Tiene la misma mirada que su padre, aquel electricista de enorme bigote, líder sindical y amigo del Papa Wojtyla, que condujo la transición pacífica en Polonia. Jaroslaw, hijo del ex presidente de Polonia y premio Nobel de la Paz, conserva sus principios.
«No hay nada tan bueno que no pueda mejorarse», dijo su padre, y así él se ha armado de un currículum con años de estudio en Estados Unidos y Polonia. Hoy ocupa un escaño como eurodiputado del Partido Popular Europeo.
Motero empedernido, le gusta el riesgo. En estos tiempos de moda antitaurina, fue a Pamplona a correr los Sanfermines, con toda su emoción, su alegría y la amistad de sus fiestas. Y le gustaría recorrer el Camino de Santiago.
-¿Qué opinión le merece el líder de la Alianza Democrática de Izquierda, Grzegorz Napieralski, al que llaman «el Zapatero polaco»? Pidió cambiar la religión por ordenadores en los colegios.
-Napieralski está luchando en este momento por su superviviencia política. Usa esas declaraciones para generar apoyos. La Iglesia polaca, desde la muerte de Juan Pablo II, trata de encontrar su propia identidad y los comentarios de Napieralski no ayudan a resolver los conflictos. Al final sus comentarios le costarán caros.
- ¿Usted reza?
- Sí, rezo todos los días, y en diversos momentos. Trato de ser muy cuidadoso con mis oraciones, porque no quiero interferir en los planes que Dios tiene para mí. Ruego por los demás, por su bienestar y salud, y cosas de esa naturaleza. Estoy convencido de que todo el mundo reza, incluso los no creyentes.
-¿Cómo ve a los políticos cristianos en Europa?
-Los políticos cristianos son muy importantes en todos los ámbitos de la política. Los necesitamos en todos los países, al igual que en la UE. Si hemos llegado al «fin de la historia», como ha dicho Fukuyama, entonces tenemos que volver a nuestros valores o leyes universales. Los políticos cristianos pueden contribuir en el establecimiento de leyes que incorporen nuestros valores a la sociedad global.
- ¿Cree que falló algo en la transición polaca o el país vive en la mejor democracia posible?
-No hay democracia perfecta. En Polonia hemos establecido una democracia, porque no existe otro sistema mejor. Polonia, al igual que todas las naciones democráticas, ha cometido errores. El capitalismo, sin embargo, tiene un efecto en la naturaleza humana con efectos negativos, que hace a la gente más egoísta.
-Su padre, Lech Walesa, ¿está decepcionado después de 20 años de democracia?
-Mi padre es un revolucionario incansable, y nunca deja de luchar por lo que cree. Es un idealista y nunca es feliz hasta que su visión se realiza. Él lamenta profundamente que nuestro pueblo no esté globalizado y que carezcamos de políticas adecuadas para llegar a ese punto.
-¿Que recomendaría a un joven cristiano con inquietudes políticas?
-Cuando era niño mi padre nunca me dijo cuándo debía ir a la cama, cepillarme los dientes, o cosas de ese tipo. Sólo me dio dos consejos: «cree en Dios» y «cree en lo que estás haciendo». El resto no son más que pequeños detalles, asuntos que se resuelven solos.
-¿Ve raíces europeas comunes a España y Polonia?
-A menudo a Polonia se la denomina «la España del norte», debido a que nos parecemos en la emoción y la pasión por una fe profunda.
«No hay nada tan bueno que no pueda mejorarse», dijo su padre, y así él se ha armado de un currículum con años de estudio en Estados Unidos y Polonia. Hoy ocupa un escaño como eurodiputado del Partido Popular Europeo.
Motero empedernido, le gusta el riesgo. En estos tiempos de moda antitaurina, fue a Pamplona a correr los Sanfermines, con toda su emoción, su alegría y la amistad de sus fiestas. Y le gustaría recorrer el Camino de Santiago.
-¿Qué opinión le merece el líder de la Alianza Democrática de Izquierda, Grzegorz Napieralski, al que llaman «el Zapatero polaco»? Pidió cambiar la religión por ordenadores en los colegios.
-Napieralski está luchando en este momento por su superviviencia política. Usa esas declaraciones para generar apoyos. La Iglesia polaca, desde la muerte de Juan Pablo II, trata de encontrar su propia identidad y los comentarios de Napieralski no ayudan a resolver los conflictos. Al final sus comentarios le costarán caros.
- ¿Usted reza?
- Sí, rezo todos los días, y en diversos momentos. Trato de ser muy cuidadoso con mis oraciones, porque no quiero interferir en los planes que Dios tiene para mí. Ruego por los demás, por su bienestar y salud, y cosas de esa naturaleza. Estoy convencido de que todo el mundo reza, incluso los no creyentes.
-¿Cómo ve a los políticos cristianos en Europa?
-Los políticos cristianos son muy importantes en todos los ámbitos de la política. Los necesitamos en todos los países, al igual que en la UE. Si hemos llegado al «fin de la historia», como ha dicho Fukuyama, entonces tenemos que volver a nuestros valores o leyes universales. Los políticos cristianos pueden contribuir en el establecimiento de leyes que incorporen nuestros valores a la sociedad global.
- ¿Cree que falló algo en la transición polaca o el país vive en la mejor democracia posible?
-No hay democracia perfecta. En Polonia hemos establecido una democracia, porque no existe otro sistema mejor. Polonia, al igual que todas las naciones democráticas, ha cometido errores. El capitalismo, sin embargo, tiene un efecto en la naturaleza humana con efectos negativos, que hace a la gente más egoísta.
-Su padre, Lech Walesa, ¿está decepcionado después de 20 años de democracia?
-Mi padre es un revolucionario incansable, y nunca deja de luchar por lo que cree. Es un idealista y nunca es feliz hasta que su visión se realiza. Él lamenta profundamente que nuestro pueblo no esté globalizado y que carezcamos de políticas adecuadas para llegar a ese punto.
-¿Que recomendaría a un joven cristiano con inquietudes políticas?
-Cuando era niño mi padre nunca me dijo cuándo debía ir a la cama, cepillarme los dientes, o cosas de ese tipo. Sólo me dio dos consejos: «cree en Dios» y «cree en lo que estás haciendo». El resto no son más que pequeños detalles, asuntos que se resuelven solos.
-¿Ve raíces europeas comunes a España y Polonia?
-A menudo a Polonia se la denomina «la España del norte», debido a que nos parecemos en la emoción y la pasión por una fe profunda.