1960 como ciudadano respetado.
La familia Ulma, incluido el "niño por nacer", fue reconocida en 1995 como "Justa entre las Naciones" por el Memorial Yad Vashem, en Israel, por haberse arriesgado intentando salvar judíos perseguidos. En 2010, el presidente de la República de Polonia, Lech Kaczyński, condecoró a la familia a título póstumo con la Cruz de Comandante de la Orden de Polonia Restituta.
En 2003 la diócesis de Przemyśl inició el proceso de beatificación, como testimonio de su "amor hasta el martirio". Ahora, casi 20 años después, la firma del Papa certifica que fueron mártires.
Canción "Ejecución en Markowa" que recuerda la matanza-martirio:
La web del Gobierno polaco con la documentación del caso, aquí.