1297. 11 de febrero. En la iglesia de Fresne. "No creas que la amabilidad con que debes dar
testimonio y alabanza a la Bondad se refiere solamente al prójimo; también debe haberla en toda relación que tengas con Dios. A Dios se Le llama -y lo es- el infinitamente Amable. Sé tú también amable con El y el intercambio será dulcísimo. Sólo más tarde podrás entender lo bien recibidas qué fueron tus amabilidades.
"Acostúmbrate a caminar, como los ciegos, en la obscuridad. Ten confianza en que Mi mano es la que te guía. La mayor ofensa que podrías hacerme sería la de dudar de Mí. Hija Mía, tan pequeña y tan débil, piensa seguido: ‘Qué sería de mí sin Mi grande Amor? ¡El lo es Todo y yo no soy nada!'
"Humíllate por tus desfallecimientos. Piensa que Yo expié por ellos cuando desfallecí Yo mismo en el terrible camino del Calvario; y que esto te dé ánimos para el amor. ¿No hemos dicho tantas veces que el amor es lo único que cuenta? Y no existe sino una sola desgracia: la de no amar a Dios. Fomenta el anhelo de ser útil a la causa de Dios en la medida de tus pocas fuerzas.
Desaparece de ti misma. Anhela no recordarte nunca a ti misma sino para deplorar tus
infidelidades; y haz frecuentes actos de Fe en la Presencia de Dios, en la cual estás siempre. Esto te hará más fácil amarlo y hablarle con intimidad. Arrójate en Mis Brazos, pues aquí estoy contigo. Y que sea con alegría, pues tu alegría es el ornamento de tu amor."
Gabriela Bossis (1874-1950) fue la menor de cuatro hijos en una familia católica francesa que la educó cristianamente. Se diplomó en enfermería y sirvió como tal en las misiones de Camerún, por lo que fue condecorada. Fue una persona abierta y comunicativa muy entregada a Cristo, pero que no sintió la vocación religiosa. En 1923 escribió su primera comedia, alcanzó celebridad por obras entretenidas y edificantes que se estrenaron en numerosos países, incluso interpretando ella algún papel. En 1936 comenzó a transcribir sus diálogos con el Señor, una experiencia mística que vivió durante años. Fue dirigida espiritualmente por varios sacerdotes, que dieron luego testimonio de su paz interior. En uno de sus cuadernos escribe las siguientes palabras que escuchó de Cristo: "Tú has estado siempre bajo mi dirección". Todos esos escritos se agruparon en volúmenes agrupados bajo el título Él y yo. Murió después de experimentar durante varios meses dolencias respiratorias y pérdida de visión, que sobrellevó con el mismo espíritu de conformidad con la voluntad de Dios que guió toda su vida.