1119. 19 de junio de 1941. Hora Santa. "Yo Soy el Reparador, dame tus males. Enséñamelos en tus dos manos, como una mendiga. A Mis Apóstoles les dije una vez: 'No temáis, Soy Yo' y ahora te repito estas dulces palabras de Amor. Acuérdate que en el Sinaí sólo Moisés podía acercarse a Dios y si alguien más pasaba el límite al pie de la montaña, era castigado con la muerte. Y ahora que el hijo de Dios ha venido a morir por vosotros, os dice a todos: 'Acercaos a Mí. Venid y amadme sin miedo, porque Yo os amo'."
1120. 3 de julio. "Deletrea, ya desde ahora, el alfabeto del Amor en el trance de la muerte. Tus últimas respiraciones serán tu 'Consumatum est'. Dímelas ya desde ahora. No dejes nada imprevisto para ese bello trance que es la muerte. La hora de la muerte es la hora de la cita; apresúrate, Mi bien amada, a ofrecerme ese pensamiento. ¿Comprendes que tienes que morir por anticipado?
"Como una alegría largamente soñada, que se acaricia con el pensamiento; una alegría que no se da sino una sola vez y que debe disfrutarse en su plenitud.
"Desde hoy dime: 'Cuando mis párpados comiencen a cerrarse para las cosas del mundo, es Tu Mirada de Amor lo que buscarán mis ojos. Y cuando mis oídos se hayan cerrado, es Tu Voz
amorosa lo que voy a querer escuchar. Señor, Tú tornarás los sufrimientos de mi cuerpo como expiación de mi vida y de la de los pecadores, para gloria de la Verdad. Y si mi agonía se prolonga, que se prolongue igualmente mi amor y que sea fiel en responder al Tuyo que me diste en la Cruz.'
"Dime todas estas cosas con frecuencia, Mi pequeña, y no dejes nada a la casualidad. Entra feliz en la región de tus últimos momentos; como si buscando la mano de la muerte la hicie-ras tu compañera de camino para aprender mejor a hablar en su lenguaje añadiéndole tus buenas maneras. Así lograrás una vida prudente y fervorosa y podrás recorrer con paso ligero lo que aún te resta. Qué sonrisa, la de un alma que espera!
"El Esposo también espera. Si tu impaciencia crece, ¡cuánto más la Suya! El es tu Creador. 'I'u
primera respiración la tuviste por El. Ofrécele, pues, las últimas, que El las recoja. Esto Le dará honor y El te permite que lo honres. Dale gracias por este favor. ¿No sabes que tocar a Dios es un favor insigne? Es porque tú eres una pequeña imagen Suya, por lo que hay en ti esos reflejos que te hacen semejante a El. Dad pues gracias a vuestro Creador. Amadlo por Su delicadeza. Vosotros sois de Su Familia."