El sociólogo y militante católico italiano Massimo Introvigne es el nuevo representante de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (Osce) para luchar contra la discriminación y persecución de los cristianos. Experto en minorías religiosas y muy crítico con la secularización radical de las sociedades occidentales, denuncia que el fundamentalismo religioso y el laicismo “son dos caras de una misma moneda” producidas por el desequilibrio “entre fe y razón”.
-¿Sufre hoy el cristianismo en Occidente la situación más dura desde la Segunda Guerra Mundial?
-Naturalmente no podemos ni queremos poner al mismo nivel los problemas de Occidente con los atentados y homicidios de África o Asia. En cualquier caso, como explicó el Papa el pasado 10 de enero, la libertad de los cristianos es negada tanto por el fundamentalismo islámico, hindú o budista como por el laicismo occidental, que quiere marginar la religión de la vida pública y amordazar a la Iglesia. El fundamentalismo y el laicismo son dos caras de una misma moneda, y se manifiestan allí donde salta el correcto equilibrio entre fe y razón.
-¿Por qué cree que no se entiende en Occidente de manera completa el significado de la libertad religiosa?
-Pienso que por dos motivos, ambos también señalados por el Papa. En primer lugar, como decía, porque se tiene una idea de razón no abierta a la fe, sino contraria a ella. Es lo que Benedicto XVI llama la “dictadura del racionalismo”. En segundo lugar porque, aun cuando no se niega, la libertad religiosa se entiende como relativismo. Se afirma que todas las religiones son iguales porque, en el fondo, se piensa que la religión es algo poco importante, que debe aceptar tener un papel marginal en la sociedad. Se tolera para que no moleste. Es la “dictadura del relativismo”.
-¿Cómo explica que el cristianismo esté hoy más amenazado en Oriente Medio que en el pasado?
-Se debe al crecimiento del fundamentalismo islámico, el cual, en su forma extrema, que prefiero llamar ultra-fundamentalismo, piensa que en los países de mayoría musulmana no debe haber un lugar para los cristianos. Existe un sueño de limpieza religiosa que se parece a las limpiezas étnicas de triste y trágica memoria. Naturalmente no hay que confundir la posición de los ultra-fundamentalistas con la del islam en su conjunto, donde coexisten una gran variedad de posiciones.
-¿Por qué muchos gobiernos europeos permanecen en silencio mientras los cristianos son masacrados en países donde constituyen una minoría? Un ejemplo claro es la distinta presión internacional entre el caso de la musulmana iraní Sakineh Ashtiani frente al de la cristiana paquistaní Asia Bibi, ambas condenadas a muerte en sus respectivos países.
-Lo cierto es que hay ahora una iniciativa propuesta por Italia, Francia, Hungría y Polonia que está teniendo una notable resonancia internacional y que estamos examinando también en la OSCE. Otros gobiernos están tal vez condicionados por herencias culturales diferentes, o no consideran la libertad religiosa suficientemente importante como para arriesgarse a sufrir retorsiones en el terreno comercial.
-¿Piensa que la integración de los musulmanes europeos resulta más fácil en un Estado con una identidad cristiana clara o en un Estado laico?
-Depende de las tradiciones nacionales. La experiencia de años de contacto con musulmanes me sugiere que el laicismo y el relativismo no entusiasman al musulmán medio y no facilitan la integración. El diálogo es más fácil entre identidades igualmente conscientes de su propia historia. Para darle la mano al prójimo hace falta antes de nada tener una mano tendida.
-¿Cree que existe un islam europeo?
-De generación en generación, un islam italiano, como uno europeo, está emergiendo fatigosamente. Pero tampoco falta en Europa un empuje fundamentalista.
-¿Por qué hace falta un representante de la Osce para luchar contra la cristianofobia?
-Este puesto fue instituido hace tres años. Yo soy el tercer representante para la lucha a la discriminación y a la intolerancia contra los cristianos. Por tanto no es un problema en absoluto nuevo. La creación y mantenimiento de esta oficina representa un éxito de la diplomacia de la Santa Sede y de los Gobiernos que la han apoyado claramente, como el italiano.