Según el Eurobarómetro 2005, en Estonia, el país báltico vecino de Finlandia y Rusia, cree en Dios sólo el 16% de la población (otro 54% cree que "algo hay" y un 26% de personas convencidas de que «no hay ningún espíritu, Dios o fuerza vital"). Otros sondeos confirman estas cifras. Estonia es el país más alejado de Dios, y su obispo, Philippe Jourdan, es un francés del Opus Dei. La poca religiosidad de este país, por supuesto, no es culpa de su pastor, sino de 50 años de durísima represión soviética y de cinco siglos previos de luteranismo que abrieron paso a una mentalidad muy individualista.
"Hay unos 6.000 católicos", explica Jourdan en la revista "Palabra". "La mitad son estonios, todos conversos a partir del final de los años soviéticos. Los demás proceden de regiones católicas de la antigua Unión Soviética: Bielorrusia, Ucrania y Lituania".
"Cada año formamos unos 50 o 60 conversos. Quizá podríamos formar más si tuviéramos más sacerdotes que hablasen estonio. Esta dificultad lingüística es una limitación", explica. El estonio es una lengua que sólo se parece al finlandés: resulta difícil de aprender para las personas formadas en lenguas latinas, eslavas o germánicas, con las que no tiene relación.
Como en otros lugares de la difunta URSS, "las conversiones se producen sobre todo en las ciudades y el perfil mayoritario de los nuevos católicos es el de gente con formación intelectual y más bien joven". Los que asistieron al hundimiento de la URSS con 20 o 30 años siguen "marcados por esquemas marxistas y la educación soviética". Los más jóvenes, en cambio, están más abiertos a la fe.
Los católicos, además de ser pocos, están diseminados por todo el país. Para atenderles "tenemos 15 sacerdotes; de ellos, sólo cuatro son nativos: tres estonios y un ruso nacido en Estonia". La pequeña iglesia católica local mantiene escuelas católicas en Tallin y Tartu, que cuentan con prestigio.
El obispo Jourdan explica además que la Iglesia y el Papa, en su dimensión universal, son una referencia bien vista en el país. "Luteranos, ortodoxos y otras confesiones se fijan en lo que dice la Iglesia Católica, por ejemplo en temas de moral y ética. Algunos obispos luteranos me han dicho que cuando hay una controversia moral, lo primero que hacen es mirar qué dice la Iglesia católica", explica el obispo.
Tiene importancia el hecho de que los luteranos de Estonia miren a Roma, sabiendo que los luteranos suecos presumen de su obispa lesbiana en Estocolmo, en Finlandia se multa a los pastores que no aceptan al clero luterano femenino, y los anglicanos, en "intercomunión" con los luteranos bálticos y nórdicos, atraviesan una grave crisis interna.
Oficialmente, el 30% de los 1,4 millones de habitantes de Estonia dice tener alguna religión (lo que no significa que crea en ella; puede ser sólo afiliación étnica): la mitad son luteranos y la otra mitad ortodoxos (básicamente de origen ruso). "Los estonios dicen que la fe católica es muy dura, en el sentido de exigente, pero entienden la exigencia de santidad que propone", explica el obispo.
"El temperamento estonio es dado a la reflexión y a la contemplación. Les gusta mucho la liturgia latina, con su canto gregoriano, que se adapta particularmente bien al alma estonia. Por otra parte, tienen una concepción de la fe poco comunitaria, y eso es una cierta debilidad", analiza monseñor Jourdan, incardinado en el Opus Dei en 1988, trabajando en Estonia desde 1996 y administrador apostólico desde 2005. "Mi antecesor en el cargo, el arzobispo Eduard Proffittlich, falleció en un campo de concentración soviético en 1942". ¿Y el anterior? Habría que remontarse al siglo XVI... el país estuvo más de cuatro siglos sin obispo católico.