1484. 13 de diciembre.
Hora Santa.
Junta pues en ti todas las fuerzas que Yo te he dado. Átalas y así sometidas, vuélvemelas a dar. Yo las usaré como si fueran Mías.
¿Qué eres tú sino un cúmulo de Benevolencias Mías? ¿hacia dónde podrías tú tender como no sea hacia tu Fuente? ¿Hay algo mejor que Dios? ¿O tienes por ahí un amigo mejor que tu Cristo?
Y ahora, después de tantas pruebas, dime, ¿en qué estado te encuentras? ¿Qué Me respondes? ¿Cuándo comenzará de veras tu amor? Porque el que Me tienes está ahí, cierto, pero es intermitente y su movimiento es débil ¿No crees que otra que estuviera en tu lugar ardería más que tú? ¿Cuándo vendrá el día en que tu fuego sea luminoso y ardiente?
Yo; Sí Señor. Nunca he merecido nada, pero Tú !cámbiame!
Me dijo: Cámbiate tú misma en la paciencia de un incansable volver a empezar. Es cierto que oras; pero; debes orar de otra manera, con los ojos en Mí, llenos de confianza y con un vivo sentimiento de tu bajeza. Entonces, Yo vendré en auxilio de Mi pequeña hija enferma y paralizada por tantas miserias que trae desde su nacimiento y ella emprenderá nuevos caminos.
Entonces dejarás por completo tus antiguas servidumbres ya que Mi yugo es dulce. La diferencia será grande, pues ya no te servirás a ti misma, sino a Cristo. Y puesto que le vas a servir a El y a nadie más en toda la urdimbre de tus días, El te llamará Esposa Suya. El, que fue tu Servidor.
Gabriela Bossis (1874-1950) fue la menor de cuatro hijos en una familia católica francesa que la educó cristianamente. Se diplomó en enfermería y sirvió como tal en las misiones de Camerún, por lo que fue condecorada. Fue una persona abierta y comunicativa muy entregada a Cristo, pero que no sintió la vocación religiosa. En 1923 escribió su primera comedia, alcanzó celebridad por obras entretenidas y edificantes que se estrenaron en numerosos países, incluso interpretando ella algún papel. En 1936 comenzó a transcribir sus diálogos con el Señor, una experiencia mística que vivió durante años. Fue dirigida espiritualmente por varios sacerdotes, que dieron luego testimonio de su paz interior. En uno de sus cuadernos escribe las siguientes palabras que escuchó de Cristo: "Tú has estado siempre bajo mi dirección". Todos esos escritos se agruparon en volúmenes agrupados bajo el título Él y yo. Murió después de experimentar durante varios meses dolencias respiratorias y pérdida de visión, que sobrellevó con el mismo espíritu de conformidad con la voluntad de Dios que guió toda su vida.