János Kádár, dictador comunista de Hungría durante 30 años y uno de sus perseguidores más aplicado, llamó a un cura poco antes de morir en julio de 1989 (después de legalizarse "Solidaridad" en Polonia, pero cuatro meses antes de hundirse el Muro de Berlín). No lo afirma ninguna monja ni enfermera piadosa, sino quien fuera uno de sus colaboradores, el comunista Miklos Nemeth, que fue primer ministro de noviembre de 1988 a mayo de 1990.
Nemeth lo explicó a la agencia Reuters: "Tía Mariska [la esposa del dictador] me llamó. ´Mi esposo quiere un sacerdote´", dijo. "Aún recuerdo al cura católico que encontré, era un hombre bajo llamado Biro, creo. No sé si Kádár se confesó con él o lo que le dijo, no puedes preguntar a un cura sobre esas cosas. Ahora no hay forma de averiguarlo, todo el mundo ha muerto desde entonces", afirma.
Kádár pidió el sacerdote a finales de mayo o principios de julio, recuerda Nemeth. El dictador moriría el 6 de julio, y desde un punto de vista católico realmente le habría ido bien confesarse.
Janos Kadar llegó a ser Ministro de Asuntos Interiores en agosto de 1948, y reforzó las medidas anticatólicas, incluyendo el arresto del cardenal Mindszenty, Primado de Hungría, el 26 de diciembre de 1948. Después de seis semanas de torturas y de arrancarle falsas confesiones de "traición", condenó al cardenal a cadena perpetua el 9 de febrero de 1949. Kádar desmanteló las órdenes religiosas y las escuelas católicas. Después de 8 años en prisión, los revolucionarios de 1956 liberaron al cardenal. Entonces llegó la invasión soviética y la represión de Kádár, y el cardenal se refugió en la embajada norteamericana de Budapest, donde quedó encerrado y rodeado durante 15 años. Solo en 1971 permitió al cardenal salir del edificio y del país.
Kádár fue el hombre que gobernó Hungría después de la revolución de 1956, el títere de los soviéticos para retomar el control del país y su líder durante 30 años. Usó la represión para acabar primero con toda resistencia, y luego, ya entre 1958 y 1960, como venganza masiva, cuando incluso en la URSS comenzaba la desestalinización.
Kádár fue el hombre que gobernó Hungría después de la revolución de 1956, el títere de los soviéticos para retomar el control del país y su líder durante 30 años. Usó la represión para acabar primero con toda resistencia, y luego, ya entre 1958 y 1960, como venganza masiva, cuando incluso en la URSS comenzaba la desestalinización.
En los meses posteriores al aplastamiento de la revolución de 1956, aproximadamente 200.000 personas abandonaron Hungría. Entre los que se quedaron, más de cien mil fueron represaliados de distintas formas. A 35.000 personas se le abrieron procesos penales, unos 25.000 entraron en prisión. Se ejecutó a unas 230 personas, incluyendo el antiguo dirigente Imre Nagy y sus compañeros el 16 de junio de 1958, a quien habían sacado de su refugio en la embajada yugoslava con falsas promesas. (Estas son las cifras de la represión que da la web de la Embajada de Hungría; Wikipedia habla de que “21.600 disidentes fueron encarcelados, 13.000 internados, y 400 ejecutados”).
En 1960 se iniciaron negociaciones secretas entre Estados Unidos y el gobierno de Kádár. En diciembre de 1962, los norteamericanos retiraron el tema de la invasión soviética en Hungría de la agenda de la ONU. A cambio, en 1963, la inmensa mayoría de presos fue amnistiada después de cuatro o cinco años de cárcel. Kádár seguiría al mando hasta 1988, cuando fue sustituido como Secretario General del Partido Comunista.
En 1960 se iniciaron negociaciones secretas entre Estados Unidos y el gobierno de Kádár. En diciembre de 1962, los norteamericanos retiraron el tema de la invasión soviética en Hungría de la agenda de la ONU. A cambio, en 1963, la inmensa mayoría de presos fue amnistiada después de cuatro o cinco años de cárcel. Kádár seguiría al mando hasta 1988, cuando fue sustituido como Secretario General del Partido Comunista.
Kádár murió por causas naturales el 6 de julio de 1989, tres meses después de legalizarse el sindicato Solidaridad en Polonia. Cuatro meses después de morir el viejo dictador húngaro, el 9 de noviembre, caía el Muro de Berlín. Quizá Kádár ya había encontrado para entonces la verdadera libertad.